* Desde hace dos décadas el diario es dirigido por un pequeño grupo de “superlativos” o “súper periodistas” que ayudaron a mantener en el poder a Carmen Lira
Sobre la huelga en el diario La Jornada habría que serenarse. Empiezo por decir a quienes fácilmente piensan que la estrategia es cerrar una voz, que hay complot y que se usa para ello a la dirección sindical, pensando con razón que este diario aun dice o informa sobre asuntos que no hacen otros medios. Y para quienes se han ido con todo contra la empresa, claro, nada sería más grato para los o las afectadas que el diario de iguales de los ochenta dejara el sitio.
Creo más bien que la prudencia del Sitrajor nos dejó sin información clara y objetiva. Es decir, desde hace dos años o un poco más la empresa planteó sus problemas financieros. Como respuesta el sindicato acordó que dejaría en suspenso el contrato, hasta por 28 por ciento de sus prestaciones, consciente de salvaguardar la fuente de trabajo y el significado social del diario.
Naturalmente ahora eso no se dice. Desde hace dos décadas el diario es dirigido por un pequeño grupo de “superlativos” o “súper periodistas” que ayudaron a mantener en el poder a Carmen Lira. Y en esas dos décadas algunos accionistas con derecho a intervenir en el diario vendieron sus acciones o bien se retiraron lentamente ante la postura editorial. Me escribió uno de ellos, guardo su nombre, pero tengo la prueba, diciendo que no se podía dialogar con la dirección; otras personas se fueron retirando y escriben en otros medios.
El grupo, naturalmente se afianzó. Empezó por disfrutar los buenos ingresos del diario, donde efectivamente había un contrato oneroso. No hay un dueño único capitalista y con ese contrato se respondía a la propuesta de un diario de iguales al servicio de quienes no tienen voz. Sí, se trata de buenas prestaciones, como es aspiración de todos y todas las trabajadoras de la tierra. Nada del otro mundo, pero bastante. Vacaciones, año sabático, permisos maternos y paternos, pago doble cuando se trabaja fuera de plaza, indexación salarial para los tiempos de inflación, por cada peso para la afore un peso de la empresa, y reparto equitativo de las comisiones de publicidad.
A eso, escandaloso, se refieren los detractores de la defensa del contrato, que sin embargo ofreció tres veces este año renunciar al 40 por ciento; que yo supiera y me enterara, nunca hubo diálogo con la directora, otrora la más brillante defensora de los derechos obreros que yo conocí. Ella me convenció de cubrir la fuente obrera. Nunca entendí su desprecio al sindicato. No entenderé qué le pasó. Otras personas, ya se sabe, al menos hace tres lustros moneros, Blanche Petrich y otros personajes, algunos en otros diarios hace años, intentaron, sin éxito crear otro sindicato. No es nuevo el grupo de personal de confianza que se corrió a la patronal.
Quienes colaboran en la dirección, cosa que no necesariamente es delito en el capitalismo quiso más ganancias. Empezó por violar el contrato dando publicidad directa a reporteros o reporteras de excepción, luego quiso más e hizo gastos excesivos en cosas innecesarias, pagos extraordinarios a colaboraciones; viajes de alto costo al extranjero para causas internacionales, autos caros, gastos dobles en administración, gastos de viáticos para directivos, etc., asuntos investigados y demostrados por el sindicato.
Saber que gracias al trabajo de la mayoría se compró un edificio, maquinaria y hubo dinero para corresponsalías onerosas en varias partes del mundo; apoyos al nacimiento de otras Jornadas en distintas entidades; ayuda a impresión de algunos diarios concesionados, dinero no recuperado, por mala administración, sostiene el alegato sindical.
