ELIGE/ Asimetrías de género

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Por Mariana Morán, Presidenta de Equidad, Libertad y Género A.C (ELIGE)

La polarización laboral entre hombres y mujeres se incrementó a raíz de la pandemia. La deserción laboral se acentuó y develó que las condiciones de trabajo eran más precarias para el género femenino.

En México, las mujeres son las que tienen una mayor participación en empleos de tiempos parciales, es decir, de menos de 35 horas semanales, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Las mujeres que en México tienen un empleo a tiempo parcial representan 36.7%, mientras que los hombres significan 19.3%, señala el Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2021.

Con la pandemia, asimismo, la participación de las mujeres cayó y entre las principales causas estuvieron los cierres de los establecimientos escolares y de los servicios de cuidado formales y los integrados por amistades, familiares o comunitarios. Esta situación obligó a las mujeres, especialmente a las madres, a asumir responsabilidades adicionales en sus hogares, manifiesta la Cepal en el estudio.

Ahora, aunque el trabajo en casa es una buena herramienta para que las mujeres atiendan el esquema de empleo parcial y lo combinen con otras responsabilidades, pero implica disminuir la brecha digital de género.

El teletrabajo es una opción para conciliar las responsabilidades laborales y familiares, lo que podría tener un impacto positivo en su participación laboral. Sin embargo, existe otra realidad: se requiere acceso a las tecnologías y habilidades digitales para permitir el trabajo en casa, sin tales condiciones el teletrabajo es una utopía.

De igual forma, las brechas entre hombres y mujeres no sólo ocurren en la distribución del trabajo formal, también aparece en el tema salarial, en términos de calidad del empleo, pues en promedio una de cada dos mujeres trabaja sin cobertura social en América Latina.

Según el estudio de la Cepal “Además de presentar tasas de participación laboral mucho más bajas que los hombres, cuando las mujeres participan en el mercado laboral, en promedio perciben menores ingresos y tienen menos posibilidades de desarrollo en su carrera, trabajan menos horas y experimentan más inestabilidad laboral”.

Tras la pandemia del Covid-19 se visibilizaron rezagos ancestrales en la manera en la que la mujer participa en la economía: en sectores más vulnerables e inestables, muchas veces en la economía informal, con una desigualdad salarial en el mismo desempeño de funciones de 8 al 13% en promedio, con una carga de trabajo no remunerado en cuidado de personas y del hogar de hasta ocho horas diarias respecto a los hombres en promedio…

Ahora, las posibilidades del teletrabajo abren la posibilidad de incorporar más mujeres al campo laboral remunerativo al permitirles combinar las responsabilidades, pero se requieren esfuerzos en que se acceda a la tecnología y el entrenamiento necesario para generar las habilidades digitales.

Más aún: es preciso que los estereotipos de destrezas y habilidades de trabajo no tengan la insidiosa bifurcación de género y más mujeres accedan a distintos campos de la ciencia y la tecnología, donde se visualizan mayores oportunidades de empleabilidad y desarrollo en el futuro.