Por Mariana Morán, Presidenta de Equidad, Libertad y Género (ELIGE) A.C
Una de las mayores discapacidades de profesión y vida entre las personas de 22 a los 37 años de edad es la incapacidad de generar acuerdos en momentos de gran tensión. La generación millenial, en general, no sabe negociar durante una crisis. Carece de esta competencia que cada vez se vuelven más relevante.
En aras de conformar profesionistas con destrezas muy sólidas en competencias duras, las instituciones educativas y la misma familia se avocaron a conocimientos pragmáticos y altamente rentables como matemáticas aplicadas, computación e ingenierías diversas.
Sin embrago, se desdeñaron habilidades eminentemente humanas, llamadas también competencias blandas, como negociar y generar acuerdos en ambientes altamente convulsos y críticos, normalmente durante una emergencia o crisis de cualquier tipo. Se pierden los estribos, se exacerban las emociones intensas, el diálogo queda roto y, por ende, no hay acuerdos.
El primer punto de apoyo para el cambio positivo es aprender a mirar. Esto quiere decir que las personas que mejoran sus habilidades para el diálogo continuamente se preguntan si se encuentran dentro o fuera del diálogo.
Este único aspecto marca una gran diferencia. Estar dentro del diálogo es analizar rápidamente si cuento con elementos para lograr una buena negociación, si el interlocutor se puede interesar en mi punto de vista y si tengo factores plausibles para involucrarlo en mi propia perspectiva.
Puede que no sepan exactamente cómo remediar el problema específico al que se enfrentan, pero sí saben que no están en el diálogo, aquello no es nada positivo.
Estar dentro del diálogo implica detectar el momento en el que a conversación se vuelve crítica o compleja, indagar cuando nuestro interlocutor no se siente seguro- y esto se manifiesta mediante silencio o agresividad- y en tercer lugar se debe analizar el propio estilo bajo presión.
Detectamos que una conversación es difícil mediante alguna de estas tres características: cambio corporal, detección emocional o conducta. El que se humedezcan las manos o se aceleren los latidos del corazón, por ejemplo, sintamos miedo o actuemos a la defensiva o de una manera agresiva, evidencian que estamos frente a una conversación crucial y debemos detenernos y replantearnos nuestros objetivos.
La falta de seguridad en el interlocutor no genera acuerdos. Así, conviene establecer objetivos comunes y respeto. Si carece de alguno de estos dos elementos la otra persona tiende a ser más agresiva, burlona, irónica, amenazante o hasta proferir gritos e insultos.
El segundo punto de apoyo para lograr acuerdos es dar seguridad. Cualquier diálogo consiste en el libre flujo de opiniones y el primer obstáculo para ello es la inseguridad.
En el punto anterior ya mencionamos que lo que genera seguridad es establecer objetivos comunes y respetar a la contraparte. Pero también existen otros consejos al respecto: pedir disculpas si se incomodó a la contraparte, cerciorarnos antes de la conversación de los intereses del interlocutor y generar acuerdos previos de ganar-ganar, mantener un tono bajo de voz para “tranquilizar” al interlocutor.
Estos dos puntos de apoyo, saber mirar y buscar la seguridad, constituyen la base para reconocer, construir y mantener el diálogo. Son dos las ideas básicas que la mayoría de las personas pueden asimilar fácilmente y aplicar a conversaciones cruciales y trascendentales.