En México, el movimiento por visibilizar y reconocer a los afrodescendientes ha abierto la discusión sobre sus derechos y sobre la discriminación; sin embargo, ha limitado la mirada al sur del país, sobre todo a las poblaciones de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, y a Veracruz, por lo que el caso de los negros mascogos en Coahuila “nos obliga a preguntarnos qué significa el reconocimiento en el norte, en un contexto fronterizo”, señaló Rocío Gil Martínez de Escobar.
La profesora en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) expuso algunos problemas y configuraciones sobre estas comunidades en la conferencia Dilemas del reconocimiento de las poblaciones afromexicanas, como parte de las actividades de los Miércoles en las Ciencias Sociales y Humanidades en esa casa de estudios.
Esta colectividad se identifica como parte de una raza transfronteriza de estatus migratorio y ciudadanía mixta, que en Texas recibe el nombre de black seminoles y en Coahuila de negros mascogos: estos últimos habitan en un lugar llamado El Nacimiento de los Negros, en Coahuila, donde reconocen su pertenencia del lado mexicano.
En 1850 llegaron a México escapando de la esclavitud en Estados Unidos y este país les ofreció refugio y ciudadanía a cambio de que se convirtieran al catolicismo y que fungieran como soldados guarda fronteras. Así, una parte se asentó en Coahuila y la otra en Texas; quienes pueden cruzan la frontera, pero esto se vuelve cada vez más difícil por la situación migratoria.
Existe un problema latente y es que muchas de sus actas de nacimiento no registran su nacionalidad y no tienen documentos que acrediten su ciudadanía mexicana, lo que complica que puedan viajar a Texas para ver a sus familiares.
Los negros mascogos adoptaron la nacionalidad mexicana desde su llegada, pero tardaron un tiempo en cambiar sus nombres y formas de comunicación del inglés al español, lo que dificultó su reconocimiento como mexicanos.
Para esta comunidad, su percibida extranjería se suma a otras situaciones de marginación, como su estatus de indocumentados en Estados Unidos y las condiciones de empobrecimiento en que viven, por lo que la aceptación de su negritud como parte de la nación mexicana no sólo es un conflicto identitario, sino que les afecta en sus circunstancias de supervivencia.
El reconocimiento de la negritud en México implica la afirmación de un pasado colonial de esclavitud y también de un presente racista que contradice la idea fundamental del mestizaje como proceso inclusivo.
A raíz de la visibilización de los afrodescendientes en América Latina han surgido organizaciones que demandan la aceptación de su autonomía cultural, así como sus derechos y protección de recursos especialmente vinculados al territorio.
El 9 de agosto de 2019 el Diario Oficial de la Nación publicó una reforma al artículo segundo de la Constitución en el que se anexó el apartado C que reconoce a los pueblos afromexicanos como parte de la composición pluricultural de México y que les otorga los mismos derechos que se les confiere a las comunidades indígenas.
Pero esta acreditación constitucional no considera que estas poblaciones no se distinguen con un idioma y que provienen de una historia muy distinta a la de los pueblos originarios, y lo que este inciso C hace es obligarlas a indigenizarse y no atiende su especificidad.
En 2012, representantes la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) viajaron por todo México para hacer una encuesta de identificación de poblaciones afrodescendientes y generar un diagnóstico de sus condiciones de vida. A partir de eso, entregaron certificados como una forma de acreditación no jurídica.
En 2015, la encuesta intercensal incorporó una pregunta de clasificación racial para saber si se autodefinían como afrodescendientes. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 1.4 millones respondieron de manera afirmativa
Sin embargo, es una estimación conservadora, ya que muchas personas negras tienen dificultad para reconocerse con el término afrodescendiente y prefieren definirse como negros; tal es el caso de los mascogos, aseguró la doctora en Antropología por el Graduate Center de la Universidad de New York.
Para ellos, el movimiento por el reconocimiento les es ajeno, pues no se han involucrado en los debates y el activismo de organizaciones de base ancladas sobre todo en Oaxaca y Guerrero, pero ha tenido impacto en sus relaciones con el gobierno de Coahuila, que ha promovido programas como el suministro de despensas a su comunidad.
Otro problema que enfrentan los negros mascogos es que sus hábitos matrimoniales con gente que no pertenece al grupo han devenido en un blanqueamiento de su piel, diluyéndose los rasgos genéticos.
Algunos cuentan que hace alrededor de 30 años, funcionarios de gobierno les pidieron que acogieran algún atributo cultural como un idioma, vestido, música o danza para que se les pudiese distinguir como una población negra. Esta presión los llevó a adoptar un vestido de lunares como su identidad cultural.
En la lógica de la negritud permitida, la apariencia física es acompañada de actos performativos y elementos culturales que afirman su etnicidad. El sentimiento entre algunos negros mascogos es que su imagen es explotada y en muchas ocasiones no se hace justicia a la forma en que ellos quieren ser representados.