El presidente de México ha advertido que seguirá criticando a la favorita de la oposición para las elecciones presidenciales de 2024, con lo que Andrés Manuel López Obrador rompió una larga tradición de los mandatarios mexicanos de desentenderse de la contienda por la sucesión.
El objetivo de López Obrador es Xóchitl Gálvez, una senadora sin pelos en la lengua y exdirectora de asuntos indígenas. Gálvez aún no ha sido nominada formalmente por los partidos de oposición, pero ha ganado mucho impulso.
Los partidos mexicanos todavía están en temporada de selección interna y las campañas oficiales comenzarán formalmente en septiembre, por lo que las críticas de López Obrador a la posible candidatura de Gálvez pueden no ser técnicamente ilegales. Sin embargo, López Obrador señaló la semana pasada que podría continuar atacándola, incluso después de que comiencen las campañas.
“Todavía no empieza el proceso electoral, hasta septiembre. En septiembre vamos a ver qué se puede decir”, declaró el presidente el viernes. “Claro, si está de por medio la justicia y la democracia, pues vamos a tener que seguir hablando”.
Eso podría violar el artículo 134 de la Constitución, que dice que los medios, la publicidad y las relaciones públicas del gobierno sólo deben usarse con fines informativos o educativos, no a favor o en contra de ningún político.
Por su parte, Gálvez ha calificado de “reprobable” que López Obrador esté empleando fondos del gobierno y cuentas de redes sociales para criticarla.“Ella es la candidata de la mafia del poder”, alegó López Obrador la semana pasada.
Aunque Gálvez representa en el Senado al conservador Partido Acción Nacional (PAN), proviene de un pueblo pequeño, tiene ascendencia parcialmente indígena, y a menudo ha adoptado posturas más progresistas que las de su partido.
El lunes, el presidente mexicano volvió a atacarla, dedicando al menos 20 minutos al tema.“Quieren volver a engañar con esto”, dijo López Obrador sobre la posible candidatura de Gálvez por la oposición. “La están inflando, pero no, no, no levanta. No van a levantar”.
Para poner el comportamiento de López Obrador en perspectiva, Barack Obama hizo algo similar durante las conferencias de prensa de la Casa Blanca en 2016, cuando arremetió contra Donald Trump de manera regular y extensa. George W. Bush también aprovechó esas sesiones informativas para atacar regularmente a Obama en 2008.
López Obrador ya se ha enfrentado a los tribunales electorales precisamente por este comportamiento. El jueves, un tribunal federal electoral falló que López Obrador había violado las normas que prohíben el uso de recursos del gobierno en las campañas, en relación con los comentarios que hizo durante el período previo a las dos elecciones estatales celebradas en México en junio.
La denuncia en ese caso, presentada en marzo, fue similar al uso que hizo el presidente de su rueda de prensa matutina del viernes para criticar a Gálvez. En marzo, López Obrador utilizó su rueda de prensa, conocida como “la mañanera”, para pedir a los mexicanos a no votar por los candidatos de la oposición en las dos contiendas estatales: “que no se vote por el bloque conservador, para que siga la transformación. Ni un voto a los conservadores, sí a la transformación”.
La llamada Sala Regional Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación “determinó la existencia de la vulneración a los principios de imparcialidad, neutralidad y equidad, así como el uso indebido de recursos públicos”, en vista de que el gobierno paga por realizar, grabar y difundir las conferencias de prensa del presidente desde el lujoso Palacio Nacional, donde él vive.
Gálvez ha pedido que se cumpla su derecho a réplica y se le permita responder a los comentarios del presidente en la misma conferencia de prensa diaria. Incluso obtuvo una orden judicial que le permitía hacerlo, pero López Obrador se negó, alegando que Gálvez sólo quería jugar a la política durante la sesión informativa.“De usted sólo quiero una cosa, que me respete”, declaró Gálvez en un mensaje dirigido a López Obrador y publicado en las redes sociales, uno de los pocos medios que tiene para refutar al presidente.
Por ejemplo, López Obrador afirmó el viernes que Gálvez nunca había puesto un pie en las empobrecidas tierras altas de Chiapas, en su mayoría indígenas. Gálvez respondió tajantemente al decir que “el presidente miente” y publicó una foto de un proyecto de construcción de carreteras en el área, que ella supervisó como directora de desarrollo indígena en 2004. “Es reprobable que usen recursos públicos a través de cuentas oficiales para denostarme y fomentar el odio”, escribió Gálvez.
“Están desesperados”. Durante varias décadas, los presidentes mexicanos han evitado, y en los últimos años se les ha prohibido legalmente, hacer declaraciones de campaña abiertamente partidistas. Eso se debe en parte a que México es un país altamente centralizado, donde el presidente ejerce un poder enorme, tanto político como financiero.
Los presidentes mexicanos tienen razones fuertes para preocuparse por quién los relevará: no pueden buscar la reelección y sólo pueden cumplir un mandato de seis años, confiando siempre en que el candidato de su partido defienda su legado o, en el peor de los casos, que el ganador no investigue cualquier caso de corrupción durante su gobierno.Eso no significa que los presidentes anteriores no hayan maniobrado tras bambalinas para tratar de manipular las elecciones.
En 2006, se consideró ampliamente que el entonces presidente Vicente Fox alentó el uso de oscuros tecnicismos legales para tratar de descalificar a López Obrador de la carrera presidencial, a la que finalmente se le permitió ingresar. Perdió por un margen muy estrecho después de que se retirara el caso judicial, y desde entonces se ha quejado de que le robaron la presidencia.
Sin embargo, aunque Fox nunca disimuló su disgusto por López Obrador, nunca lo criticó abiertamente ni lo mencionó por su nombre. Lo más cerca que estuvo Fox de una declaración pública de campaña fue en 2005, cuando le dijo a una multitud: “No se cambia el caballo a la mitad del río”, señalando que su partido debería permanecer en el poder.
El analista político José Antonio Crespo subraya que los comentarios de Fox no se comparan con los de López Obrador, pues fueron diminutos en comparación. Eran alrededor del 5% de lo que está pasando ahora, aseguró.
No obstante, recalca que un tribunal electoral falló en 2006 que la intervención de Fox pudo haber influido indebidamente en esa elección.“Si el tribunal en 2006 dijo que la pequeñísima participación que tuvo Fox fue indirecta, porque ni siquiera mencionó a López Obrador por su nombre, y puso en riesgo la elección, con el mismo parámetro ¿qué podríamos decir ahora de la participación de López Obrador? ¿Tendría que anularse la elección si ganara Morena?”, pregunta Crespo en alusión al partido del presidente. “Porque lo está haciendo como mil veces más”, agrega.
Entretanto, otros mexicanos creen que tratar de limitar lo que puede decir López Obrador es demasiado restrictivo.“Simplemente es algo tonto. Déjenlo hablar ¿A quién le importa?”, opina Federico Estévez, profesor jubilado de Ciencias Políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
“Esa no es una acusación seria. Por supuesto que es cierto: es ilegal, a toda vista, pero es una ley tonta, pues es una ley que en realidad no se puede hacer cumplir”.Esto es bastante cierto: El propio López Obrador juega abiertamente con las restricciones legales, diciendo “ya saben quién” en lugar de mencionar a políticos o partidos concretos.
Crespo, el analista, comenta que esa situación casi asegura que López Obrador seguirá con los comentarios partidistas después de septiembre.“Él va a seguir haciendo campaña, aunque la ley lo prohíba. No le importa, porque sabe que de todas maneras no va a tener consecuencias. Si acaso alguna multa por ahí, por si acaso, no más que eso”, afirma. “No va a parar un solo día”, agrega.