Cuando se cierra un libro después de haber leído la última página, inevitablemente el lector experimentará alguna emoción positiva o negativa, pero es seguro que no permanecerá indiferente, pues de acuerdo con un estudio realizado por el equipo de neurocientíficos de la Universidad de Emory, en Atlanta, Estados Unidos, leer aumenta la inteligencia emocional, el desarrollo psicosocial, el autoconocimiento y el cultivo de la empatía.
Además, reduce el estrés, estimula la creatividad, enriquece el mapa referencial de cada individuo, al tiempo que refuerza sus procesos cognitivos y afina la memoria, sostiene el escritor y profesor de Psicología Cognitiva de la Universidad de Toronto, Canadá, Keith Oatley.
Por su parte, la doctora en literatura Natalie Phillips, responsable de una investigación que llevó a cabo un equipo interdisciplinario de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, explica que la lectura mantiene el cerebro en forma y contribuye a que la mente permanezca saludable e incluso podría ayudar a prevenir el Alzheimer.
Y es que expertos en neurobiología, radiólogos y estudiantes de humanidades de esa universidad, comandados por la doctora Phillips, buscan desentrañar la relación entre la lectura, atención y distracción mediante un estudio en el que además de tener en cuenta lo que se lee, se considera también cómo se lee, ya que ambas variables moldean las funciones cognitivas.
Las pruebas, que consistieron en meter a los participantes en una máquina de resonancia magnética conectada a su vez con un dispositivo de seguimiento de ojos mientras estaban leyendo, revelaron que durante la lectura se registra un incremento sustancial e inesperado en el flujo sanguíneo en el cerebro, más allá de las áreas responsables de la ’función ejecutiva’, la normalmente asociada con prestar atención a una tarea.
La doctora Phillips considera que “las herramientas de la neurociencia dan un panorama más grande y rico de la manera en que la mente humana se compromete con el arte o con la compleja experiencia que conocemos como lectura literaria”. Porque prestar atención a textos literarios requiere la coordinación de múltiples funciones cognitivas complejas; este tipo de lectura facilita el pensamiento analítico y crítico, apunta.
La lectura obliga al cerebro a pensar, ordenar ideas, interrelacionar conceptos, memorizar e imaginar, en síntesis, estimula la actividad cerebral y fortalece las conexiones neuronales, lo cual permite mejorar la capacidad intelectual estimulando las neuronas, explica el coordinador del grupo de estudio de conducta y demencias de la Sociedad Española de Neurología, Guillermo García Ribas.
El médico asegura que un cerebro activo no solo realiza mejor sus funciones, sino que incrementa la rapidez de la respuesta, de manera que muchos estudios relacionan el nivel de lectura y escritura con el aumento de la reserva cognitiva (capacidad que tiene el cerebro de resistir o minimizar posibles daños).
García Ribas precisa que desde el punto de vista de la neurología -su especialidad- el concepto de reserva cognitiva se ha revalorado en virtud de la demostración de que es un factor protector ante los síntomas clínicos de las enfermedades neurodegenerativas, debido a la relación directa entre la reserva cognitiva y el buen funcionamiento cognitivo-ejecutivo del cerebro cuando el individuo envejece.
Está comprobado que cuanto mayor reserva cognitiva posee una persona, más capacidad tiene su cerebro para compensar el daño generado por ciertas patologías que lo afectan; leer retarda y previene la perdida de la memoria, por ello permitiría retrasar la aparición de las enfermedades neurodegenerativas y reducir el número de casos, comenta.
Abundando en este tema, la psicóloga mexicana Feggy Ostrosky-Solís señala que una prueba más de que la lectura tiene múltiples beneficios para el cerebro es la diferencia en la manera de pensar de un lector respecto a la de un analfabeto. La especialista revela que los cerebros lectores entienden de otra manera el lenguaje, procesan de forma diferente las señales visuales e incluso razonan y forman los recuerdos de otro modo.
Ostrosky-Solís, quien es jefa del Laboratorio de Psicofisiología y Neuropsicología de la Facultad de Psicología de la UNAM, agrega que los cerebros de los lectores incluso difieren entre sí de acuerdo con las lecturas que tengan por bagaje, “y no solo estoy hablando de leer a Dostoyevski o Pablo Coehlo, sino que influye incluso el idioma en que leemos”, sustenta la doctora en psicología.
En este sentido, el neurólogo Stanislas Dehaene indica que la capacidad lectora modifica el cerebro, de manera que hay más materia gris en la cabeza de una persona lectora y más neuronas en los cerebros que leen.
El catedrático de Psicología Cognitiva Experimental del Colegio de Francia y miembro de la Academia Francesa de Ciencias, llegó a tal conclusión después de analizar con técnicas de resonancia funcional el cerebro de 63 voluntarios -11 analfabetos, 22 alfabetizados en edad adulta y 30 que aprendieron a leer y escribir de niños- con el propósito de observar las diferencias en el cerebro de quienes saben leer y los que no.
La investigación lo lleva a asegurar que varios circuitos cerebrales se alteran como consecuencia de la lectura, dando lugar a la hipótesis de ‘reciclado neuronal’, en particular de la ‘caja del cerebro’ o área visual de la forma de la palabra que responde de manera sistemática siempre que leemos palabras. Esta región, precisa Dehaene, quien es maestro en matemáticas y doctor en psicología, está especializada en palabras y caracteres escritos, independientemente del idioma o método con el cual se haya aprendido a leer.
Otros estudios han determinado que la lectura disminuye la tensión muscular y la del corazón, por ejemplo, un trabajo desarrollado por especialistas de la Universidad de Sussex, Inglaterra, reveló que la lectura es la forma más eficaz para superar el estrés, porque tiene el poder de bajar los niveles de cortisol (hormona de naturaleza corticoide que segregan las glándulas suprarrenales ante situaciones de emergencia, por lo que se le llama también la ‘hormona del estrés) y relajar la mente.
El experimento realizado por el Mind Lab International de esa universidad consistió en medir la frecuencia cardíaca y la tensión muscular de los participantes, a quienes les fueron suficientes -en promedio- seis minutos para relajarse.
El responsable de la investigación, el doctor en neuropsicología David Lewis, dijo que realmente no importa qué libro se lea siempre y cuando el lector se abstraiga por completo en él, podrá escapar de las preocupaciones y tensiones de la vida diaria para pasar un rato explorando el terreno de la imaginación del autor.
A manera de corolario citaremos al escritor catalán Emili Teixidor (autor entre otros libros de ‘La lectura y la vida’): “La lectura es el único instrumento que tiene el cerebro para progresar, nos da el alimento que hace vivir al cerebro”.
“Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros”, aseguraba San Agustín, asi que, por favor, dejen que Dios les hable continuamente.