Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y Director de Gobierno de Calidad, Consultoría de políticas públicas.
Las empresas se enfrentan a riesgos políticos en todo el mundo, pero la mayoría de ellas no están preparadas, son reactivas y carecen de confianza en su capacidad para sortear esos problemas con éxito.
Los riesgos geopolíticos son los mayores, especialmente con el COVID-19 que interrumpió las cadenas de suministro, aumentó la nacionalización y proteccionismo, endureció las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China y multiplicó los enfrentamientos con régímenes autoritarios que provocan ciclos de sanciones y acciones de represalia.
Pese a esto, existen cinco pasos para que las empresas gestionen sus riesgos políticos de forma más proactiva y estratégica:
1.Identificar y recopilar indicadores cuantitativos.
2.Desarrollar o adquirir la capacidad de evaluar el impacto comercial.
3.Integrar el riesgo político en los procesos de toda la empresa.
4.Involucrar a la junta directiva y al C-suite para incorporar el riesgo político en la planificación estratégica.
5.Establecer un comité geoestratégico multifuncional.
Al generarse soluciones paralelas para apoyar el crecimiento en el mercado chino y el resto del mundo, se crean enormes costos y redundancia. Incluso, algunas industrias dependen en gran medida de los proveedores chinos como electrónica, telecomunicaciones y metales de tierras raras. Para varias industrias, no hay una alternativa clara existente y las empresas comienzan a pensar cómo reconstruir su cadena de suministro o establecer una no china.
Asimismo, las decisiones que las empresas tomen hoy sobre cómo tratar a sus trabajadores, proveedores, compradores y comunidades serán recordadas por estas partes interesadas una vez que la crisis disminuya.
En este momento, las empresas de extracción de petróleo, gas, infraestructura, banca y telecomunicaciones, tuvieron mayor percepción de riesgo o un mayor impacto. Pero incluso en los bienes de consumo, y en las industrias que eran muy locales como la agricultura, las empresas enfrentan los mismos problemas.
Aunque la mayoría de las empresas son buenas en el monitoreo de riesgos, y se basan en una combinación de inteligencia humana y datos cuantitativos que recopila personal interno o de los consultores, se recurren cada vez más a los proveedores de servicios de riesgo cuantitativos que utilizan herramientas de Inteligencia Artificial como el procesamiento del lenguaje natural para extraer información de las noticias y las redes sociales.
Así, la mayor brecha es convertir esos datos en valor en riesgo o valor en juego cuantificando el valor de los riesgos político. Es decir, ¿Cómo va a impactar en los ingresos y cómo va a afectar a la productividad y a la eficiencia operativa?
La brecha está en la conexión de eventos con un pronóstico de impactos financieros. No conectan los puntos en el riesgo político, ahí es donde está la mayor oportunidad.
Ahora muchas compañías releguen su gestión de riesgos políticos a una función de asuntos públicos o asuntos gubernamentales, pero eso tiende a operar en un silo sin involucrar diferentes funciones en toda la compañía o ejecutivos a nivel local, como los gerentes de país.
Por lo pronto, los datos se politizan cada vez más y se utilizan como una herramienta política y la proactividad es la actividad crucial para minimizar los impactos de los riesgos políticos en la empresa.