Por ARTEMISA ALANÍS
La investigación realizada sobre la participación de las mujeres en los distintos
procesos de la historia de México, revela cada vez más su involucramiento
protagónico; son sujetos sociales participantes en los sucesos de su tiempo,
señaló Beatriz Saavedra Gastélum, maestra en Literatura por la Universidad de
Barcelona, España, y directora del Centro de Estudios sobre la Mujer en la
Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG), quien se encargó de
coordinar el conversatorio ‘Las mujeres en la Revolución’, convocado por esa
institución auspiciada por la UNAM.
Los sucesos históricos influyeron y cambiaron a las mujeres, la presencia
femenina en la Revolución Mexicana no se limita a las soldaderas, hubo
despachadoras de trenes, telegrafistas, enfermeras, panaderas e informadoras;
las hubo de diferentes estratos sociales, participaron en acciones de propaganda y
en movimientos obreros; asimismo ejercieron el periodismo como reporteras o
editoras de periódicos, explicó Saavedra.
Desde finales del siglo XIX hubo mujeres que a través de la prensa reivindicaron
su emancipación. Entonces se decía que las mujeres que hablaban de feminismo
no eran buenas.
En su turno, el historiador y educador deportivo con más de 15 libros en su haber,
entre ellos Grandeza de la mujer mexicana, Carlos Martínez Plata, se refirió a
Nellie Campobello, a quien llamó “Centauro de la novela de la Revolución”, una
mujer singular de quien la historia aún no dilucida su verdadera valía.
Campobello pasó de la danza de balas a la danza coreográfica, disciplina en la
que tuvo interés por los montajes masivos como el de ‘Carabina 30-30’, comentó
Martínez Plata.
“Soy hija de la Revolución, soy hija de Pancho Villa”, dijo Campobello, cuyas
novelas ‘Cartucho’ (1931) y ‘Las manos de mamá’ (1936) hirieron la sensibilidad
social de aquel tiempo porque están llenas de crudeza; su expresión narrativa
cobra vida en las descripciones de la violencia en la Revolución Mexicana.
Destacar a Campobello no es un regalo, porque su poesía es mágica, sus cuentos
breves tienen como protagonistas a las mujeres, su narrativa es espejo de la
violenta realidad. A esta escritora y coreógrafa se le recuerda por haber sido
secuestrada y por su muerte sin sentido, concluyó el maestro Martínez Plata,
quien leyó breves fragmentos de ‘Cartucho’ y ‘Las manos de mamá’.
Para la historiografía varonil sólo son importantes las batallas, pero en el amplio
periodo revolucionario las mujeres fueron sacadas del hogar para ir a la lucha
como acompañantes de sus maridos, para preparar los alimentos, atender heridos
y enterrar a los muertos, aseguró Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara tomando
como referencia su estudio ‘Cómo sucedió la Revolución’.
De esta manera las mujeres tuvieron que idear estrategias para cocinar, porque
los federales les apagaban el fuego; la violencia social que vivían ellas se
transportó a la revolución pues las jóvenes y niñas eran robadas para luego ser
prostituidas, sostuvo Pacheco Ladrón de Guevara, quien es maestra en Ciencia
Política y doctora en Ciencias Sociales, además de abogada.
Pero hubo otras que se unieron a la lucha revolucionaria por decisión propia;
algunas de ellas albergaban reuniones de los mandos del movimiento armado y
convirtieron sus casas en cuarteles.
Al término de la Revolución las devolvieron a sus hogares con el criterio de que
volverían a ser mujeres abnegadas, porque sus derechos no fueron reconocidos,
las mujeres sólo podían salir de su casa después de los 30 años y tenían que
pedir permiso a los maridos para trabajar.
La revolución social más importante en el siglo XX fue la de las mujeres que
lucharon por los derechos que les negó la Revolución Mexicana, y los resultados
se dieron hasta principios de los 50 con el movimiento feminista impulsado por
Amalia González Caballero de Castillo Ledón, a través de la Alianza de Mujeres
de México, que fundó en 1952. Esas mujeres consiguieron la concesión del voto a
la población femenina, pero fue un voto pasivo porque no podían ser votadas, es
decir, no podían ocupar puestos de elección popular; empero, significó un gran
avance, concluyó Pacheco Ladrón de Guevara.
A su vez, al abordar el tema de las mujeres en los murales, Alejandro Mejía Muñiz,
licenciado en Filosofía por la UNAM y estudioso de la obra de Alfonso Reyes,
apuntó que los pinceles de grandes creadores como Diego Rivera, José Clemente
Orozco y David Alfaro Siqueiros pintaron los muros como catecismo de la
Revolución, en el cual las mujeres fueron elemento destacado.
Sin embargo, también hubo mujeres muralistas como Aurora Reyes, María
Izquierdo o Rina Lazo, quien fue la única colaboradora mujer de Diego Rivera,
trabajó como su asistente en la obra ‘Sueño de una tarde dominical en la Alameda
Central’, en los murales del Cárcamo del Río Lerma, en los del Estadio Olímpico
de Ciudad Universitaria, en los del Hospital de la Raza y en el mural ‘Gloriosa
Victoria’.
