Por Alan Ramírez Flores, CEO de Coperva y autor de Liderazgo para tod@s
“No sobrevive el más fuerte sino el que se adapta más rápido”, es una sentencia que cobra vigencia en la era de la pandemia. Las organizaciones que presentan soluciones inmediatas y adecúan productos y servicios a un mercado recesivo y altamente demandante son los que permanecen. Los “lentos” desaparecen o pierden cuotas importantes de mercado.
La agilidad es el signo de nuestro tiempo. Normalmente ofrece alrededor de un 30% de aumentos en eficiencia, satisfacción del cliente, compromiso con los empleados y rendimiento operativo.
Pero la agilidad no es algo fortuito. Implica un proceso integral como asegurarse de que el mejor equipo está listo, ser intencional e ir tras el valor, ir más allá de los equipos ágiles y mantener la alta velocidad.
La preparación es clave para ejecutar una transformación exitosa, al igual que el compromiso total de la dirección. Esto implica cambios sustanciales en el equipo como generar nuevas capacidades, contar con gente nueva, abandonar la ilusión de control para generar un empoderamiento auténtico en cada miembro del equipo de trabajo y analizar qué necesitamos aprender.
La etapa de preparación debe ser lo más práctica posible. Visitas a otras empresas, conversaciones con sus par y ejemplos de casos compartidos por expertos ayudan a explicar lo que significa el trabajo ágil a nivel empresarial. Es importantes realizar simulaciones inmersivas y ejercicios de liderazgo que permitan a un equipo experimentar la agilidad empresarial como individuos que lideran el nuevo modelo operativo.
Otro punto crucial para generar una compañía ágil es la transformación audaz, deliberada y ejecutada como un esfuerzo coordinado, concertado y consistente. La dirección debe tener claro dónde está el valor y movilizar a toda la organización para perseguirlo de una manera planificada.
Ahora, a medida que se lanzan equipos más ágiles, las estructuras y el apoyo que los rodea también deben ser reajustados. Es necesario hacerlo de forma integral. El modelo operativo es un sistema, y al cambiar un solo elemento sin dirigirnos a los demás, lo paralizaremos. Por lo tanto, las organizaciones deben prestar atención constante a la estrategia, estructura, procesos, personas y tecnología empleadas. Aquellas organizaciones que cambian solo una parte a menudo encuentran fricción entre las viejas costumbres y las nuevas.
Por otra parte, si bien el cambio debe ser integral, también debe ser rápido, pues tomar más de 18 meses reduce las posibilidades de éxito.
Hace unos años, las transformaciones de agilidad empresarial eran el dominio de unos pocos pioneros audaces que tenían que descubrir o crear el camino a medida que avanzaban. Ahora, la mayoría de las organizaciones compite para transformarse en un modelo operativo ágil. Se convierte en una corriente principal en muchos sectores: el gran cambio hacia la agilidad empresarial está en marcha.
Ahora la agilidad pasa de la teoría a la práctica, de un enfoque no probado a una forma probada de impulsar el rendimiento y obtener una ventaja competitiva. Sin duda, la velocidad marca la permanencia en el mercado. Darwin no estaba errado.