En el México del día a día, en el que apenas alcanza para comer (al menos 2 ocasiones), tres sería un lujo. En el que la pareja tiene que trabajar y dejar a los hijos con el hermano mayor, los abuelos, los tíos, la comadre, en el kínder, en la primaria de tiempo completo (de 8 a 16 horas, en donde el alumno hace la tarea y come ahí) mientras los padres dobletean empleo para que les alcance el ingreso, hay mexicanos que esto les tiene sin cuidado, que lo ignora… en pocas palabras les vale madre.
En este país de casi 120 millones de ciudadanos, existen sólo dos clases sociales, los fregados y los rico/millonarios. Dejen les digo. Se creó, desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, un núcleo privilegiado, divino, exclusivo (no es una clase social desde luego, sino una pléyade de oportunistas, vividores, vampiros del erario público) emanado en los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal). Ese exquisito sector de prosapia es la burocracia divina, nuestros empleados –porque con nuestros impuestos les pagamos su salario- miembros de esos gabinetes que manejan a su antojo y libre albedrío los dineros nacionales.
La administración de Salinas de Gortari desapareció, fundió a la clase media (empleados que con el esfuerzo de su trabajo compraban su casa, auto, despensa abundante, vacacionaba, inscribían a sus hijos en colegios particulares, incluso podía ahorrar para su vejez, viajar o cambiar su menaje casero), con su política social y financiera, y de los tres estratos aniquiló a la media, bajándola al nivel inmediato inferior y sublimó al sector alto, en donde unos cuantos ricos se hicieron millonarios y éstos más millonarios.
Decisiones, como digo, tomadas por la burocracia divina, que 30 años después confirma esa distancia económico/social y nos la refriegan en la cara.
Pero no me quedo sólo con la exposición, sino remitiré cifras para demostrar que a los burócratas les importa más su comodidad, bienestar, estatus, etc. que rescatar a millones de mexicanos de la marginación, del abandono en que los tiene el Sistema.
Con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), detallaré la ignominia en que se encuentra la mayoría de la población, ante la indiferencia de la autoridad y sus operadores (burócratas exquisitos).
Mientras algunos de “esos” sacan raja económica de su cargo, en nuestro país 55 millones 300 mil mexicanos viven en pobreza (comen dos veces al día, no tienen casa firme, con techo colado y piso de cemento, carecen de empleo, sobreviven de la dádiva), representan el 46.2 por ciento de la población nacional.
El siguiente renglón –hacia abajo– están los connacionales en pobreza extrema, los olvidados, los ignorados y despreciados por los tres niveles de gobierno. Este sector fue expuesto magistralmente en 1950, por el cineasta español Luis Buñuel en su inolvidable y reveladora película “Los Olvidaos”.
No pierdan detalle, 66 años después de esa cinta y su realidad, más de 12 millones de mexicanos viven así, en pleno Siglo XXI, en la absoluta marginación y olvido.
El Coneval define el término pobreza extrema, como el sector que no tiene dinero para lo más elemental: vivir, vestirse, asearse y comer, esto lo hace –si bien le va- una vez al día, con alimentos regalados, husmeándolos en la basura u obsequiados de los desperdicios, “sobras” de restaurantes, cocinas económicas, fondas o residencial de alta alcurnia.
“Los olvidados” se encuentran en la esquina, en donde el semáforo marca luz roja y se aproximan a lavar parabrisas, payasitos, malabaristas, vendetodo, etc. El mismo Coneval, lamenta que esta situación empeora con el paso del tiempo y si antes había entidades focalizadas, en 2016 esta población marginada lastimosamente se ha ampliado a los Estados de Guerrero (en donde se ubica el municipio más paupérrimo del país: Cochoapa el Grande, cuyos niveles de miseria se equiparan a países africanos como Mali o Malawi, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD), Morelos, Campeche, Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Estado de México, Sinaloa, Hidalgo, Coahuila y Baja California Sur.
