Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Perdón por la incorrección. No vino a pedir perdón. Vino a dar instrucciones. Y no nos lo platicaron. Lo escuchamos claramente. Este Güero es un demente. Y quien lo invitó, lo imita bien, muy sabiamente. Sobre todo cuando dijo a su invitado: “Si a México le va mal. Al país vecino, le irá peor”. De risa, a poco, no.
Recordamos, también, un epigrama de don Luis, dedicado al tricolor:
“En el PRI (cosa probada) no existe ya en esta fecha, ala izquierda o ala derecha. Solamente ala….cargada”.
Durante largo tiempo con el seudónimo de “Don Luis”, es el epigrama también en donde Vega y Monroy, alcanza para nuestro gusto hallazgos cimeros.
Su manejo magistral del idioma. Su malicia exenta de amarguras y su ya añoso oficio de hacer reír diariamente a los lectores de periódicos, lo situaron en la primera fila de los epigramistas mexicanos, de ayer y hoy. Y siempre.
Esta pequeña digresión nos alejó de nuestra chinga. Con todo respeto.
Sigamos con la fenomenología y metafísica del verbo preferido por y de muchos:
“El universitario que enseña a sus compañeros su boleta de reprobado, dice tristemente:
“Me chingaron en Derecho Administrativo. Lo cual prueba que el verbo chingar también significa reprobar.
Llega el mocoso a su casa con un ojo morado y se escurre para que no lo vean sus padres:
Qué te paso, le pregunta su hermanito.
Me dieron un chingadazo.
Así pues, este verbo también tiene la acepción de golpear de fea manera.
¿Te acuerdas compadre de que en la misma vecindad donde yo vivía el año pasado había una muchacha muy bonita, de ojos verdes, buenísima, que se llamaba Rosita? Pues ya se la chingaron.
Y el compadre, mientras lamenta lo sucedido, sabe que lo que le pasó a la Rosita, no fue que la reprobaron, ni que le pegaron, sino simplemente que le hicieron trizas su doncellez.
El verbo chingar sirve también para connotar las cosas buenas.
Platica por teléfono la señorita secretaria con una de sus intimas amigas:
“No dejes de ver, mana, la película que dan en el Ariel. Está chingonsísima”.
Lo cual quiere decir que es una película extraordinaria, magnifica, morrocotuda.
Del mismo modo, cuando alguien es un genio y sobresale por sus cualidades, no es cualquier cosa. Es un chingón.
En cambio, cuando algo es insignificante, sin importancia de ninguna especie, cómo se le califica: Esto es una chingadera. En otras palabras no sirve para maldita la cosa.
Hay ocasiones en que el verbo chingar, significa en forma intensa y eficaz.
Ahora sí, muchachos, dice el jefe, A chingarle muy duro. Y ellos, a los que les gusta que les hablen derecho, pues le chingan con fe y terminan pronto el trabajo.
El tono con que se pronuncia el verbo chingar en su diferentes compuestos y formas tiene capital importancia.
Llaman enérgicamente a la puerta y el que saborea su güisquicito, lo pone en la mesa y se apresura a abrir. Pregunta:
Quién, chingao. Yo chingao. Ah, chingao.
Cómo le dice un amigo a otro que viene a importunarlo cuando está muy ocupado:
No me estés chingando.
Pero a veces el verbo chingar tiene otro significado distinto. Es defraudar, madrugarle a uno, abusar de su confianza.
Iba muy bien mi empresa, agrega. No te parece hermano, que esas son chingaderas.
En otras ocasiones chingar es hurtar. Chíngate esa botella de Cognac, le dice el chofer al mozo. Al cabo que el patrón no se da cuenta.
Ahora que cuando un mexicano quiere injuriar a otro en la peor de las formas (y éste es el antecedente de muchos homicidios), simplemente le dice:
Anda y chinga a tu madre. A continuación se escuchan balazos o el zumbar de los machetes.
Cuando una máquina se descompone, qué es lo primero que uno dice con enfado: Esto ya se chingó.
Si una cosa es bonita pero inservible se le designa cariñosamente con el nombre de chingaderita.
Si una cosa sale mal, la voz chingar también significa concluir, terminar, acabar.
A la hora en que se cierra la Primera Plana del periódico. Cuando ya todos están cansados y con ganas de irse a dormir, nada hay más grato que escuchar al subdirector cuando dice:
Ahora sí, como dijo mi general Madrigal, esto ya chingó a su madre”.
Antes de concluir esta fenomenología y metafísica del verbo, original de don Luis Vega y Monroy, a quien los queretanos llamaron con su nombre a una avenida de la capital, tenemos una aportación de quien escribe, también cultural.
Es un soneto que va de acuerdo con el anterior lenguaje. Y dedicado, con el debido respeto, al “ilustre” visitante:
“Te vi. Me viste. Te saludé. Te escondiste. Chinga a tu madre. Soneto triste”
Nada más hay que agregar.
En otra entrega, pronto, hablaremos de Renato Leduc, Francisco Liguori, sor Juana Inés de la Cruz, José Vasconcelos (el negrito poeta), Ignacio Ramírez, (el nigromante). Rafael Solana, Salvador Novo. Y otros.
Sus versos. Sonetos. Epigramas y algo más. También de nuestro libro. Y de otros colegas.