A la imagen de la Virgen de Guadalupe hay que verla desde la perspectiva del pensamiento indígena, que es analógico y no inductivo-dialéctico como el europeo, para entender el significado que le dieron los habitantes de Tenochtitlan, precisó la maestra en Humanidades, escritora, historiadora y poeta ecuatoriana residente en México desde hace más de 40 años, Alicia Albornoz, en una video conferencia para miembros de la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG).
Sin embargo -aclaró-, existen representaciones de la Virgen de Guadalupe anteriores a la que se venera en México. Se trata de las de Extremadura, España, que son negras y con niño; “recordemos que la mayoría de los conquistadores que vinieron a América eran extremeños”, indicó en su plática titulada La imagen de la Virgen de Guadalupe vista desde la perspectiva nahua.
Esa virgen española de tez morena tiene un origen árabe que data del siglo XII y fue traída a México por Hernán Cortés e incluso su leyenda o historia es similar: su aparición fue a un hombre cerca de un rio que se llama Guadalupe, palabra que significa “rio de cascajo negro”; por ello era considerada como la virgen de las aguas, y por eso los extremeños la traían, pues su travesía la realizaron por mar, además de que era su virgen local.
También en América Latina hay culto a las vírgenes de Guadalupe. En Ecuador es la Virgen de Guápulo, porque los pobladores locales no podían pronunciar Guadalupe y lo más cercano en pronunciación para ellos era Guápulo. Igual en México era difícil que los indígenas pronunciaran Guadalupe, porque tiene dos letras que no existían en el alfabeto nahua, la g y la d.
La simbología de la virgen para los indígenas
Expuso la maestra Albornoz que, al tratar el tema de la Virgen de Guadalupe, debe hacerse desde la perspectiva nahua, pues está cargada de símbolos. La imagen tiene muchos de ellos para los indígenas.
Por ejemplo, los rayos que le salen del manto representan al Sol, y el azul turquesa era el color de la divinidad, el rosado de la túnica era familiar para ellos porque era similar al del amanecer -la salida del Sol-, mientras que las manos juntas en la visión nahua tenía el significado de “te doy mi casa”.
El cinturón negro que usa la Virgen era para ellos símbolo de que estaba embarazada, pues en la cultura nahua ese accesorio lo usaban las mujeres preñadas que se ceñían con una banda negra arriba de la cintura y dejaban libre el vientre, mientras que las estrellas de su manto no son meramente líricas, sino que tienen un significado concerniente a cómo se ubicaban en el cielo en la fecha exacta de la aparición.
Mencionó la historiadora Albornoz que el doctor Juan Homero Hernández Illescas, quien tenía un observatorio en su casa, estudió el manto de la Virgen a instancia de ella, que había observado la disposición de las estrellas en el mismo y le pareció que la distribución no era fortuita. El especialista pidió autorización para publicar un pequeño libro con los nombres de las 46 estrellas descubiertas en el manto.
Continuando con la simbología, refirió que la Virgen está de pie y eso implica que está firme y sólida, en tanto que el ángel a sus pies no es tal, sino un mensajero; el zapato que se ve significa “que sucedió en México” por el juego del lenguaje en nahua, y además la flexión de la rodilla izquierda junto con la mirada baja puede ser un equivalente a la danza indígena, que era una manera de alabanza a los dioses; por eso hay danzantes en la catedral y la basílica.
Asimismo, sostuvo que las manos que están juntas, en actitud occidental de oración, son diferentes porque una es morena y la otra es más larga y blanca; la derecha es más blanca y estilizada, mientras que la izquierda es morena y más llena, lo que podría simbolizar la unión de dos razas distintas.
Un hecho muy significativo -prosiguió la conferenciante- es que la Virgen está entre nubes y para los indígenas eso equivale a “vienes de Dios”; por eso Moctezuma dijo a Cortés “viniste entre nubes”, le estaba diciendo “viniste de Dios”, pero el conquistador pensó que se lo decía porque el día era nuboso.
Respecto al ixtle en el que está impresa la imagen, dijo Albornoz que su proceso normal de oxidación es de 20 años y es un misterio que lleve más de 400 años sin deteriorarse, porque además carece de preparación de fondo para su conservación. Precisó que en Alemania se analizaron químicamente los pigmentos desprendidos del ayate de Juan Diego y el resultado fue que no provenían de animales, vegetales o minerales; tampoco hay rastros de pinceladas en la tela.
Por otra parte, aludió a que cada uno de los ojos de la Virgen de Guadalupe ve un aspecto diferente de la imagen y juntos hacen otra. Varios oftalmólogos han estudiado los ojos y han revelado que en ellos hay una imagen del momento de la aparición con los 13 testigos presentes entonces, entre ellos una negra que podría haber sido la sirvienta de fray Juan de Zumárraga.
Entre los oftalmólogos de prestigio internacional que analizaron los ojos figuró el doctor Enrique Graue y Díaz González -padre del actual rector de la UNAM-, quien encontró que la pupila de la Virgen se contrae y dilata de acuerdo con la luz que recibe, tal y como ocurre con los ojos reales, efecto que aún es imposible reproducir en una pintura.
Un símbolo indígena más, es que la Virgen lleva el cabello suelto, que indicaría su condición de doncella, pues en esas culturas nativas las casadas portaban el pelo trenzado.
Lo cierto, consideró Albornoz, es que sus rasgos son europeos y el concepto de “virgen morena” no es privativo de México, pues ya existía en Jerusalén y en España, donde el ejemplo más claro es la Virgen de Guadalupe de Extremadura.