El apoderamiento paulatino de Francia por el islam, cómo se va infiltrando en las universidades, en la cultura y en la política hasta ganar la presidencia de un país emblemático por su libertad de pensamiento, en el escenario de una Europa desencantada de la democracia, es la tesis que plantea el escritor francés Michel Houellebecq en ‘Sumisión’, su novela más reciente.
El polémico autor sitúa la acción en el París de 2022, año de elecciones presidenciales, con un entorno de ciudadanos hastiados de las promesas políticas, de la actuación de los partidos de derecha e izquierda; llenos de desprecio total por sus élites dirigentes y mediáticas, agobiados por los problemas económicos… sin alicientes para un futuro mejor.
La tesis que plantea Houellebecq es la de una conquista relativamente pacifica -porque antes de la jornada comicial los atentados han llegado a París, hay tiroteos y explosiones que los medios de comunicación tratan de ocultar- de Francia por parte del islam a través de su paulatina penetración en la Sorbona, donde las alumnas musulmanas -sin velo, por supuesto- que estudian disciplinas como historia o literatura se multiplican y los catedráticos afines al islam escalan peldaños vertiginosamente.
En ‘Sumisión’ (Editorial Anagrama, primera edición mexicana, mayo 2015, 281 páginas) la novela de tesis se transforma en planteamiento de una hipótesis: la irrupción del islam en Francia está financiada por los países árabes petroleros que invierten mucho dinero para poder controlar al país, aprovechando el marasmo de una sociedad decadente que ha perdido la fe religiosa, los ideales políticos, el concepto de familia y permanece pasiva ante modelos económicos agotados y subsiste por una suerte de rutina en la que pocos o ninguno interfiere.
Este escenario permite el triunfo de un partido islamista en Francia en las elecciones presidenciales de 2022, que pone fin al bipartidismo tradicional; Houllebecq ubica el contexto de estos comicios al final de un segundo mandato de François Hollande y con el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen a la cabeza de las intenciones de voto; entonces socialistas y conservadores forman un frente republicano en apoyo del candidato musulmán moderado Mohammed Ben Abbes, quien así llega a la presidencia.
Lo que en una primera instancia había provocado desasosiego en la población -el autor solo presenta el sentir de los catedráticos, por ser el protagonista de la narración, François, uno de ellos- se transforma en una rápida aceptación de los franceses de las medidas impuestas sin violencia directa para implantar una sociedad islamista, con todo lo que ello implica.
El autor deja ver en sus planteamientos que la presencia política, cultural y demográfica del islam en el interior de Francia le ha cambiado el rostro para siempre. Pero resulta inverosímil la mansedumbre de una sociedad, cuna del enciclopedismo y del libre pensamiento, para someter su libertad al control de las costumbres sociales y religiosas del islam.
La obra sugiere que el nuevo régimen musulmán consigue ese objetivo con la inversión de exorbitantes sumas de euros destinadas de manera fundamental a la Sorbona (que tiene varias divisiones), ofreciendo a los profesores sueldos millonarios a cambio de su conversión al islam y otorgando pensiones adelantadas muy superiores a las que obtendrían al momento de retirarse a aquellos profesores que no lo hicieran, quizá como una manera de comprar su silencio, su sumisión.
De tal suerte que docentes mediocres y acomodaticios -quienes consideran a sus alumnos de doctorado como molestas plagas que los incomodan con sus cuestionamientos- pasan a ser conversos por conveniencia o abulia, nunca por convicción, y es que en ‘Sumisión’ no hay verdaderos creyentes, ni cristianos ni musulmanes; incluso para Ben Abbes se trata de una opción política.
Pero más que una fantasía política, esta novela se revela como una grotesca burla de la Francia socialdemócrata del siglo XXI, y por extensión de Europa, considera el escritor Jorge Volpi, quien sostiene que Houllebecq muestra esta conversión al islam como una alternativa lógica para una Europa exánime, hundida en sus propia decadencia por el agotamiento de modelos, la apatía hedonista del gente, la mezquindad de los políticos alejados del sentir popular, el consumo que no colma los anhelos profundos y el oportunismo de aquellos que se cambian de bando o se convierten a la ideología dominante para medrar.
Y en este punto surge el cuestionamiento acerca de qué sería capaz de entregar la sociedad actual a cambio de menos paro y delincuencia, más placer y orden, tal vez más de lo que se atrevería a reconocer.
