Especialistas han determinado que las relaciones familiares, de pareja, laborales y otros factores sociales-ambientales, pueden ser decisivos para el curso de una enfermedad gastrointestinal, de manera particular cuando se trata de padecimientos en los que el estrés está estrechamente vinculado, mismo que puede agravar los síntomas.
A veces por desconocimiento de los familiares, no existe solidaridad, no hay acompañamiento al paciente para seguir las condiciones especiales que se requieren para que el padecimiento tenga un tratamiento óptimo. Esta situación se complica cuando se trata de una paciente mujer, ya que las cargas y presiones sociales son mayores, así también, pueden llegar postergar la consulta al médico, debido a sus actividades cotidianas.
De acuerdo con la Dra. Nuria López y Pérez, especialista en neurogastroenterología, el desarrollo de una enfermedad es muchas veces más medioambiental y educacional que genético, y es resultado de los malos hábitos que incluyen alimentos poco nutritivos, comidas rápidas, escaso consumo de agua, exceso de refrescos, así como desatención en los horarios de comida. Poco ejercicio, demasiada carga emocional e insuficiente descanso, también influyen. Se sabe que es más alto el riesgo de presentar síndrome de intestino irritable y enfermedad inflamatoria intestinal en pacientes que consumen tabaco habitualmente.
“Hay una relación estrecha y compleja entre el cerebro y el intestino, lo que se conoce como el eje intestino cerebro, de allí que las emociones, la depresión y el estrés tengan un efecto directo en el sistema gastrointestinal. El caso de las mujeres es más complicado, porque el eje intestino cerebro no es solo una conexión neurológica o nerviosa entre el cerebro y el aparato digestivo, también influyen la microbiota, la alimentación, el medio ambiente, el aspecto hormonal, la parte de la educación y la parte social” agregó la Dra. López y Pérez.
Se sabe que una microbiota descuidada puede tener influencia en la depresión, ansiedad, obesidad y hay estudios que la relacionan con el mal de Parkinson, o el sistema nervioso entérico, no el sistema nervioso central.
Para el beneficio de la microbiota y como coadyuvante en la terapia clínica de problemas gastrointestinales, se recomienda el consumo de probióticos recetados por el médico, definidos como bacterias vivas que tienen un impacto en la salud, son útiles en el Síndrome de Intestino Irritable, estreñimiento, diarrea crónica funcional, encefalopatía hepática, enfermedad inflamatoria intestinal, entre otros.
De manera paralela al tratamiento médico, hay que entender que son enfermedades crónico intermitentes, por lo que estarán presentes de manera constante en el entorno familiar. Lo recomendable es identificar, junto con el médico, los alimentos que favorecen la salud del paciente, como aquellos que contienen fibra, alimentos de origen vegetal (verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, semillas, nueces, etc.) y los alimentos fermentados, entre otros. Es ocasiones es necesario un cambio en el estilo de vida: evitar comer rápido, saltarse la comida o hacer ayunos prolongados, hacer más ejercicio, disminuir el consumo de alcohol y el tabaco.
Es recomendable que la atención al paciente con problemas gastrointestinales sea integral, ya que puede tener afecciones tan diversas como migraña, fibromialgia, lumbalgia y dolores articulares crónicos, daño dermatológico, entre otros. También es importante la terapia psicológica para atender la parte emocional.
Sin embargo, de manera especial es necesario contar con el apoyo de la familia, la pareja, los amigos o muchas veces, los compañeros de trabajo, para solventar la carga psicológica que representa padecer una enfermedad gastrointestinal y el compromiso del cambio de hábitos.