En números reales el 81 por ciento de la población mexicana vive en situación de pobreza y vulnerabilidad, destaca el reporte del organismo federal.
La desigualdad social y económica es contundente. Le reitero los datos: mexicanos en pobreza 55.3 millones. En pobreza extrema 12 millones, que nos dan un gran total de 67.3 millones de personas abandonas de la mano del Sistema.
¡Y ni como ayudar a la autoridad!, pues si nos vamos al renglón del desempleo, las cifras son alarmantes. Aquí el INEGI nos revela sus dígitos: a 2016 existen 2 millones 700 mil desplazados (no trabajan) -son cifras oficiales por lo que hay que sumarle el doble-
En su hermano el subempleo, la autoridad acepta que sobreviven en este renglón 4 millones 600 mil personas, que representa el 8.5 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), que está insatisfecha por lo poco o mísero que gana. Este rubro representa 5.1 por ciento de la PEA, imposibilitada de elevar su calidad de vida y cae fácilmente en actividades ilícitas.
Bien. El anterior panorama, la realidad mexicana, es el escenario que la burocracia divina no quiere ver, del que no desea saber, que ignora. Ella vive en su mundo, diría, para entrar en materia en “cordovalandia” En un mundo irreal, insultante, vergonzoso, alejado de los cuadros descritos para construir su mundo ficticio, insultante, agresivo.
Me refiero a Lorenzo Córdova Vianello, Presidente Consejero, del “elefante blanco”, Instituto Nacional Electoral (INE), que se considera un ente distinto a la administración federal. Recibe millonarios presupuestos y salarios (para su primer círculo) importándole un cacahuate la realidad nacional.
Y hablo de Córdova Vianello, porque es responsable del Instituto y NO pone orden a sus súbditos, pues otro Consejero (cortado con la misma tijera) Marco Antonio Baños Martínez, acaba de echarse la puntada –no puedo calificarla de otra manera- de anunciar que pedirá a la Cámara de Diputados, que para 2017, en donde habrá 3 elecciones locales: Estados de México (ahí está el meollo del asunto), Coahuila y Nayarit, un presupuesto de 11 mil 232 millones 566 mil pesos.
Sí, leyó bien la cantidad, esta insultante suma, es para financiar comicios gubernamentales que no tienen impacto nacional. Quizá sólo uno, el mexiquense, que es la tierra de Enrique Peña Nieto, en donde jamás ha gobernado la oposición, es considerado el “laboratorio electoral nacional, por aproximarse la presidencial de 2018 y para no descalabrar más a PN.
Aún así, es una vergüenza sólo mencionar esa bolsa de dinero para un ejercicio local, que regularmente termina judicializado, se pierde el voto ciudadano, pues la decisión la toman magistrados del tribunal federal electoral.
Escondiendo la malévola razón de su propuesta, Baños Martínez, argumentó que “725 millones de pesos serán para actividades relacionadas con el arranque de la contienda presidencial 2018”, ¡Ajaaa! Entonces para el 18 ¿cuántos miles de millones de pesos pedirá el INE, por considerar ese proceso como “la madre de todas las elecciones”.
De verdad, en el INE viven otra realidad. Un sueño que insulta la inteligencia de los mexicanos, pues ante la realidad vergonzante de pobreza, pobreza extrema, inseguridad, desempleo del país, los insensatos Consejeros piden, para sólo un año (tres comicios locales) más de 11 mil millones de pesos. ¡Da vergüenza nada más enterarse!
Para agrandar la ira popular, y abofetear a los pobres, pobres extremos y desempleados mexicanos, Marco Antonio Baños adelantó, que de ese presupuesto, 4 mil 138 millones de pesos serán para prerrogativas (dinero bueno que prostituyen los partidos políticos), en 2017, a los nueve partidos nacionales que contenderán. ¡Qué inmoralidad!
Juzgue y califique usted, amigo lector, esta afrenta social que hace el INE.
¿Merecemos los mexicanos, instituciones y burócratas como estos?
*Miembro de Nacional de la Academia Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT)