Hernán Cortés fue un visionario porque en 1515, siendo alcalde de Santiago, se dio cuenta que, después del fracaso de la presencia española en las islas de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico, el siguiente paso sería la conquista de México, donde pensó instalar un sistema de gobierno nunca probado anteriormente: el mestizaje.
Tal fue la consideración que hizo Christian Duverger, doctor en Historia por la Sorbona de París, al dictar una conferencia sobre dicho personaje dentro del ciclo ‘Hernán Cortés y la hispanidad’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM).
Ante una concurrencia tal, que rebasó las expectativas, agregó que tras dos expediciones fallidas a México, Cortés decidió organizar una tercera con su propio dinero, a pesar de que era costoso pues había que comprar los barcos; así, con 12 naves y 500 hombres, Cortés hizo la conquista de México.
No llevó mujeres españolas, porque su idea era provocar el mestizaje; “esto lo sabemos -dice Duverger-, a partir de un hecho que dejó huella en las crónicas y documentos de esa época cuando Cortés afirmó: yo estoy a favor del mestizaje y quiero tener descendencia mestiza”.
Cortés tuvo otra visión de la existencia en tierras americanas y vivió con una indígena taina con la que tuvo una hija mestiza, de manera que, ante las presiones para que se casara con una española, aceptó un falso matrimonio, pero obligó al gobernador Diego de Velázquez a ser padrino de su hija mestiza.
“Como entendí que este ciclo (de conferencias) es una especie de reflexión sobre el nacimiento de la Nueva España -refirió el también arqueólogo francés- me gustaría explicar un poco cómo entró Cortés en este contexto”.
Y, así, dijo que, en virtud de que el descubrimiento de América fue algo imprevisto, la corona no supo qué hacer con las islas ni con los indios, y fue un fracaso; en una generación, el 90 por ciento de la población originaria de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico, desapareció.
Por ello, el primer contacto de España con su descubrimiento fue un desorden organizado, sostuvo el también profesor de la cátedra de antropología social y cultural de Mesoamérica en la Escuela de Altos Estudios de París, quien estimó importante señalar que, el inicio de la conquista de Cortés, fue contemporáneo de la elección de Carlos I de España como emperador de Alemania.
En esa época Francia tenía la mitad de las reservas mundiales de oro, mientras que España era muy pobre; tanto, que el joven Carlos I de España y V de Alemania tuvo que solicitar un préstamo enorme a los banqueros alemanes de Habsburgo y eso hundió al país en una deuda insostenible.
Sabemos -precisó el historiador- que nunca hubo dinero para desarrollar las conquistas americanas y que, para pagar su deuda con la familia de banqueros Velsev, el emperador tuvo que dar en propiedad privada todo lo que hoy es Venezuela. Entonces no existía ningún planteamiento respecto a la manera de administrar América, además de que se carecía de medios económicos para hacer algo y se tuvo que recurrir a la iniciativa privada.
Esta situación la entendió perfectamente Cortés y comprendió que nadie era capaz de impedirle ir a México con su pequeña armada, por ello primero hizo la conquista y luego solicitó su aprobación ante el rey y encargó a su padre conseguir el nombramiento de jefe absoluto de México.
La astucia de Cortés quedó de manifiesto cuando, a su llegada a Veracruz, solicitó su elección como capitán general.
Era insólito que un jefe de guerra pidiera a su ejército que lo ratificara el cargo, pero la suya era claramente una voluntad de mostrar que su legitimidad la obtenía del voto y no de su nombramiento, y después mandó a su padre el documento con las firmas de los 500 hombres de su tropa. Bernal Díaz del Castillo no firmó, porque aún no se había integrado a esa milicia, lo cual “es un elemento de reflexión”, dijo irónico Duverger.
El texto decía: “nosotros, miembros del ejército de México acabamos de elegir a Cortés como capitán general”. Se trata de algo similar a un proceso notarial para legitimar su nombramiento. En 1522, un año después de la conquista, el soldado recibió su documento firmado por el rey.
Inmediatamente hubo una discusión en el círculo cercano al rey, para saber si era razonable poner a Cortés a la cabeza de la Nueva España (apelativo que inventó Cortés, quien nombró así a estas tierras en sus Cartas de Relación), pues pensaron que sería peligroso por su visible posición independentista.
