Ante situaciones como la violencia y la actual política del gobierno federal hacia la ciencia, existe un “riesgo brutal” de perder generaciones de científicos mexicanos que no tienen condiciones para ejercer su profesión en el país, señaló el científico Antonio Lazcano.
Lazcano Araujo es integrante del Colegio Nacional, investigador nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México y el primer latinoamericano que ha ocupado —dos veces consecutivas— la presidencia de la Sociedad Internacional para el Estudio del Origen de la Vida (ISSOL, por sus siglas en inglés), de la cual Alexander I. Oparin, autor del célebre libro El origen de la vida, y Stanley L. Miller, fundador de la etapa moderna del estudio del origen de la vida, también fueron presidentes.
En entrevista con EL UNIVERSAL dijo que hasta el momento considera “reprobada” a la administración actual por el desdén que ha mostrado tanto hacia la ciencia como hacia la comunidad científica pero que todavía hay tiempo de “corregir” el rumbo.
Pidió al presidente Andrés Manuel López Obrador que “deje el monólogo”, puesto que es poco democrático, y escuche a quienes protestan. También se dijo decepcionado puesto que se esperaría que un gobierno de izquierda apoyara a la ciencia; en lugar, la actual administración ha asumido políticas similares a las de gobiernos populistas de derecha como el de Jair Bolsonaro en Brasil.
– ¿Se corre el riesgo de una fuga de cerebros del país?
La ciencia, al igual que todo el país, requiere de una atmósfera social donde la violencia no sea una amenaza que penda sobre los individuos y las instituciones. Se requiere de una discusión abierta, amplia, de una atmósfera cordial, de convivencia social democrática donde la cultura y la ciencia sean respetadas. Creo que el riesgo de perder generaciones de científicos es brutal.
– ¿Hasta el momento cómo califica la política del gobierno federal en torno a la ciencia?
Como profesor, yo reprobaría al gobierno federal, incluyendo al Conacyt, en estos meses que van. También es cierto que en muchas universidades hacemos una segunda vuelta en donde los alumnos tienen la posibilidad de presentar otro examen. Aún estamos a tiempo para una segunda vuelta, y que se rectifiquen los errores que se han cometido.
– ¿Se le ha dado a la ciencia el apoyo que se esperaba de un gobierno de izquierda?
No, no. Los gobiernos de izquierda a nivel mundial son los que han tenido un proyecto de ciencia y de cultura. Lo que estamos viendo es una denostación de los científicos como si fuéramos parte de una casta privilegiada y corrupta que vive del presupuesto sin dar nada a cambio. No se puede estar arrinconando a las universidades públicas, a los creadores, a los investigadores con falta de presupuesto y declaraciones que parecen buscar una atmósfera de antagonismo entre ellos y el resto de la sociedad.
– ¿A qué se refiere?
Si uno se fija en los gobiernos de Brasil, con el presidente (Jair) Bolsonaro, que es un populista de derecha; en el de (Mauricio) Macri, en Argentina, que es un populista de derecha; en el presidente de Hungría (János Adér) que quiere un control total de la ciencia vía reducción presupuestal, el factor común que tienen es la ausencia de una política cultural y científica, el recorte brutal presupuestal y las limitaciones a las universidades.
– ¿Es comparable con México?
La comparación es inevitable. Es absurdo que el primer gobierno abiertamente de izquierda que tenemos en el país esté haciendo lo mismo. Uno de los grandes triunfos que veo en la sociedad mexicana contemporánea es que ha llegado al grado de maduración donde sus integrantes pueden decir abiertamente “soy de izquierda”. Significa que nos hemos dado cuenta de la importancia de la pluralidad y la democracia, pero que eso no coincida con las políticas de un gobierno que se dice de izquierda es muy decepcionante.
– ¿Se están cumpliendo las expectativas que se tenían?
No lo creo, al menos yo, no puedo hablar por los demás. Pero estamos a tiempo de corregir estos errores.
– ¿A qué atribuye este desdén que identifica del gobierno hacia la ciencia y la cultura?
Hay una imagen muy simplista en donde se favorece esta idea del pueblo ‘bueno y sabio’ con respecto a las élites. La ciencia es elitista, pero tenemos 30 mil investigadores en el Sistema Nacional de Investigadores cuando hace unos años teníamos sólo unos cuantos; esa es una demostración de que ese grupo supuestamente elitista creció. El término se usa con fragilidad y descuido extraordinario. Es una élite, sí, en el sentido de que (los científicos) han pasado por un proceso de preparación que los hace parte de un grupo que tiene una especialidad muy alta, ¿viven en condiciones de lujo? En modo alguno: es gente que cada peso que tienen lo han ganado con un trabajo honesto y están comprometidos con el desarrollo de la nación.
– ¿Qué le diría al presidente López Obrador?
Que rompa el monólogo. Mucha gente se lo ha dicho de muchas, pero no está escuchando. Creo que le gusta mucho verse reflejado en las reuniones, en la plaza pública que es interesante pero no es auténticamente democrática; los monólogos son profundamente antidemocráticos. Le diría que aprenda a escuchar, y que ese atender a las críticas y peticiones se transforme en política pública que correspondan a lo que el país necesita.
– ¿Ha visto un retroceso en el apoyo a la ciencia con respecto a los sexenios anteriores?
Siempre hemos estado retrocediendo. Criticar las políticas actuales del Conacyt no es defender el pasado. Alguien me hizo notar que me quedé callado con los gobiernos anteriores, pero descubrí que desde 1982 he estado publicando cosas en contra de la ausencia de una política científica definida. La crítica no sólo debe ser negativa, sino que tiene que apoyar lo que se ha hecho bien, como el Sistema Nacional de Investigadores, que ha permitido que muchos científicos permanezcan en el país y tengan un nivel de vida decoroso a partir de la producción que incorpora de manera inevitable a jóvenes, estamos creciendo.
– ¿Qué observó de sexenios anteriores?
En 2017, todavía en el sexenio de Enrique Peña Nieto, hubo un recorte presupuestal de 25% que fue brutal: ahí el problema no sólo son los salarios, sino que los institutos de investigación requieren renovación de aparatos, mantenimiento y gente joven que se esté incorporando. Los efectos devastadores de estos recortes los criticamos mucho. Esperábamos que con el gobierno actual la situación mejorara, pero no ha sido así.