La educación pública en todos los niveles es irremplazable y el Estado, en las diferentes naciones, debe garantizar ese derecho; además, es necesario promover debates sobre los objetivos y funciones de las instituciones de educación superior en el contexto actual, consideraron expertos de América y Europa, reunidos en el webinar “La universidad y la humanidad que viene. Otras miradas”.
En el encuentro organizado por la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán (FESC), en coordinación con Sarraute Educación, participó Pablo Gentili, secretario de Cooperación Educativa y Acciones Prioritarias del Ministerio de Educación de la República Argentina, quien expuso que el desarrollo de las tecnologías del aprendizaje impactará en las universidades.
“Nunca en la historia ocurrió que en más de 90 por ciento de los países las escuelas cerraran y los alumnos y profesores se fueran a sus casas; entonces, alguien dijo que había una o varias aplicaciones para trabajar a distancia y, detrás de ellas, las grandes corporaciones del conocimiento”, enfatizó.
Gentili abundó que debido a la pandemia la educación se convirtió en el espacio codiciado de todos los fondos de inversión del mundo, y eso tendrá un impacto que aún no se puede saber cómo será.
“Es una forma de colonización, donde el gran negocio es tener la información sobre nosotros; se trata de un problema de soberanía pedagógica, educativa”, acotó.
Nicolás Arata, académico de la Universidad de Buenos Aires, dijo que nuevamente hay quienes dicen que es momento de remplazar a la escuela, a la universidad pública y de pensarlas en otros términos, claramente mercantiles.
El director de Formación y Producción Editorial del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, sostuvo que hoy, lo que no puede cambiar, es la responsabilidad indelegable del Estado para garantizar el derecho a la educación pública en todos sus niveles.
Agregó que la pandemia se debe situar históricamente, por más disruptiva, novedosa o singular que sea. Pero, sobre todo, “hay que evitar que este tiempo sea leído como una escena sin continuidad con el pasado y el futuro”, porque eso nos colocaría en una posición muy débil frente a esas voces que aparecen en tiempos de crisis con soluciones mágicas promovidas desde el mercado.
En el campo pedagógico latinoamericano, continuó, hay dos posiciones: quienes quieren hacer de la emergencia sanitaria la tormenta perfecta y apuestan al fin de la universidad y a los negocios que pueden sacar a partir de ello; y quienes intentan transitar la crisis lo mejor posible, ofrecer soluciones y pensar en el “día después”.
Nicolás Arata consideró que frente a las intolerancias, las universidades deben postularse como el lugar donde se construye sensibilidad, donde se piensa en torno al bien común y se genera un interés por el mundo.
Para Jurjo Torres Santomé, catedrático de la Universidade da Coruña, se requiere abrir y potenciar debates sobre el sentido, objetivos y funciones de las universidades públicas en la situación actual.
El especialista subrayó que una tarea urgente es politizar, en su sentido original, a la universidad, es decir, poner a las personas y a la sociedad en un lugar posible y visible. Otra es, además de ver cuáles son sus funciones y al servicio de quién está, revisar las titulaciones y planes de estudio.
Es alarmante –prosiguió– que aún no haya niveles mínimos de interdisciplinariedad, y eso es injustificable ética, política y educativamente. Se requiere una formación que obligue al profesorado y alumnado a ampliar sus miradas más allá de lo que estrictamente es la denominación de su asignatura. Esto estimulará una comprensión más próxima a la realidad, a la imaginación creadora, y “aprenderemos a pensar críticamente”.
En el encuentro virtual, en el que estuvieron Jorge Alfredo Cuéllar Ordaz y José Francisco Montiel Sosa, director y secretario general, respectivamente, de la FESC, Jurjo Torres aseguró que las universidades se deben ocupar cada vez más por garantizar y promover la libertad de pensamiento y de expresión.
Es decir, poner el conocimiento en una dinámica de constante debate democrático, serio, responsable, documentado y razonado. “En una sociedad democrática, culta e informada, es importantísimo acostumbrarse a dialogar y argumentar”.
El encuentro fue visto por más de dos mil personas de 20 países, entre ellos México, Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, Ecuador, Italia, España, Estados Unidos y Paraguay.