Las actuales regulaciones sobre partículas menores a 2.5 (PM2.5) pueden ser insuficientes para proteger al cerebro y evitar el desarrollo de problemas neuronales, como las enfermedades de Alzheimer, Parkinson; o bien, autismo, al menos en Estados Unidos, sugieren recientes estudios realizados en la Universidad de California, en Davis.
El trabajo elaborado por Anthony Wexler, director del Centro de Calidad del Aire en dicha institución, fue presentado durante la décimo segunda edición del ciclo de conferencias Panorama Actual de las Ciencias Atmosféricas y del Cambio Climático 2024, organizado por el Centro de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM.
De acuerdo con el científico, es difícil indagar cuántas y cómo son transportadas al cerebro las partículas emitidas por los automotores; pero debido a los resultados obtenidos en ratones que fueron expuestos a menores cantidades de PM2.5 que las registradas en el medio ambiente, se sugiere que las normas son insuficientes para cuidar dicho órgano.
Al ofrecer la charla “Efectos de la contaminación relacionada con el tráfico en la salud neurológica” (Neurological health effects of traffic related air pollution), ante investigadores y académicos del ICAyCC precisó:
Cuando se piensa en la calidad del aire lo primero que se asocia es la salud pulmonar, pero al revisar la incidencia de cáncer en este órgano los casos registrados no son tantos.
Sin embargo, nuevos estudios han comenzado a relacionar también los aerosoles químicos con problemas cardiovasculares, así como efectos neurológicos, aunque todavía se desconoce en qué nivel. No obstante, se ha sugerido que puede tener relación con la aparición de las enfermedades de Alzheimer, Parkinson; o autismo, razón por la cual es importante investigar en varias ciudades del mundo para generar la información necesaria.
El también académico de Ingeniería Civil y Medioambiental y Recursos de Tierra, Aire y Agua recordó que en 2006 se presentaron los primeros reportes que sugerían la asociación entre trastornos neurodegenerativos y exposición a contaminantes. En 2012 se comenzó a hablar sobre estudios efectuados en niños a altas concentraciones de monóxido de carbono; y en 2014, en Corea del Sur, se reportó que la exposición de las madres al dióxido de nitrógeno les ocasionó problemas de desarrollo psicomotor.
Para dilucidar si estos problemas de salud se deben a contaminantes, o a la posición económica, la dieta, los niveles de estrés a los que está sometida la familia y otros factores socioeconómicos, el experto y su equipo diseñaron túneles por los que pasaron los animales de laboratorio (ratones), los cuales estuvieron expuestos por dos meses a gases contaminantes, a fin de descartar factores sociales y dejar sólo cuestiones medibles.
Wexler detalló que luego se revisó su comportamiento (interacciones sociales, movimientos repetitivos, capacidad de aprendizaje) y factores neuropatológicos (neuroinflamación y conectividad neuronal). Se obtuvieron algunos resultados, que serán publicados próximamente.
Adelantó que uno de los problemas de salud específicos a revisar es el efecto de los altos niveles de contaminación por tráfico (TRAP, por sus siglas en inglés) en el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, problema neurodegenerativo que en 70 por ciento de los casos lleva a la demencia, que tiene mayor prevalencia en hombres que en mujeres y los casos de incidencia son más altos en familias que viven cerca de caminos con altos niveles de tráfico.
Los primeros datos revelan que la exposición crónica a contaminantes ambientales con TRAP promovió el desarrollo de fenotipos vistos en la naturaleza y genéticamente susceptibles a la evolución de dicho padecimiento.
Además de seguir con el análisis de los datos de las experimentaciones, actualmente Wexler trabaja en colaboración con investigadores del ICAyCC en un proyecto apoyado por la UNAM sobre instrumentación para medir polución en el aire, especialmente de metales pesados.