Javier Duarte de Ochoa se ha burlado de todos aquellos que decíamos se iría del gobierno de Veracruz. Luego de su entrevista con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, afirmó que no dejaría su cargo en Veracruz, que gozaba de excelente salud y que terminaría su periodo de gobierno.
Luego de ello, Manlio Fabio Beltrones, quien se había engallado reclamando al veracruzano que acatara sus compromisos, mudó de opinión y dijo que apoyaban a tan repudiable sujeto; pobre dirigente tricolor. Pero más patético se vio Enrique Peña Nieto, quien sostuvo a Javier no obstante que el candidato priista, Héctor Yunez, lo critique acerbamente. ¿Cuál fue el precio del apoyo a Duarte?
Por otro lado, mientras Enrique va a Iguala y realiza el segundo episodio de “Ya supérenlo”, al referirse a la desaparición de los 43 normalista, ahora con la frase: Iguala “No puede quedar marcado por estos trágicos acontecimientos” (una minucia para el Ejecutivo, 43 desaparecidos de un total de 26 mil).
El mandatario de Guerrero, Héctor Astudillo, más sensato, dijo:”No podemos ignorar la profunda herida que significa para los mexicanos, especialmente para los guerrerenses, la tragedia de Iguala, por la gente inocente herida, y por la desaparición de 43 estudiantes”. (La Jornada, 25 de febrero)
Así pues, en pocos días, dos importantes activos del PRI han refutado las posiciones de un jefe de Estado que debería tener claridad en sus ideas, propósitos y metas. Algo ausente en este sexenio.
A mediados de este gobierno, la debilidad presidencial es evidente. Tanto que fue a Texas a lanzar el epitafio de Pemex. Lo que muestra, asimismo, la defunción del nacionalismo mexicano.
@jamelendez44