ABANICO/ Los equilibristas

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Por Ivette Estrada

Todos somos equilibristas. Tratamos de promocionar nuestro trabajo y aciertos, pero al mismo tiempo buscamos de no dar una imagen de engreimiento.

Esto representa una búsqueda incesante y acentuada en los grupos subrepresentados en las empresas: mujeres, personas muy jóvenes o “viejas”, quienes pertenecen a la comunidad LGBT, son indígenas o tienen alguna enfermedad. También resulta muy ostensible en las personas que provenimos de familias donde la humildad representa un valor esencial.

¿Qué pasa entonces? Tradicionalmente asumimos que destacar y autopromocionarnos es malo. Entonces solemos “pasar desapercibidos”, como si la visibilidad y el propio brillo fueran algo negativo. Sin embargo, es anti natural que pasen por alto nuestras capacidades y aportaciones. Entonces podemos extralimitarnos y actuar con excesiva agresividad para “darnos nuestro lugar”.

De la humildad subyugante brincamos al engreimiento. ¿Les ha pasado? A mi si. El aparente narcisismo puede ser una mascarada para evitar ser ninguneado. Pero ¿se puede ser competitivo sin ser odiado por ello? Ese es la pregunta clave entre los equilibristas. La respuesta es si y el método es muy sencillo: compartir el triunfo.

A esto se le llama impulsar el logro dual o promoción compartida. Es lo que hacen los atletas cuando triunfan: le agradezco a mi entrenador y compañeros su empeño en este logro y reconozco el gran desempeño y profesionalismo de quienes me acompañaron en este torneo…

Es decir: no olvidar a quien nos ayudó a conseguir algo. Los líderes natos suelen compartir triunfos con sus equipos de trabajo para lograr mayor colaboración y ayuda.

El triunfo dual, al mismo tiempo, permite visibilizar lo que hacemos, que se nos adjudiquen capacidades y aciertos, pero sin que asuman que somos personas complicadas o difíciles de tratar.

Es posible que esto parezca intrascendental, pero todos necesitamos destacar para avanzar laboral y socialmente. Sin embargo, no queremos que el precio de esto sea el repudio u ostracismo.

Entonces, ¿es posible la auto promoción sin caer en el intento? Si, sólo si es dual. Sólo si se comparte con los equipos de trabajo, compañeros, jefes o cualquiera que haya ayudado a generar un éxito. Sólo si tenemos la humildad de reconocer la valía y profesionalismo de otros competidores si se trató de un certamen.

No caer en el excesivo protagonismo es crucial para establecer bases de colaboración y apoyo. Esto es tan importante como estar cómodo con el reconocimiento y las promociones y no socavar los méritos propios.

Pertenecer a un grupo subrepresentado es una experiencia difícil que muchas veces nos obliga a querer pasar inadvertido, a no querer que nos noten. Sin embargo, esta actitud, acendrada por la cultura familiar de humildad, puede estancar la carrera profesional o percatarnos, en un momento determinado, de que somos desvalorizados incluso en el ámbito personal e íntimo.

Así, asumamos un seguro punto medio: compartamos el éxito. Muchas gracias por leerme.