CONTEXTOS / Cuando los algoritmos nos atacan

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Por Teófilo Benítez Granados, Rector del Centro Superior en ciencias Jurídicas y Criminológicas (CESCIJUC).

California se convirtió en la primera entidad de Estados Unidos en aprobar una ley que prohíbe el uso de algoritmos para rastrear los descansos y prohíbir que los trabajadores sean despedidos por no cumplir con las cuotas de productividad inseguras.

Amazon no es la única compañía que utiliza algoritmos para vigilar a los empleados: es una práctica que se vuelve más frecuente en todas las industrias, desde el comercio minorista hasta la atención médica.

Los algoritmos se consideran el “taylorismo para los modernos”, es decir, una teoría de gestión científica de principios de 1900 que cronometraba a los trabajadores y eliminaba cualquier movimiento físico innecesario que impedía la productividad. En sí, es un monitoreo intrusivo que despoja a la dignidad humana y le roba a los empleados el pago por el tiempo dedicado a actividades relacionadas con el trabajo, como esperar la aprobación de un jefe.

Aunque los sindicatos pueden ayudar a prevenir o regular estas prácticas, pero las políticas de gestión que están “centradas en el ser humano o en los trabajadores” son una mejor manera de avanzar.

Algunos detractores de la ley aprobada en California argumentan que empeorará los problemas actuales de la cadena de suministro, aumentará el costo de vida y eliminará empleos para los californianos.

Esto se contrapone a los resultados mostrados en Amazon, empresa que privilegia los algoritmos: la tasa de lesiones que presenta esta empresa es del doble de la tasa de la industria de almacenes. Así, la nueva ley está diseñada para ayudar a proteger la salud y la seguridad de los trabajadores.

Tal vez sea el momento de cambiar radicalmente el liderazgo de intrusión/coacción por uno en el que se otorgue empowerment a cada trabajador y se confíe en que harán lo correcto. Sólo con ese enfoque podremos evitar las cámaras que persiguen a los colaboradores en cada una de las actividades que realizan a diario y los programas espía que informan a qué páginas se accedió cada día y el tiempo destinado para ello.

El teletrabajo que se fortaleció a raíz de la pandemia del Covid-19 aún no logra erradicar la persecución de personas y virar hacia sistemas de resultados. A veces los algoritmos no lograrán perfilar realmente el cumplimiento de metas complejas que van más allá de analizar cantas veces se dio vuelta a una manija.

La productividad en nuestra era no se confina a KPI sino a estructuras más complejas de cumplimento. La “robotización”, por ejemplo, no enriquecerá las actividades esencialmente humanas como la negociación, comunicación y empatía.

En una era como la nuestra, llena de incertidumbre y restricción social, requerimos humanizar nuestras relaciones con los otros. Y esto es válido para los clientes, que requieren un mayor y mejor acercamiento con las marcas y empresas que privilegian.