Mención aparte merece la misoginia del autor, pues la manera en que se habla de las mujeres en ’Sumisión’ es reaccionario, ultraderechista y ofensivo, además de que no se les concede la posibilidad de ser más que objetos sexuales o utilitarios del hombre.
Como ejemplo, baste citar que para François -el catedrático de la Sorbona París III protagonista de la narración- luego de una larga plática con el ministro de Educación Robert Rediger en favor del islam, solo encuentra una ventaja en esa religión “tener una esposa de 40 años para la cocina y una de 15 para otras cosas…”.
Sin embargo, para inventar un futuro próximo es importante que lo narrado al lector sea creíble y no acabe con la ridícula conclusión de que en algunos años será interesante convertirse al islam -en caso de ser hombre- porque podrá disfrutar de la poligamia.
En este sentido, la española Maite Larrauri -escritora y profesora de filosofía- apunta que en el caso de esta novela todas las voces masculinas a las que se les dota de discurso vienen a ser una misma, trátese del protagonista, del ministro de Educación, del espía de la policía secreta, del profesor de la Universidad; es un discurso monocorde, no hay voces disonantes, y mucho menos voces femeninas con argumentación.
Ello significa que Houllebecq no encuentra en sí mismo ninguna contradicción, ni antítesis, ni matiz: su mundo es plano, pobre, monolítico, a pesar de que en Europa existen pocas mujeres dispuestas a prescindir de su libertad y aceptar la imposición del islam sin chistar; eso resulta absurdo, apunta Larrauri.
Hacia el final del libro el lector se entera de que en Bélgica -ahí donde ahora sabemos se gestan los atentados terroristas contra Europa-, poco después del triunfo de la Hermandad Musulmana en Francia, también se hace del poder el Partido Musulmán, que contaba con una posición mayoritaria pues había logrado penetración en las regiones flamenca y valón. Lo que de ninguna manera está alejado de la realidad, pues cifras de 2014 revelan que un seis por ciento de los11 millones de habitantes de Bélgica son de origen musulmán.
Se trata de una obra en cuya primera mitad, Houllebecq logra un clima y ritmo de thriller preapocalíptico en el advenimiento del fin del mundo tal y como lo conocimos, a una velocidad realmente trepidante, pero después da un bajón y pareciera que el autor se hubiera cansado de su propia obra dándola por acabada antes de terminarla, hasta llegar a un desenlace más que previsible.
Houlllebecq utiliza en esta obra una estructura clásica de ‘diario del protagonista’ con una serie de oportunas entrevistas, que dan como resultado una especie de documental novelado en el cual, por cierto, el escritor francés Joris-Karl Huysmans es un personaje importante pues François es una eminencia en este autor al que dedicó su tesis doctoral.
Esta situación lleva a Houllebecq a un abuso de las reflexiones en torno a la figura de Huysmans, escritor del siglo XIX, una figura más bien amarga y pesimista que escribió hacia 1884 la novela ‘A contrapelo’, considerada la cumbre del decadentismo decimonónico, pero también de conversaciones reiterativas y que se alargan innecesariamente.
Así, la narración llega al final casi deshilachada y desinflada demasiado pronto para la fuerza plasmada al principio… solo queda la ironía de que la sumisión, entregando valores como el libre albedrío a cambio de fuertes sumas de petrodólares para las instituciones académicas, abultadas jubilaciones y la posibilidad de la poligamia oficializada, logre que los franceses -y europeos en general- recuperen la ilusión por vivir.
Post scriptum
Michel Houllebecq (1956, Saint-Pierre, isla de la Reunión, departamento de ultramar de Francia al este de Madagascar) poeta, ensayista y novelista francés cuyas obras más destacadas son un ensayo titulado ‘H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida’ (1991), y las novelas ‘Ampliación del campo de batalla’ (1994), que ganó el Premio Flore, ‘Las partículas elementales’ (1998), que fue considerado mejor libro del año por la revista ‘Lire’, ‘Plataforma’ (2002) y ‘El mapa y el territorio’ (2010), que obtuvo el Premio Goncourt en ese año. Es autor de los libros de poemas ‘Sobrevivir’, ‘El sentido de la lucha’, ‘La búsqueda de la felicidad’ y ‘Renacimiento’.
Houllebecq también ha sido galardonado con los premios IMPAC (2002), Schopenhahuer (2004) y Leteo (2005).