Cada quien sus dioses: fuego y caballos, entre los más antiguos

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El mito es la verdad del hecho traducido en palabras, y para los historiadores los mitos son el conocimiento de la vida económica, política y social de las antiguas sociedades, sostuvo la doctora Rosa del Carmen Martínez Ascobereta en su charla sobre mitos celtas, germanos e ibéricos, en la biblioteca ‘Ernesto de la Peña’ de la Fundación Carlos Slim.

Dentro del ciclo ‘Mito, religión y Occidente’, la especialista habló de los pueblos celtas, germanos e ibéricos, todos de origen indoeuropeo que tenían semejanzas no solo en el lenguaje sino en lo religioso, y como la religión la hace el hombre, la de estos pueblos pastores reflejó su forma de ser.

Fueron pueblos dedicados a la cría de rebaños, su riqueza era el ganado y eran evidentemente nómadas, pues no practicaban la agricultura, ni construían ciudades, vivían con el cielo como techo y este les proporcionaba la lluvia para que crecieran los pastos, así como la luz con el sol, la luna y las estrellas, pero además les dio un regalo divino: el fuego a través del rayo.

El fuego significó el primer elemento de confort para el hombre porque le brindaba calor, le permitía cocinar alimentos y le daba luz en la oscuridad; de esta manera, en todas las religiones de estos pueblos indoeuropeos el fuego tuvo un lugar especial y se le ponía un altar en el interior de las moradas.

Como se trataba de pueblos pastores su organización social era patriarcal y fue transportada a sus dioses, por lo cual el cielo fue su Dios Padre, señaló la doctora Martínez Ascobereta, quien es integrante de la Sociedad Mexicana para el Estudio de las Religiones.

Celtas, germanos e iberos avanzaron en su pastoreo por territorios desconocidos rastreando nuevos pastizales para sus rebaños y se encontraron con pueblos sedentarios que ya habían construido ciudades y rendían culto a la Madre Tierra, porque esta les proveía de alimentos; cuando estos pueblos se juntaron, hubo una fusión de mitos y religiones.

En virtud de que los celtas, germanos e iberos tenían caballos, que eran su medio de transporte y los habían domesticado, además de que conocían los metales porque habían tenido contacto con las fuentes de los minerales (las minas) y habían aprendido a trabajarlos para fabricar armas, lograron someter a estos pueblos civilizados, por eso predominó la deidad masculina sobre la femenina, que fue complementaria y supeditada, y así hubo un Padre Cielo y una Madre Tierra, que se unieron en matrimonio sagrado.

Estas conquistas de celtas, germanos e ibéricos provocaron choques en los ámbitos económico, político, social y religioso, de manera que los sometidos sufrieron un impacto, pero en la religión y los mitos se sobrevinieron simbiosis, mezclas o yuxtaposiciones, aseguró la doctora en ciencias de las religiones por la Universidad Sorbona de París.

Otro elemento común en estos pueblos indoeuropeos fue que, unos más temprano que otros, fueron ‘romanizados’, es decir, sufrieron la conquista de los romanos, quienes les inocularon su propia cultura.

Este proceso de civilización romana propició que todos estos pueblos indoeuropeos, que no tenían representación de sus dioses, porque estos estaban en santuarios naturales ya que formaban parte de la naturaleza, tales como ríos, el cielo y los árboles, empezaran a representar a sus dioses.

Sin lugar a dudas, apuntó Martínez Ascobereta, una de las divinidades centrales de estos pueblos indoeuropeos fue el caballo, porque los humanos tienden a divinizar aquello que les favorece, que les ayuda, que les ha aligerado la existencia como para ellos fue el caballo. En Iberia se han hallado en santuarios naturales exvotos equinos.

La también catedrática de la Faculta de Filosofía y Letras de la UNAM dijo que uno de los grandes estudiosos de estas analogías y semejanzas entre los diferentes pueblos indoeuropeos a partir de su religión, fue el francés Georges Dumézil (filólogo e historiador), quien desarrolló una teoría muy importante que es la estructura tripartita de todos estos pueblos tanto a nivel objetivo como de idiosincrasia.

La primera estructura estaría asociada con la soberanía mágico-religiosa, la segunda sería la guerra, pues estos pueblos eran guerreros que conquistaban tierras, y la tercera sería la productividad, relacionada tanto con la fecundidad de la tierra como con la humana. A partir de estas estructuras hizo un exhaustivo análisis comparativo entre los dioses indios, los del panteón romano, los dioses persas, etcétera.

Y este modelo de estructuras resultó muy importante para entender la religión de celtas, iberos y germanos, ya que son dioses supremos, son dioses soberanos (soberanía mágica), también había dioses guerreros ocupando un lugar importante y además dioses o diosas asociadas con la fertilidad y la productividad.

Los mitos que se han conservado hasta ahora de estos pueblos tienen que ver con estas estructuras: dioses soberanos, dioses de la guerra y deidades vinculadas con la fecundidad. Los mitos representan la historia viva de esos pueblos, que la han transmitido de manera oral de generación en generación, porque muchos de esos pueblos eran ágrafos. Cuando los celtas entraron en contacto con los romanos, conocieron el alfabeto latino, también sabían los caracteres griegos y los usaban para sus quehaceres administrativos, pero no dejaron nada escrito.

El mito representa un testimonio histórico

El mito es un objeto construido por la gente en un periodo histórico y es el reflejo de parte de su vida, es un testimonio histórico, tal como lo consideró Michel Meslin, profesor de historia de las religiones en la Universidad Sorbona de París, comentó la doctora Martínez Ascobereta.

La palabra mito apareció por primera vez en Homero y su Epopeya (La Iliada y La Odisea), que es una narración con una serie de elementos sobrenaturales o fantásticos; así el relato es el sentido del mito, lo que se confrontaría con la idea actual de lo que es un mito, asociado con una fantasía, con algo irreal e incluso con una mentira.

Indicó Martínez Ascobereta que el filósofo e historiador rumano Mircea Eliade definió al mito como una narración que habla de algo que sucedió en los comienzos, de cómo algo comenzó su existencia. En estas leyendas intervendrán seres sobrenaturales como los dioses, los espíritus malignos o personajes vinculados a la sobrenaturalidad de sus actos.

Hablar del mito como si no estuviera inserto dentro de un contexto religioso no tendría valor, aseguró la historiadora, puesto que dos elementos son fundamentales en el fenómeno religioso: el mito y el rito. Estos están conformados por iconos o símbolos y vinculados con la representación visible; están inmersos en la creencia.

Y otro elemento que está presente en todas las religiones desde la época prehistórica es la magia, prueba de ello es que en los monumentos arqueológicos más antiguos han sido encontrados restos fosilizados de cadáveres colocados en diversas posturas y con objetos que acompañan al muerto; esto constituía una práctica de carácter mágico para dotar de vida a ese que ya no la tenía, finalizó la doctora Martínez Ascobereta.