ENFRENTAN AFROMEXICANOS OBSTÁCULOS

0
286


Además de la situación de marginación económica y social, uno de los mayores problemas que enfrenta la población afromexicana es la discriminación. México todavía tiene diversos retos por salvar como reconocer la existencia del racismo y atenderlo a través de acciones afirmativas, asegura Elia Avendaño Villafuerte, del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad (PUIC) de la UNAM.

Debemos transformar a nuestra sociedad, primero al aceptar que existe la discriminación y después haciendo una reflexión personal, institucional y estructural para emprender acciones y políticas, a fin de disminuir la brecha entre quienes tienen menos acceso a derechos y oportunidades, y aquellos que poseen ciertos privilegios, sostiene la investigadora.

Cuando no se admite la existencia de este fenómeno en nuestra nación debemos preguntarnos: ¿cuántas personas indígenas o afro forman parte de los ámbitos de dirección?, ¿cuántas ocupan una secretaría de Estado o encabezan una empresa?

Lo anterior lo expresa con motivo del Día Internacional de los Afrodescendientes que se celebrará -por primera vez- el 31 de agosto, a iniciativa de la ONU, para “promover un mayor reconocimiento y respeto de la diversidad del legado, la cultura y la contribución de esa población al desarrollo de las sociedades, así como promover el respeto de sus derechos humanos y libertades fundamentales”.

Los hechos demuestran: las personas con tono de piel claro ocupan posiciones de toma de decisiones; y las de tez más oscura o negra, generalmente, se ubican en las áreas de servicios e informales; desarrollan actividades que son más manuales que intelectuales. Eso incrementa el estereotipo de que sólo sirven para ese tipo de trabajos, cuando en enfrentan obstáculos que les impide acceder a espacios de educación y desarrollo laboral.

A partir de 1960 se reconoce en el mundo la existencia del racismo y su incorrecta aplicación, ya que “toda doctrina de superioridad racial es científicamente falsa, moralmente condenable, socialmente injusta y peligrosa”. Y aunque en 2024 terminará el Decenio Internacional para los Afrodescendientes, aún no se logra la igualdad para esa población.

Diáspora africana 

En México, se empleó una pregunta de identidad afro en la Encuesta Intercensal 2015, por primera ocasión, que arrojó un estimado de un millón de personas autorreconocidas como afromexicanas, negras o afrodescendientes.

La pregunta volvió a incluirse en el Censo de Población 2020, según el cual “los afromexicanos, negros o afrodescendientes son quienes descienden de personas provenientes del continente africano que llegaron a México durante el periodo colonial, tanto en condición forzada como de libertad, para trabajar en haciendas, ingenios, minas, manufacturas, talleres y en servicios del hogar como cocineras, nodrizas o parteras, entre otras actividades. También incluye a las personas de origen africano que llegaron a México en épocas posteriores y actualmente”.

Cabe precisar: “ser afrodescendiente no implica un color de piel o textura del cabello”. Por ello, en la encuesta la pregunta estableció los antepasados, costumbres y tradiciones como elementos de identificación, y no el color de las personas.

El Censo arrojó que aproximadamente 2.5 millones de personas, menos del dos por ciento de la población, se consideran parte de ese grupo. Se ubican en todo el territorio nacional, aunque los grupos más numerosos se localizan en Guerrero y Oaxaca, con 8.58 y 4.7 por ciento del total de la población afrodescendiente, respectivamente.

En la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero, además, hay una cantidad importante de comunidades integradas, quienes no son solamente afro, sino indígenas, precisa la universitaria. De hecho, 7.4 por ciento de los afrodescendientes, es decir, 185 mil personas, habla alguna lengua indígena.

Es indispensable diferenciar entre quienes nacieron en una comunidad y tienen una vida en colectivo, y las que tienen ascendencia africana, y viven en otros sitios, como las ciudades, aclara la experta.

Cinco siglos

En el reportaje “Especial México 500. Caída de Tenochtitlan. La llegada de los primeros africanos” de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, se menciona que la mayoría de quienes arribaron a México a principios del siglo XVI eran mano de obra esclavizada; se les consideraba “motores de sangre”, y fueron traídos debido a la alta mortalidad de indígenas por las guerras de la Conquista y las epidemias.

En el texto, Marco Antonio Pérez Jiménez, también del PUIC, explica una de las características de la esclavitud de africanos por los europeos fue la deshumanización y la paridad con estatus de “mercancía”, y “así podemos entender cómo funciona durante cuatro siglos el comercio deshumanizante de esclavos de origen africano”.

A partir de 1506 comenzó oficialmente la expansión del esclavismo africano hacia América, es decir, la trata transatlántica. La Nueva España fue uno de los primeros territorios en recibir masivamente mano de obra esclava, que no sólo se ubicaba en las costas.

El momento principal de la trata de esclavos a la Nueva España fue de mediados a finales del siglo XVII. Para ese momento los historiadores estiman que en el territorio colonial había aproximadamente 250 mil esclavos. No obstante, se calcula que uno de cada dos esclavizados entró por la vía del contrabando, es decir, no fue registrado en las actas de compraventa ni pagaron el impuesto correspondiente, por lo que esa cifra podría haber alcanzado medio millón, indica el investigador.

Con la recuperación demográfica de la población indígena y el aumento en el mestizaje de ésta con los africanos (castas), a comienzos del siglo XVIII el México colonial abandona paulatinamente el sistema esclavista.

Al proseguir, Avendaño Villafuerte agrega que con la abolición de la esclavitud, en 1810, las personas esclavizadas se volvieron libres “pero no las indemnizaron por el trabajo que realizaron durante toda su vida, sino que inmediatamente comenzaron a tener obligación de pagar tributo a la corona de la cual eran súbditos. ¿Cómo podían remontar sus vidas si tenían esa carga?”.

Aún hoy, afirma, esos aspectos no han sido compensados; la deuda histórica con esa población permanece, y cuando se habla del “echeleganismo”, de que “ellos pueden” o de que se tardan en lograr sus metas, no se considera lo difícil que es superar esas circunstancias.

México, a diferencia de otros países como Colombia, Uruguay o Brasil, no cuenta con políticas específicas para esa población, por ejemplo de acceso a la educación.  Al informar que en la UNAM se cuenta con el programa de becas para sus estudiantes indígenas y afromexicanos, se pronunció a favor de abrir más espacios para que las personas tengan movilidad social y mejoren su calidad de vida.

Es necesario reconocer, recalca la especialista, que hay quienes han sido vulnerabilizados en el transcurso de la historia y transformar la situación en la que han vivido: el proceso de esclavización, primero, y los resabios de discriminación derivados de él mantienen a los afrodescendientes en una situación de desventaja.

A partir de 2009 los afrodescendientes comenzaron a organizarse para conseguir el reconocimiento constitucional, lo cual lograron en 2019: se reconoce a las comunidades y pueblos afromexicanos como parte de la composición pluricultural de la nación; se subsana así la deuda de invisibilidad que han enfrentado por cientos de años.

Ellos han abierto espacios para lograr su visibilidad, y esta nueva conmemoración debe contribuir a concientizar con respecto a la situación que viven y que sean considerados parte de México, de su pluralidad y riqueza, concluye Avendaño Villafuerte.