A juicio del catedrático francés, la intención del conquistador fue independizar a la Nueva España, porque sabía que su riqueza era mayor que la de España, así como dos vertientes: una atlántica y otra pacífica (llamada Mar del Sur en la época) y allende el mar está China.
Cortés esbozó expediciones a partir de la costa del Pacífico con dirección a Asia para abrir camino, pero no para ofrecer a España la ruta comercial, sino para desarrollar a México como una potencia entre dos mundos, el europeo y el asiático, pero su perspectiva fue más allá, pues le interesaba la totalidad de lo que hoy llamamos Mesoamérica, que abarca desde Guadalajara hasta Panamá, que ya en la época prehispánica era un territorio unificado, un área cultural integrada.
Cortés no quiso ser un rey europeo, más bien una especie de rey mestizo que combinara la corona europea más la función del tlatoani de Mesoamérica, por eso decidió ir a la zona maya y viajó a Honduras; se quedó allá dos años. Se ha comentado que fue porque había una rebelión de Cristóbal de Olid, pero eso fue pretexto, afirma Duverger, porque entonces bastaba con mandar a otro capitán.
En tanto, la ausencia de poder en la Nueva España fomentó tentaciones y se generaron disturbios, unos atizados por la corona y otros por ambiciones individuales, y ante esta situación Cortés regresó a México para retomar el poder, pero encontró a un delegado, Luis Ponce de León, enviado por Carlos I para ser jefe de la Nueva España y con órdenes de arrestarlo y encarcelarlo; dos días después desapareció, muy cansado y agobiado por la travesía… se murió precisamente en la casa de Cortés, dijo con cierto humor el conferencista. Cortés tuvo que pasar a cierta forma de violencia, para conservar el poder.
Cortés entendió que había un problema y que la corona jugaba un doble papel, por lo cual decidió ir a España para ver al rey y discutir el asunto con él. En 1529 hubo una serie de encuentros entre Cortés y Carlos I, pero la corona no tomó decisiones al respecto y aunque el conquistador logró el título de marqués y capitán general, no consiguió la gobernación porque el rey impuso una audiencia a cargo de uno de los personajes más nefastos de la historia de México, Nuño de Guzmán.
A pesar de que Cortés pudo deshacerse de éste y nombrar una segunda audiencia, la situación no se arregló y Carlos I decidió nombrar un virrey, Antonio de Mendoza, quien llegó en 1535. Y comenzó un periodo de mucha tensión entre ambos en la disputa por el mando, hasta que Cortés viajó a España para hablar con el rey, quien no lo recibió y resolvió delegar el poder a los virreyes para no tener que ocuparse de lo que pasara en los territorios de América.
Fue ese el momento que escogió Cortés para escribir sus memorias, porque el rey dejó como regente a su hijo Felipe II, de 16 años, y no era un interlocutor válido para el conquistador; así que se planteó poner en papel sus opiniones sobre la manera de organizar el país.
En lugar de escribir un libro, hizo dos: uno es la crónica de Francisco López de Gómara -eclesiástico e historiador español- a quien Cortés proporcionó todos los datos sobre la conquista (es una obra muy documentada porque es la información de Cortés), y el otro, la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, que hizo bajo anonimato.
Cortés no podía escribir con su nombre, porque desde 1527 estaba prohibido tener libros suyos en territorio español, pues el celo del rey frente al conquistador lo hizo mandar quemar todos los ejemplares de sus Cartas de Relación, (Cortés fue un “best seller” de su época, porque escribía muy bien y dio a conocer de una manera atractiva hechos ignorados), así que utilizó a un soldado raso ficticio para poner en su pluma la historia.
Se nota que fue Cortés el autor, porque era un gran conocedor de la antigüedad y citó a Cicerón o Aristóteles, lo cual era imposible para un soldado raso. Cortés pretendió dar la dimensión criolla de la historia, cuando escribió que, “sin nuestro rigor, qué tendría el rey, nada”. Según Duverger, hay que leer esta obra como una legitimación de la actuación de Hernán Cortés.
Este conquistador español defendió hasta el final de su vida su visión de un México mestizo y rico, con capacidad para conseguir su independencia, “y hay que señalar, finalizó Duverger, que en 1563 había un sector muy importante de la corona que estaba a favor de la independencia de la Nueva España”.