La violencia contra las mujeres es un problema universal que hasta hace poco no estaba considerado por los tomadores de decisión para implementar políticas públicas enfocadas al problema, por ello, la investigadora Mary Ellsberg, directora del Instituto Global de las Mujeres en la Universidad de George Washington, en Estados Unidos, se dio a la tarea de recolectar la evidencia necesaria para motivar soluciones.
Desde hace 20 años Ellsberg se dio a la tarea de poner la ciencia al servicio de la sociedad, primero para demostrar que en países como Nicaragua existían muchos más casos de violencia de los que se tenían registro y, segundo, para empoderar a las mujeres locales a levantar su voz, denunciar y exigir respeto a sus derechos humanos.
“Solemos pensar que la violación y el abuso lo hacen los desconocidos en un callejón obscuro o soldados entre los arbustos cuando las mujeres van a recolectar madera o agua, aunque estas también son situaciones peligrosas, los hallazgos principales de casi dos décadas de investigación demuestran que las mujeres y jóvenes peligran mucho por alguien a quien conocen y en quien confían. Un amigo, un compañero de clases o más seguido su pareja o un miembro de la familia”, explicó la investigadora.
Sin embargo, la violencia es prevenible, aunque se requiere de la participación conjunta de la población y las autoridades locales no solo para implementar y perfeccionar las leyes que protejan a las mujeres sino para modificar a la larga el discurso social y las relaciones simbólicas que les dan sustento.
Poco después de que su estudio, titulado “Confites en el infierno; prevalencia y características de la violencia conyugal hacia las mujeres en Nicaragua”, revelase que una de cada dos mujeres había experimentado abuso sexual por parte de su pareja, surgieron movimientos sociales para exigir que se implementaran leyes al respecto, lo que a la larga ayudó a reducir el número de maltratos y le dio voz y consuelo a todas aquellas mujeres que por fin encontraron un lugar para contar su historia y se dieron cuenta que no estaban solas. Las mujeres estaban muy contentas de hablar del tema aunque era la primera vez que discutían esta violencia”, explicó la investigadora.
Más aún, el tema del maltrato se posicionó dentro de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), mientras que instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) así como locales en diversos países, como el Colegio de México, comenzaron a involucrarse para ampliar la información, que se presentó en un estudio posterior realizado en 10 países con 24 mil mujeres que habían experimentado violencia física o sexual por sus parejas y otros.
El estudio titulado “Estudio multi país de la OMS sobre la salud de las mujeres y la violencia doméstico contra las mujeres”, demostró que cuando la ciencia trabaja de manera conjunta y en colaboración es mucho más posible que tenga impactos positivos hacia la sociedad.
Aunque no es solo obligación de la ciencia provocar dichos cambios; una vez que ya se cuenta con la información y los datos, el resto es labor de los actores sociales.
“El activismo es importante. El gobierno y la policía no cambian solo porque hay una ley o porque la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o los objetivos de desarrollo sostenible les dicen que hay una ley o algo (…) lo que los hace cambiar son las mujeres (…) las movilizaciones”, concluyó Ellsberg.