CONTRAFILO
Por José García Segura Muerta de miedo ante la posibilidad de ser contagiada y morir en plena pandemia, Claudia Sheinbaum se aventó como el borras: El “Hoy no circula”, aplicable a cinco millones de vehículos independientemente del holograma, sería obligatorio para todos a partir del jueves 23 de abril.
Cuando la regenta de la Ciudad de México despertó, trató de corregir su error: “de esta medida quedan excluidos taxis, transporte de carga, personas con discapacidad y autos conducidos por médic@s y trabajador@s de la salud”.
La Chein anticipó que el ordenamiento sería aplicable en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), que incluye 16 alcaldías de la capital y 18 municipios del Estado de México.
La Ciudad de México, en particular Iztapalapa y Gustavo A. Madero (donde se ubica La Villa) registra más casos de contagio que los estados de México, Baja California, Nuevo León, Jalisco Sinaloa, Tabasco, Quintana Roo, Puebla, Coahuila, Veracruz o Yucatán
Con todo y que la CDMX es el centro político, económico y social del país, como en los años de la peste, el turismo, comercio e inversión extrajera están “en aislamiento obligatorio”, lo que genera pobreza y desempleo galopante.
Un reporte reciente refiere 14,677 contagios, 8,239 sospechosos y 1,351 fallecidos a nivel nacional.
En el mundo ya van 200 mil muertes y los contagios sumaban 3 millones. Deje le cuento:
En España, a partir del 2 de mayo la gente “podrá salir a hacer deporte de manera individual” o salir a pasear “con la persona con la que convivimos”.
En Francia, el regreso a clases será el 12 de mayo, en grupos no mayores a 15 alumnos.
En Argentina, el aislamiento, que terminaría este domingo, se extendió hasta el 10 de mayo.
En México, la pandemia podría estar bajo control en agosto o septiembre, aunque el presidente Obrador se comprometió a reactivar la economía el 1 de julio.
Para ello, ofreció poner fin, mandar al carajo la consigna de la época colonial de “se acata, pero no se cumple”.
En aquellos años los virreyes y las audiencias obedecían al rey, pero tenían autoridad discrecional, de tal forma que en ocasiones lo ordenado no se llevaba a cabo debido a algún error, por tratarse de una injusticia o porque estaba en contra de sus intereses.
Crónicas de la época refieren que la autoridad besaba la real cédula e invocaba la fórmula “obedezco, pero no cumplo”.
Qué tiempos aquellos, señor don simón, en que las leyes mexicanas eran respetadas y acatadas.
La semana anterior, el presidente, con su inmenso poder, reprochó: “Eso lo padezco de manera diaria, que doy una instrucción, pero no se cumple o tarda”.
Expertos en el tema aseguran que, si una norma es contraria al Derecho o nociva, “carece de fuerza y no obliga”.