Las mujeres lucharon por convencimiento en la Revolución mexicana
La doctora en Historia Karla Espinoza Motte, quien participó en el conversatorio
Mujeres en la Revolución, convocado por la Academia Nacional de Historia y
Geografía (ANHG), con el trabajo Mujeres revolucionarias, la otra emancipación,
expuso que bajo la premisa de que cada una es un proceso en sí misma, se
puede asegurar que no hay un bloque homogéneo de ellas en ningún periodo de
la existencia de México.
La Revolución demostró que no había un México, sino muchos. Se habla de las
Adelitas o las soldaderas, pero, por ejemplo, Hermila Galindo comenzó a trabajar
en las altas esferas políticas, fue enviada por Venustiano Carranza, de quien era
secretaria particular, a Cuba y Colombia para pronunciar discursos y su
participación en la vida pública fue más allá de su papel de secretaria.
En el primer congreso feminista en Yucatán, Galindo asistió como enviada de
Carranza, pero las organizadoras no consideraron propio su discurso y fue un
representante del gobernador quien se puso de pie y leyó el discurso preparado
por ella con temas de la sexualidad de la mujer, lo que escandalizó a las
yucatecas.
Explicó Espinoza Motte que el objetivo de Galindo al hablar de la sexualidad
femenina era concientizarlas sobre la necesidad de tener una educación sexual
para hacerlas libres. Ella envió al Congreso Constituyente de 1917 una propuesta
para conceder el voto a la mujer y reconocerle plenos derechos, lo que no se hizo
realidad hasta 1953 cuando Aurora Jiménez de Palacios se convirtió en la primera
diputada federal en México, por el estado de Baja California.
Sin embargo, Adelina Zendejas -maestra, periodista, activista y una de las
primeras investigadoras que rescataron el papel de las mujeres en la historia-
consideraba que el voto no resolvería la situación femenina. La voluntad de los
hombres no estuvo del lado de las damas en las reivindicaciones de sus plenos
derechos.
Otra destacada revolucionaria fue Amelio Robles quien cambió su identidad de
mujer a hombre para participar en la lucha armada y llegó a ser coronela, se le
respetaron sus derechos como hombre y le dieron la pensión de veterano de la
Revolución, remató Espinoza Motte.
En el conversatorio, coordinado por Beatriz Saavedra Gastélum, directora del
Centro de Estudios sobre la Mujer de la ANHG, participó también la abogada y
maestra en Filosofía del Derecho por la UNAM Lourdes Enríquez Rosas, quien
expuso la importancia que tuvieron las señoras en el movimiento revolucionario; la
sobrevivencia de los combatientes se debió a la presencia de ellas en el campo de
batalla, pues fueron enfermeras, cocineras, correos y compañeras sexuales de la
tropa.
La presencia de las mujeres en la Revolución fue muy significativa, especialmente
la participación de las maestras normalistas que hablaban ya del derecho a la
educación y a la participación política femenina; ellas colaboraron en la
elaboración de estrategias de ataque y en la redacción de planes o pactos
militares.
Una maestra normalista, Dolores Jiménez y Muro, se convirtió en la primera
generala en la historia de la Revolución mexicana, era una gran estratega y
consideraba necesaria la liberación femenina, además de que pugnaba por la
aceptación social de ser una mujer sola, es decir, sin marido.
Destacó la maestra Enríquez que el movimiento zapatista fue el que más tomo en
cuenta la opinión de las mujeres en el desarrollo de sus batallas.
Sin embargo, la Revolución no les hizo justicia con reconocerles sus derechos
políticos y de ciudadanía, además de que les negó la soberanía sobre su
sexualidad, porque la división sexual del trabajo y los mandatos de género se
hicieron evidentes en el movimiento revolucionario; aun así, estas mujeres
rompieron estereotipos y el orden establecido.
Por último, la historiadora reiteró la necesidad de hacer un archivo testimonial del
movimiento revolucionario.
Cerró el conversatorio el historiador y cronista de Querétaro Eduardo Rabell, quien
hizo un recuento de las mujeres sobresalientes en la Revolución Mexicana, entre
ellas Carmen Serdán, Elisa Acuña y Carmen Alatriste, que no estuvieron en el
campo de batalla, pero participaron en otras tareas importantes.
Mencionó también a las que intervinieron activamente en la lucha como Adela
Velarde Pérez y Valentina Ramírez, quienes inspiraron los corridos de La Adelita y
La Valentina, Clara de la Rocha, Petra Herrera, que formó su ejército de mujeres,
Angela Jiménez, a la que se le concedió el grado de teniente por ser experta en
explosivos, y Rosa Bobadilla.
Las mujeres lucharon porque creyeron en la causa, finalizó Rabell, para quien las
revolucionarias le dieron vida al movimiento.