El violinista David Garrett conquistó al público mexicano en su primera presentación en el Palacio de Bellas Artes

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El violinista David Garrett conquistó por completo al público que se dio cita ayer martes en el Palacio de Bellas Artes para ser testigo de la primera de cinco presentaciones de este artista que se hace acompañar por un violín Stradivarius.

 Luego de casi 120 minutos de música clásica de todos los tiempos, el público ofreció de pie un prolongado aplauso a un simpático y seductor virtuoso del violín que días antes despertó el interés del público mexicano al declararse “enemigo de los muros”, dado su origen alemán.

 Acompañado al piano por Julien Quentin, convenció a los asistentes con un concierto que significó una selección de lo más destacado de sus discos grabados a lo largo de 25 años de carrera.

 Garrett, que desde 2008 tiene el Récord Guinness como el violinista más rápido del mundo, hizo gala de su dominio de la técnica y de su memoria prodigiosa al interpretar la Sonata para violín y piano en la mayor, de César Franck y Leyenda en sol menor op. 17, de Henryk Wieniawski, en la primera parte.

 Ambas obras permitieron tanto al violinista como al pianista desplegar su virtuosismo y su extraordinaria capacidad de comunicación, lo cual fue reconocido por el público.

 La segunda parte estuvo conformada por más de una docena de obras breves con las que David Garrett puso en práctica su destreza para abordar a compositores de diferentes periodos, luego de haber estudiado en la Escuela Juilliard de Nueva York con maestros como Itzhak Perlman.

 “Es extremadamente honesto cuando se trata de la intención del compositor. No realiza desviaciones inusuales de interpretación. Está orientado de una manera muy clásica, porque así es como creció. Así que estoy muy impresionado de cuán fielmente interpreta las intenciones del compositor. En otras palabras, utiliza su técnica y su hermoso sonido para servir a la música que toca. Y eso es muy importante”, dijo en una ocasión el director Zubin Mehta cuando lo dirigió en 2013.

 De esa forma, vinieron piezas como Romanza andaluza, de Pablo de Sarasate; Humoresque, de Antonín Dvořák, la marcha de la ópera El amor por tres naranjas, de Serguei Prokofiev, y otras, que fueron seduciendo poco a poco a los escuchas y preparando el momento cumbre de la noche.

 A partir del Rondino para un tema de Beethoven, de Fritz Kreisler, se desató un vendaval de música de manera vertiginosa que siguió hasta el final con piezas como Csárdas, de Vittorio Monti, La capricieuse, de Edward Elgar y la Polonesa en re mayor, de Wieniawski.

 Entre pieza y pieza el artista se dio tiempo de hablar de sus obras favoritas y de lo importante que han sido en su trayectoria.

 Así llegó el clímax del concierto, tal vez con Melodía en mi bemol mayor, de Piotr Ilich Chaikovski, las Variaciones sobre un tema de Corelli, de Kreisler y con La ronda de los duendes, de Antonio Bazzini, sin faltar El vuelo del abejorro, de Nikolai  Rimski-Korsakov, pieza que le dio en 2008 el Récord Guinness.

 Entre bravos y aplausos, el público de pie coronó esta actuación que se repetirá los días miércoles 8, viernes 10 y lunes 13 de febrero a las 20:00, así como el sábado 11 a las 19:00 en el Palacio de Bellas Artes.