Por Mariana Morán, Presidenta de Equidad, Libertad y Género (ELIGE)
El mundo ha cambiado completamente en los últimos diez años. Las tecnologías cambiarán la forma en la que vivimos gracias a las tecnologías disruptivas.
Se les llama así cuando sus efectos cambian por completo nuestra forma de vivir de manera muy rápida y radical. Son aquellas innovaciones que transforman la vida, los negocios y la economía global. No se trata de simples evoluciones, sino de cambios de paradigma.
Una de ellas es la robótica que, gracias al desarrollo de chips, sensores e inteligencia artificial, avanzó exponencialmente los últimos años. Aparecerán robots vendedores, artistas, choferes, cocineros, mineros, oficiales.
Ahora, una de las tecnologías más disruptivas y que ya contribuyen a cambiar nuestro mundo es el Internet de las cosas. Es la conexión entre el mundo físico y el mundo digital, o dicho de otra forma, la digitalización del mundo físico. Se trata de “sensorizar” el mundo físico para obtener información que, una vez analizada e interpretada, permita aplicarse para mejorar la toma de decisiones.
El internet de las cosas transformará casas, ciudades y medios de producción.
Es el futuro de las casas inteligentes, y también es de los electrodomésticos inteligentes. En la ciudad, a través del celular, se podrá conocer el tráfico exacto que hay en cada calle en cada momento. Los semáforos autorregularán su duración en función de la cantidad de autos en las calles.
Los estacionamientos se llenarán de sensores y se sabrá con exactitud cuáles son los espacios disponibles y cuáles no. Los sensores estarán en todas partes, incluso en las fábricas.
Por otra parte, la inteligencia artificial (IA) es dotar a una máquina de la capacidad de procesar información y proponer soluciones en función de unas reglas programadas previamente o en otras palabras, es la capacidad de las máquinas de reproducir la capacidad intelectual del ser humano.
Hoy día el único freno de la IA es la capacidad de computación. Pero esta es cada vez mayor. En 2024 un ordenador tendrá una capacidad equivalente al cerebro de una persona. Y en 2035-2040 el equivalente a todos los cerebros del planeta.
Es probable que nuestros movimientos puedan ser muy predecibles gracias al análisis de big data, o sea, los datos que vamos dejando en cada decisión que tomamos: en cada compra, viaje, búsqueda. Esta capacidad de predicción ya es hoy una realidad en el mundo del eccomerce.
Gracias a una serie de sofisticados algoritmos, hoy es posible predecir, por ejemplo, que cuando hace mal tiempo aumenta nuestro consumo de palomitas de maíz o también es posible saber que existe una relación directa entre la compra de pañales y la compra de cerveza. Cuando aumenta una, aumenta la otra. Son puros datos.
En tanto, cada vez más personas en el mundo tendrán al menos un smartphone. Esto es imparable. Segundo, se extenderá el pago a través del móvil. Hasta el punto de ser el único medio por el cual se realizarán las transacciones, disminuirá así el uso de la moneda física. Y por último, todas las personas tendrán acceso a internet. Sin importar el lugar en el que se encuentren en el mundo.
A la par existen ya vehículos autónomos que es la robotización del vehículo tradicional y que es capaz de imitar las capacidades humanas de conducción y control, esto es, de percibir el medio que le rodea y moverse en consecuencia.