“No venimos a negociar con los de siempre, venimos a abrir camino para los que nunca fueron escuchados”, sentenció la alcaldesa Circe Camacho Bastida durante su primera comparecencia en el Congreso de la Ciudad de México, donde Xochimilco fue escuchado con fuerza, claridad y sin simulaciones. Su postura, directa y sin concesiones, marcó un antes y un después en la relación entre la administración local y el poder legislativo capitalino.
Ante diputadas, diputados, vecinos y colectivos comunitarios, Camacho Bastida habló de frente: denunció el abandono y desorden heredado de gobiernos anteriores, defendió el derecho de los pueblos originarios a decidir sobre su territorio y reafirmó su compromiso de gobernar sin favoritismos ni pactos con grupos de poder.
“Hoy, en Xochimilco, el pueblo habla por sí mismo, y ese es el verdadero cambio”, enfatizó la alcaldesa, quien fue respaldada por comunidades, líderes barriales y ciudadanos que inundaron las redes sociales y los alrededores del Congreso con el mensaje que ha identificado su gestión: “El pueblo sí puede”.
Durante su exposición, Circe Camacho subrayó que su administración está guiada por principios y valores alineados con la Cuarta Transformación, con una gestión cercana, coherente y valiente que ha priorizado el rescate del patrimonio ambiental, el bienestar de los pueblos originarios y la dignidad de Xochimilco.
En contraste con prácticas pasadas, su presencia no fue para justificar lo injustificable, sino para enfrentar con verdad los retos de su gobierno. “Hoy las prioridades son otras: el bienestar colectivo, la defensa del agua, la tierra y la cultura. No servimos al poder, ponemos el poder al servicio del pueblo”, afirmó contundente ante el pleno legislativo.
El respaldo ciudadano que recibió no fue casual: es resultado de una gestión que ha recorrido los barrios, abierto el diálogo y emprendido acciones concretas que comienzan a devolver la esperanza a uno de los territorios con mayor riqueza cultural y ambiental de la capital.
Con esta comparecencia, Circe Camacho no solo rindió cuentas; también redefinió lo que significa gobernar con principios en un sistema político acostumbrado a las simulaciones. En Xochimilco, el cambio ya no es promesa: es una voz firme que resuena desde los canales hasta el Congreso.
