La figura olvidada de los antiguos escribanos del Medioevo y el Renacimiento fue rescatada por el doctor José Antonio Márquez González durante una charla que ofreció de manera virtual para integrantes de la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG).
Con el título de ‘Los escribanos en el Nuevo Mundo’, de una manera amena el notario y profesor veracruzano se refirió a Rodrigo de Escobedo y Diego de Godoy, dos hombres de letras que llegaron a este continente cuando en Europa aún se desconocía su existencia. El primero viajó con Cristóbal Colón y el segundo con Hernán Cortés.
El escribano Rodrigo de Escobedo, quien viajaba en la nao de Cristóbal Colón, fue el encargado, en su calidad de fedatario, de levantar el acta por la cual el navegante genovés tomaba posesión, en nombre de los reyes, de la Isla Guanahni -bautizada por él como San Salvador-, como se establecía en las capitulaciones firmadas entre ambas partes el 17 de abril de 1492 en Santa Fe, Granada, cuando su expedición llegara por primera vez a tierra firme.
Por tal motivo, a Escobedo se le considera el primer notario de América. Además de su función de escribano, Colón aprovechó la circunstancia de que era buen diplomático para encargarle que entablara conversaciones con los indígenas de las zonas que iban descubriendo a finales de 1492, según consignan algunos historiadores.
Don Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, tuvo el honor de levantar el acta en la que requería a los indígenas que le manifestaran si tenían alguna objeción contra la ocupación que hacían de esos territorios en nombre de los reyes de España, explicó el doctor Márquez González.
Con su especial y entretenida didáctica -según la calificó el académico y poeta Sergio Morett-, el ponente, quien es doctor en Derecho por la UNAM con cursos de posgrado en España, Italia, Austria, Brasil y Estados Unidos, presentó una rumba dedicada al escribano de Colón e indicó que, como el escribano tenía que estar dispuesto a ejercer su profesión en el lugar donde fuera necesario, cargaba consigo su escribanía, consistente en un cofre de cuero o caja de madera con cerradura en la que guardaba el papel, las plumas, la tinta y el tintero con los que escribía, además de la caja de arenilla que utilizaba como secante.
De acuerdo con datos consignados por diversos historiadores, don Rodrigo de Escobedo gozaba de la aprobación de los monarcas españoles, que insistieron en su persona para acudir como escribano y notario de la armada a fin de dar fe y testimonio de todos los descubrimientos de Cristóbal Colón, vigilando así los intereses de la monarquía.
PRIMERA ACTA NOTARIAL EN AMÉRICA
Pero hubo otro escribano importante en la historia de América, continuó el doctor Márquez González, quien en Centla, Tabasco, en medio del pantano levantó un acta notarial, la primera en territorio continental americano. Se trata de Diego de Godoy, quien se encargó de redactar un acta de sometimiento de los indígenas al rey para que lo obedecieran y para que profesaran la religión católica. Esa fue la primera acta notarial escrita en la América continental, recalcó.
Diego de Godoy era el escribano del rey que acompañaba a Hernán Cortés en su expedición de Cuba a tierra continental, y tras desembarcar en Veracruz también fue él quien levantó un acta frente a los soldados y monjes para dar fe de la fundación de la Villa Rica de la Santa Vera Cruz el 21 de abril de 1519.
Recordó el conferenciante que Hernán Cortés había sido escribano y tenía mucha práctica y gusto por dicha actividad, de manera que aquilatando el papel primordial del notario y su importancia como fedatario de hechos relevantes para la historia.
Y así sería, pues en la Noche Triste a don Diego de Godoy se le encomendó hacer el acta en la que se asentaba que don Hernán Cortés no se hacía más responsable de los lingotes de oro que llevaban, aunque le pidió al escribano que anotara en otra acta el quinto real o impuesto para el rey del oro a cuya custodia renunciaba. Ese hecho permitió que Cortés se salvara de la muerte, pues los soldados que cargaron con ese oro murieron hundidos en el agua cuando se levantó el puente.
El doctor Márquez González, quien actualmente es consejero de la Unión Internacional del Notariado, refirió que el soldado cronista Bernal Díaz del Castillo menciona en la página 428 de su Historia verdadera de la conquista de Nueva España que “un tal Diego de Godoy, un escribano de su majestad es una persona entrometida y revoltosa, es metiche y pendenciero”; era una persona a la que detestaba.
