Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista
Tras un año y medio de pandemia, a nivel mundial 8 de cada 10 personas sufren de emociones adversas que inciden en su desempeño laboral y cognitivo.
Existen duelos pospuestos, gran incertidumbre y miedo que no logra que se afronten “como antes” acciones y decisiones cruciales para el desarrollo. Ante esto, las organizaciones de todo tipo priorizan la salud de sus equipos de trabajo y stakeholders. Sin embargo, la seguridad psicológica resulta prioritaria para lograr que individuos y empresas generen resiliencias ante la crisis derivada del Covid-19.
Hoy, más que nunca, se requiere humanizar organizaciones y proyectos. Poner el foco en el capital humano no sólo aumentará ambientes más sanos de trabajo, más ideas, productividad y soluciones, sino también permitirá el crecimiento de cada individuo y de la sociedad en conjunto.
En la seguridad psicológica juega un rol trascendental la inclusión y sentido de pertenencia. La propia seguridad y oportunidad de aportar a un colectivo aumenta en la misma proporción que se percibe aceptación.
Pero ser parte del equipo es una noción muy limitada si no existe la llamada seguridad de aprendizaje. Es decir, asegurar a cada miembro del grupo que tiene la posibilidad de preguntar e incluso equivocarse y que no existirán represalias por ello, como puede ser una pena económica o social como el descrédito o la burla.
La seguridad de aprendizaje es la semilla de la innovación, pues los miembros del equipo retan al propio sistema y desconocen los silos, lo que redunda en más contribuciones y adopción de mejores prácticas.
Ahora, ¿cómo pueden las organizaciones crear tal seguridad psicológica?
El punto de partida es desterrar las prácticas de discriminación y buscar la heterogeneidad en los lugares de trabajo para “vivir” la inclusión en el día a día. La apertura a personas de distintas formaciones, creencias, sexo, edades y cultura crea organizaciones más ricas. En las universidades esto se logra mediante acuerdos e intercambios con instituciones educativas de diferentes regiones y países.
Una acción crucial durante la pandemia es que los líderes empresariales y universitarios permitan abrir diálogos emocionales. En una época donde todos experimentamos pérdidas de algún tipo, es válido aceptar que existe un duelo y no fingir que no pasa nada. La apertura a este tipo de conversación fortalece a cada individuo, le permite mayor autenticidad y compromiso con el grupo que permite su apertura.
Apostar por relaciones sólidas y significativas en las escuelas o lugares de trabajo mejoran la seguridad psicológica. Se deben impulsar acciones de networking e interacción.
Ahora que reina la incertidumbre y miedo, las empresas que se focalicen en sus clientes, proveedores y colaboradores serán las que logren crecer en un mercado recesivo. Las personas primero se vuelve una prioridad.