Sospecha de desvíos financieros y despido de varios gerentes probó el poco control del Consejo de Administración. Hoy hay algo peor. ¿Se sabía? Porque la autoridad laboral de la Ciudad de México lo encubre. La mayoría del personal directivo, antiguo como Blanche Petrich y otras personas, se liquidaron según las reglas del IMSS, y trabajan ahora por honorarios. Por eso no les importa para nada el contrato, ese contrato les permitió cobrar buen dinero por la afore, hoy les pagan doble, y claro las prestaciones de marcha al liquidarse. Trabajando por honorarios cobran dos salarios el del IMSS y el de La Jornada. Me explicó una abogada de experiencia y conocedora de lo laboral que ello es un fraude al IMSS y, además, es inmoral.
Se puede probar que empezando por la directora tienen prensión. ¿Saben que uno se puede pensionar hasta con el 90 por ciento del último salario? Así es. No sé de cuánto, la cantidad es irrelevante, pero el acto es reprobable. Así las cosas, no importa lo demás. Se entregaron las pruebas a la Junta de Conciliación.
Imposible saber hasta dónde están mal las finanzas de La Jornada, indiscutiblemente el mejor deseo es salvarla, pero me pregunto si se hará con el despojo a las y los trabajadores, si ello es aceptable. Mas cuando el sindicato, durante todo el año hizo estudios, propuestas y puso en juego parte de sus derechos. Con esta huelga inevitable a la que orilló la empresa, así como el laudo de la Junta de Conciliación y Arbitraje de entregar no el 45 por ciento, que se ha disminuido en forma unilateral al ingreso del personal, sino el 70, me pregunto ¿quién orilló a este movimiento?
Acá no hay mano negra al estilo de los tiempos de Excélsior o de El Día; insinuarlo le falta el respeto a quienes laboran en La Jornada, es desconocer, el conflicto, que ojalá se resolviera con el diálogo. Inmoral es culpar a la dirigencia, como si las demás personas no pensaran, eso además de discriminatorio, atenta contra los derechos humanos reconocidos de las y los trabajadores. Si no previno la dirección hace 15 años el cambio tecnológico, si no logró buenos negocios, si no cobró como otros diarios el servicio digital, esa ineficiencia la quieren cobrar ahora a quienes hicieron la riqueza intelectual, social y material de La Jornada.
Mi última reflexión: porque no analizó la Junta de Conciliación y Arbitraje de la Ciudad de México la incompetencia administrativa; porque declara inexistente la huelga sin un recuento de quienes votaron de uno en uno como manda la ley; ¿por qué esa Junta no explica en el acuerdo de inexistencia? ¿qué pasa? ¿por qué no tomó en cuenta la inspección que envió de cómo estalló la huelga? ¿por qué convalida el atraco? ¿por qué el sindicato no hizo una demanda penal por robo antes de estos días? ¿por qué hay tanto miedo en poner en problemas a un diario? Como en el viejo estilo de relaciones entre la prensa y el poder.
También me pregunto ¿por qué nadie recuerda cómo en 1989 y 1990 un grupo de sindicalizados se opusieron al acuerdo empresa sindicato para democratizar las comisiones publicitarias? Que hoy se entregan a reporteros privilegiados que la dirección considera buenos e indispensables para ese diario, violando el Contrato, una vez más.
Yo viví la realización de la base de este contrato, del que habla de construcción colectiva Blanche, viví cómo ella no estuvo, porque pertenecía al grupo que se fue; no entiendo el silencio de protagonistas de esa pelea interna sindical que explica otras cuestiones. Por eso no hablan accionistas, tremendamente patronales y que no sabemos que quieren demostrar con sus actos discriminatorios. Ahora resulta que por no ser “periodistas” no valen. Y ahora están cometiendo una ignominia contra sus ideas públicas de defensa a las y los pobres, desposeídos, atacados por razones políticas.
Hoy se suma a esta orquesta un aparato creado para fomentar el diálogo y el equilibrio de los factores de la producción, la Junta de Conciliación y Arbitraje de un gobierno democrático. Terrible como en los tiempos de la destrucción de contratos, encabezaba Arsenio Farell Cubillas, historias de las que hay cientos de cuartillas publicadas por La Jornada. Cuidado, el enemigo está adentro. Y el enemigo no son las y los trabajadores.