Guatemala: luto 8 de marzo

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SemMéxico.- ¿En el mundo, en México, en Guatemala? A quién importa la violencia contra las mujeres como una práctica sistémica de las relaciones humanas, de las prefecturas y de la educación. ¿A quién le quita el sueño? Que las niñas sean reprendidas y castigadas, abusadas y violadas, si su condición produce escarnio y burlas en espacios tan amplios como los de los medios de comunicación.

¿Quién en todo el Congreso se ocupa de los medios? A ellos se les controla con publicidad o con amiguismo. No se les educa, eso cuesta mucho. Y son los medios los que han difundido la tragedia del Hogar Seguro Virgen de la Asunción, como algo tremendo, sorprendente, resultado de la impunidad, la injusticia, la falta de ética y la corrupción, en un país donde es grave la violación de los derechos humanos, desde las épocas de la guerra interna, cuando aparecieron miles de cuerpos de mujeres desmembrados.

Pero estoy segura que los expertos del CIDE por televisión, se van a dar golpes de pecho, pero no son capaces de analizar el tema desde una perspectiva feminista o de género. Además de la evidente responsabilidad de Estado, el tema es como dice un profusamente difundido texto de las Sanadoras de Guatemala, el tema es la condición material y simbólica de las mujeres desde que son niñas, abandonadas y pobres, huérfanas o atrapadas en la maya maléfica del crimen.

El tema es que esa condición no es analizada ni se la combate. Los señores del CIDE, ahora mentores de género, término que alude a lo cultural y no a lo biológico, capaces como los ignorantes de los papelitos del Aeropuerto que te preguntan por tu género y no por tu sexo. Lo que se ve es que soy hombre o mujer, por el físico, y soy hombre o mujer por mis características biológicas. Otra cosa es el género, lo que se aprende para responder a una cuestión ideológica, pero no se nace con eso y por tanto no sirve para clasificar, porque sabrá dios que es lo que piensa un cuerpo u otro.

En fin. Que lo sucedido en Guatemala a las niñas que protestaron, que se insubordinaron, a las niñas que gritaron, a esas que había de callar encerrándolas; las mismas que sistemáticamente eran agredidas, violentadas sexualmente, embarazadas por fuerza, las niñas de menos de 16 años, que además de estar en un hogar prestado, por pobres o abandonadas, se las ha tratado como trapos de sacudir, decía mi abuela; como cosas desechables me decía una intelectual, como cosas de segunda decía mi madre. Así, y eso qué tiene que ver con el género, que es una ciencia para explicar la desigualdad, la cosificación, la discriminación, la exclusión de todas las mujeres de todo el mundo y de todos los sistemas, lenguas, colores étnicos y posiciones económicas, sociales o culturales.

Mientras no se acepte que eso sucede, sin amarillismo, sino como la palmaria realidad, la de la economía, por ejemplo. Un peso vale tantos centavos y vale tanto expresado en otra moneda como tal. Nadie lo discute. Como no se discute el brillo de la luna, ni el calor del sol, ni se discute el sistema métrico decimal o la composición del agua. Pero la discriminación, doctores van y vienen, albañiles van y vienen, funcionarios van y vienen, y todos están de acuerdo: “exageran esas mujeres radicales”. La derecha dice que dividimos la familia y la ignorancia justifica el reproche que pasa de gritar a maltratar e incluso a matar.

Por eso a nadie, realmente, profundamente, importaban esas 33 o 39 niñas que se murieron calcinadas y nadie acudió a salvarlas, estaban castigadas “cómo debe ser”; encerradas y hacinadas para que entendieran que debían seguir sometidas. Se llama esclavitud en pleno siglo XXI, de las grandes tecnologías, de los portales y las aplicaciones, el siglo de la virtualidad donde se ha ido ablandando el corazón, los sentimientos y pasado mañana ya nadie se acordará.

¿O sí? ¿Qué pasó con las casitas del sur? ¿Y el caso de Mamá Rosa? México cuánto invierte en inspeccionar los más de quién sabe cuántos hogares sustitutos, albergues, casas de acogida, etcétera.

Pesando lo que dicen las feministas guatemaltecas, hay que mantener la memoria para evitar que pase. Lo peor es que la falta de memoria es sistemática y la protesta por el significado del abuso sexual, se extinguen en poco tiempo. Es tan terrible que nos acosa, es tan infame que es preferible no nombrarlo. Es lo que sucede con muchos políticos y algunas políticas, reconocer la exclusión y el maltrato de las mujeres sólo por ser mujeres, hay que echarlo debajo de la cama, es de mal gusto tratarlo, me van a decir feminista. ¡Qué horror!

En Guatemala esta tragedia, sucedida el 8 de marzo, nos interpela profundamente. ¿Realmente cuanto hemos avanzado? Muy poco mientras no opere la revolución cultural y el cambio de cabeza y pensamiento en cada ciudadano y cada ciudadana. Necesitamos compromiso político para cambiar contenidos educativos, de párvulos a post grado y necesitamos otros medios de comunicación, otros locutores y locutoras, otras imágenes en televisión, en redes sociales y en plataformas alternativas. Necesitamos hacernos cargo. No sólo de corrupción y mal gobierno se trata, es mucho más profundo y cotidiano que eso.

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