La Ciudad de México antes del centenario del Grito de Dolores

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Conferencia de Guadalupe Lozada León

Sin un Estado tan fuerte como fue el de Porfirio Diaz

, hubiera resultado verdaderamente imposible hacer unas fiestas tan apoteósicas como las que tuvieron lugar con motivo del Centenario de la Independencia en 1910, aseguró la directora general de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, Guadalupe Lozada León.

La funcionaria, quien tiene la maestría en Historia de México por la UNAM, dio una plática en el Centro de Estudios de Historia de México con el tema ‘Las fiestas del Centenario de 1910. Una visión desde el Estado’, durante la cual habló de la manera como se planearon y organizaron una serie de actos de gran magnitud en un país tan alterado como fue México en el siglo XIX.

Prácticamente desde que se inició el siglo XX México comenzó a prepararse para el centenario, dijo Lozada. Hay que tomar en cuenta -recordó- que Díaz estuvo en el poder de manera ininterrumpida desde 1884, aunque llegó a la silla presidencial a través de un golpe de Estado en 1876 y se mantuvo hasta 1880 cuando, para respetar su lema de ‘no reelección’, dejó la primera magistratura y se quedó en su lugar su compadre Manuel González de 1880 a 1884.

En 1884 Díaz regresó a la presidencia porque ya se había modificado la Constitución, que en un principio él mismo había cambiado para que no hubiera reelección porque sostenía que Benito Juárez se había perpetuado en el poder, para que pudiera darse la reelección siempre y cuando hubiera un periodo intermedio. Resulta que en 1888 se volvió a reformar -los periodos eran de cuatro años- para que pudiera haber otra vez reelección ininterrumpida, de tal suerte que justo cuando se celebró el centenario en 1910 ya llevaba 26 años continuos en el poder.

Explicó Lozada que a partir de 1900 la ciudad de México tuvo una verdadera transformación; la metrópoli se preparó en el aspecto urbanístico, ya que en aquel tiempo la aplicación de las Leyes de Reforma de Benito Juárez había dejado una enorme destrucción, sobre todo de los conventos, muchos de los cuales habían permanecido en ruinas durante bastante tiempo.

Con la llegada de Díaz al poder se promovió el trazo de nuevas calles sobre lo que habían sido los conventos, para darle a la capital de la República esa imagen de ciudad ordenada. Eso incluyó la construcción de grandes obras públicas que habían sido postergadas por muchos años.

Recordó la maestra Lozada León que Benito Juárez creó una serie de instituciones fundamentales sin las cuales Porfirio Díaz no hubiera podido gobernar durante tanto tiempo; Juárez sentó las bases del Estado mexicano y fueron las que le dieron oportunidad a Díaz de establecer y fortificar las instituciones ya existentes, lo que es muy importante, precisó.

La trascendental obra pública

En esa etapa porfiriana previa a las fiestas del centenario fue cuando se inauguraron las grandes obras públicas como el Hospital General construido en 1905 -estaba en el mismo lugar que ocupa hoy junto al Centro Médico Nacional-, el cual vino a sustituir a los hospitales heredados del virreinato y estaba a la par de los mejores del mundo, tenía cámara de rayos X y lavandería, algo inusitado en ese tiempo; la Penitenciaria de Lecumberri, que suplió a la terrorífica cárcel de Belén, se estrenó en 1901 (su edificación se había iniciado en 1885), contaba con todos los servicios penitenciarios y también podía considerarse como una de las mejores del mundo.

Además se erigió el Palacio de Correos en 1907, frente al Colegio de Minería, y después de que se demolió el antiguo hospital San Andrés, se edificó ahí el espléndido Palacio de Comunicaciones cuya inauguración estuvo ya a cargo del presidente Francisco I. Madero y actualmente es el Museo Nacional de Arte.

Asimismo, se crearon el Instituto Geológico Nacional, inaugurado en 1906 y cuyo magnifico edificio aún existe enfrente de la alameda de Santa María y ahora es el Museo de Geología de la UNAM, y el Instituto Médico Nacional que se abrió en1890 en un imponente inmueble ubicado en la esquina de Balderas y Ayuntamiento, hoy en muy mal estado; pertenece a la Conagua y alberga el Archivo Histórico del Agua. Estos institutos tenían como finalidad el estudio y la investigación, cosa que no se veía en el siglo previo.

Todo lo anterior estuvo acompañado de la introducción de servicios municipales, entre ellos el agua potable que entonces no llegaba a las casas; había pozos en algunas viviendas, en otras llegaba por tubería a una fuente, pero la mayor parte de la gente tenía que esperar al aguador o ir a las fuentes a recoger el agua que venía por los acueductos, lo cual complicaba la sanidad; Porfirio Díaz emprendió una de las obras más grandes -que yo la comparo con la del canal de Panamá, dijo la ponente- traer el agua de Xochimilco a la ciudad de México por tubería y llevarse la sucia del drenaje por el famoso tajo de Nochistongo.

El trabajo fue impresionante porque hubo necesidad de atravesar toda la ciudad con tubos para un acueducto que todavía se conserva en la parte alta de Tlalpan, que a su vez traía el agua hasta las bombas de la Condesa que aún existen, medio camufladas, donde empieza el Circuito Bicentenario, indicó la conferenciante.

Surgimiento de nuevas colonias

En este periodo se desarrolló el surgimiento de nuevas colonias. Desde tiempos de Lerdo de Tejada se había comenzado a trazar la colonia Guerrero, que en su momento se llamó Buenavista, pero había muy pocas casas; en 1857 los hermanos Estanislao y Joaquín Flores crearon la colonia de los Arquitectos que no creció mucho pues eran fraccionamientos sin servicios, y fue hasta finales de los 80 (siglo XIX) cuando se dio el permiso para la construcción del trazo de la colonia Juárez, entonces llamada del Paseo y conocida popularmente como colonia americana porque fue una compañía estadounidense la que después de muchas vicisitudes concretó su desarrollo con todos los servicios, tales como agua, luz eléctrica y calles perfectamente trazadas.

A partir de entonces todos los servicios los tenía que poner la compañía constructora. Quienes se fueron a vivir a la colonia Juárez comenzaron a hacer unos palacetes impresionantes como los de la señora Braniff o los Sánchez Juárez; y sólo mucho tiempo después se iniciaron las construcciones sobre Paseo de la Reforma, porque esos terrenos se los había quedado el Banco Nacional de México al que los primeros fraccionadores le debían dinero. Asimismo, aparecieron nuevas colonias como Roma, Juárez, Santa María y San Rafael, que fueron las más importantes y las que más auge alcanzaron durante el porfiriato, dijo la maestra Lozada León.

Ese fue el preámbulo para que la ciudad de México recibiera las grandes fiestas por el Centenario de la Independencia, que comenzaron a organizarse tres años antes con el establecimiento de una comisión encabezada por el gobernador del entonces Distrito Federal, Manuel de Arango y Escandón, y de la que formó parte el escritor y diplomático Federico Gamboa, a solicitud expresa del presidente Díaz. (Concluirá)