Conferencia del historiador Octavio Spíndola Zago
(Segunda y última parte)
Con la llegada de los jesuitas a la Nueva España en 1572 se establecieron colegios para indios, como el del Espíritu Santo en Puebla, o el de San Ildefonso la ciudad de México, que se caracterizaron por la impresión y traducción de materiales para la catequesis, así como de textos para la Universidad de los sacerdotes que se formaban en Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo en la capital novohispana.
También fue parte de su labor establecer misiones en el nuevo mundo para llevar a los naturales de estas tierras su obra civilizadora y evangelizadora con el objetivo de crear aquí una comunidad con los beneficios y cualidades de la sociedad cristiana europea, comentó Octavio Spíndola Zago en una plática que ofreció en el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), con el título “Proyectos de colonización: inmigración italiana siglos XVII-XX”.
Entre los jesuitas italianos llegados a la Nueva España ya en el siglo XVII destacaron Juan María de Salvatierra Visconti, quien estudió en el colegio jesuita de Parma y fue enviado al virreinato donde concluyó sus estudios teológicos e impartió clases de retórica en los colegios de la compañía en Puebla, misionó diez años con los rarámuris de Chihuahua, fue rector de los colegios jesuitas de Guadalajara y Tepotzotlán -uno de los más importantes del Estado de México-; en 1697 recibió permiso para ir en la expedición a las Californias y fundó la primera misión en esos territorios, la de nuestra señora de Loreto.
Giovanni Battista Schiappapietra, originario de Liguria, llegó al nuevo reino de León, hoy Nuevo León, para participar en la pacificación de “las oleadas chichimecas” y escribió la primera historia del nuevo reino de León de 1650 a 1790. Sin duda, uno de los más famosos jesuitas fue Eusebio Francesco Chini o Kino, natural del Tirol y ordenado jesuita en Austria, quería ir de misionero a China, pero la compañía lo envió a la Nueva España, a la Primeria Alta como se le llamó a Sonora y Arizona, donde fundó las primeras misiones.
Boturini, italiano ilustre
Un italiano destacado del periodo novohispano fue Lorenzo Boturini Benaduci, quien llegó al puerto de Veracruz en 1736 con el encargo de cobrar las rentas de la condesa de Santibáñez; este lombardo luego empezó a fascinarse por los documentos precolombinos, comentó el historiador egresado de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Boturini se dio a la tarea de ‘rescatar’ anales y códices, aunque sus detractores dijeron que sólo saqueó porque tomó prestados documentos de la biblioteca de Carlos Sigüenza y Góngora que nunca devolvió, pues los integró a su propia colección, hoy llamada Museo Histórico Indiano, explicó Spíndola Zago.
Boturini fue uno de los primeros en promover la coronación de la virgen de Guadalupe, pero como había debates teológicos muy enconados al respecto, el Arzobispado de la ciudad de México veía con desconfianza que un italiano estuviera metiéndose en asuntos teológicos y solicitó que fuera expulsado de la Nueva España. En retribución a su obra el rey lo nombró ‘Cronista de las Indias’, pero no permitió que le enviaran sus documentos y muchos de ellos se fragmentaron o se perdieron, otros están actualmente en la Biblioteca Nacional de Antropología. Boturini murió sin ver coronada a la virgen de Guadalupe y sin publicar su gran tratado, pero dejó con su ‘Historia general de la América septentrional’ un pequeño bosquejo de las líneas que seguía su investigación.
Artistas y militares italianos en la vida mexicana
El siglo XIX fue bastante turbulento y hubo muchos conflictos, a pesar de lo cual México se convirtió en una mina de oro para muchos extranjeros que querían venir a hacer la América, explicó Spíndola Zago, integrante de la Red de Investigadores del Fenómeno Religioso en México.
Los italianos que llegaron en siglo XIX fueron principalmente artistas y militares, Pietro Gualdi, quien realizó el álbum de litografías ‘Monumentos de Méjico’ que contiene dibujos de muchos edificios de la ciudad de México de los que no podríamos conservar memoria si no fuera por sus litografías o Claudio Linati, que con ayuda de José Gracida, Carlo Satanino y Luigi Brotti de Scagnello, fundó el diario “El iris”, en el que se publicó la primera litografía que conocieron los mexicanos en su edición del 4 de febrero de 1826.
Sin duda, comentó Spíndola Zago, el más conocido de ellos fue Adamo Boari, ingeniero civil cuyas obras más notables fueron la parroquia de Matehuala en San Luis Potosí, el templo expiatorio de Guadalajara, así como el Palacio de Correos y el de Bellas Artes en la ciudad de México.
Los militares que participaron activamente en la vida política mexicana fueron Vicente Filísola (Ravello, Italia,1784), invitado por el ejército español a servir en la causa realista contra la insurgencia en la Nueva España. Fue comandante de la División Protectora Mexicana, donde conoció a Agustín de Iturbide, a quien siguió para participar en el sueño imperial. Luego Filísola participó en la guerra de Texas de la que dejó testimonio en “Memorias para la historia de la guerra de Texas, 1848-1849”.
Y Luigi Gilardi, militar liberal y republicano que vino a México en 1853 y se unió a la Revolución de Ayutla contratado por el general Santos Degollado, a cuyo lado estuvo en la derrota de Tizayuca de 1855, después combatió en la Sierra Gorda contra Tomás Mejía, fue gravemente herido en el sitio de Puebla de 1856 y regresó a Europa para recuperarse. Regresó a México para incorporarse al Ejército de Oriente y de nuevo participó en otro sitio de Puebla en 1863.
Colonias italianas durante el porfiriato
Cuando Porfirio Díaz llegó a la presidencia en 1880, el chihuahuense Carlos Pacheco Villalobos, quien había sido gobernador de la ciudad de México, Puebla y Morelos, ocupó el Ministerio de Fomento, Comercio e Industria (1884-1890) y uno de sus proyectos más ambiciosos fue retomar el establecimiento de colonias de extranjeros, explicó el especialista en teoría historiográfica.
Entonces el gobierno mexicano firmó convenios con dos empresas de inmigración italiana, la que más colonos trajo fue Robatto de Livorno; en aquel tiempo el gobierno de Italia validó esos esfuerzos de colonización de México, porque durante todo el siglo XIX era común que empresas de dudosa procedencia les prometieran a los italianos que en Sudamérica iban a tener mejor vida y resultaba que los estafaban.
El caso de México era diferente porque había convenios firmados con el gobierno que le daban certeza jurídica a su similar italiano, además la empresa encargada de llevar a los colonos del puerto de Génova al de Veracruz estaba legalmente validada ante el ministerio del interior italiano, si algo salía mal el gobierno de Italia podía intervenir y defender a sus ciudadanos, pero llegaron muy pocas personas. “La población extranjera mexicana nunca ha rebasado el uno por ciento del total, México es un país históricamente exportador, expulsor y no importador de emigrantes”, precisó Spíndola Zago.
De 1881 a 1883 se establecieron seis colonias de italianos en la república mexicana: la Ascensión en la ciudad de México, la Díez Gutiérrez en San Luis Potosí, la Manuel González en Veracruz, la Porfirio Díaz en Morelos y las Carlos Pacheco y Fernández Leal en Puebla.
Por la cantidad de dinero que gastó el gobierno de Díaz en el proyecto se supondría que el presidente tenía la intención de que tuvieran éxito y se desarrollaran, pero -en parte por la corrupción- fracasó y en menos de diez años las colonias desaparecieron; sólo sobrevive la Fernández Leal, hoy Chipilo, concluyó el historiador.