Aunque el autor de varios libros y múltiples ensayos publicados en revistas especializadas de México, España y varios países de Latinoamérica fue muy frugal en su exposición, si seguimos lo que de don Diego Godoy registran fuentes impresas sabremos que también fue el encargado de escribir las instrucciones que en 1519 se dieron a los primeros procuradores novohispanos en Veracruz, las cuales firmó como “Diego de Godoy, escribano público e del concejo”.
Asimismo, su rúbrica aparece en la escritura convenida entre el ayuntamiento de la Vera Cruz y Hernán Cortés, fechada en Cempoala el 5 de agosto de 1519. Además le tocó levantar las actas cuando se hizo el pacto con los caciques de Cempoala contra Moctezuma.
Después de la caída de Tenochtitlan, Diego de Godoy salió con el capitán Gonzalo Sandoval a nuevas conquistas y la última mención que se tiene de este escribano se sitúa en 1532, cuando Cortés se quejó ante el presidente y los oidores de la Primera Audiencia de que el escribano Diego de Godoy no estaba a su disposición, porque Nuño de Guzmán lo ocupaba para sí, a cargo de las cuadrillas de esclavos que trabajaban en las minas de Tamazula.
BERNAL DÍAZ CONTRA NOTARIOS
Lo que sí explicó el doctor Márquez González, quien fuera presidente de la Academia Notarial Americana, es que los escribanos del cabildo eran nombrados por los reyes y siempre tenían con ellos pluma, papel y secante. En este sentido, comentó que Bernal Díaz del Castillo pedía al rey de España que no mandara para acá letrados, abogados o escribanos que todo lo emborucaban. Agregó que en la época novohispana estaba prohibido que indígenas y mulatos fueran escribanos.
En su exposición, el doctor Márquez González mostró la imagen de un escriba precolombino con sus códices en la espalda, eran los tlacuilos aztecas, dijo, y se encargaban de consignar los acontecimientos a través de imágenes porque los imperios de los territorios de lo que luego sería América no tenían alfabeto.
En este punto, el académico y notario Luis Armando Armendáriz intervino para argumentar que existen diferencias entre el tlacuilo y el notario latino, porque los tlacuilos estaban imbuidos de su religión, de sus creencias, y entonces habría que preguntarse si actuaban para sus dioses o para el tlatoani. Esto significa que el tlacuilo tuvo una dimensión que carecía el notario latino, de suerte que al comparar a ambos hay una idea de mestizaje porque no se corresponden, pues en la cultura prehispánica había una religiosidad que no se daba en los latinos, sostuvo Armendáriz.
Mientras que la historiadora, escritora e investigadora ecuatoriana radicada en México, Alicia Albornoz, precisó que en el mundo maya los tlacuilos no sólo eran notarios, eran los preservadores de las tradiciones. E hizo una aportación a los datos sobre el tema al señalar que Rodrigo de Albornoz era escribano además de ser el contador de la corona española.
Y el arquitecto Manuel Gamio consideró que el tlacuilo no tenía una función legal, sino que estaba básicamente para hacer textos religiosos.
Por su parte, el etnohistoriador veracruzano Héctor Trejo comentó que en la época novohispana el escribano propició el encuentro entre dos culturas a través de la escritura.
Es oportuno recordar que la institución del notario como tal tuvo su origen en la Edad Media y se desarrolló en los países del derecho escrito, bajo la influencia del Derecho Romano; en los inicios de la práctica notarial como función regida por el Estado, los nombramientos se hacían por influencias de tipo político, social o religioso, pero la multiplicidad de notarios dio como resultado que esa actividad fuera minuciosamente reglamentada por la autoridad real. Así lo consigna el doctor en Derecho Nelson Rudys Castillo Ogando en su Manual de Derecho Notarial (Editora Dalis, República Dominicana).
Dando un salto en el tiempo, el ponente citó la obra El periquillo sarniento, de José Joaquín Fernández de Lizardi, publicada en 1816, pues en uno de sus capítulos el protagonista, Perico, llega a trabajar en una notaría después de haber desempeñado muchos oficios; el caso es que el notario tiene que salir y le encarga que si llega algún cliente lo atienda, que no lo deje ir, y entonces le toca al periquillo redactar una escritura para lo cual toma un machote de las que se hacían en esa época, pero la redacta de tal forma que se presta a malos entendidos.
En este punto Gamio, quien comentó que proviene de una familia de notarios, opinó que la función de los escribanos fue heredada a los notarios, quienes a su juicio de repente hacen el papel de consejeros o sacerdotes a la hora de redactar un testamento. Indicó que ante un notario se hacen los actos más importantes de la vida, a lo que el doctor Márquez González respondió finalmente que el notario da seguridad jurídica.