LA LECTURA, ELEMENTO DE GRAN IMPORTANCIA PARA LA SALUD CEREBRAL

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La lectura es una de las actividades que pueden desarrollarse con mayor interés en la contingencia sanitaria. Pasar más tiempo confinado posibilita tomar un libro, una revista o un cuento, para fomentar un hábito que ofrece múltiples beneficios, entre ellos, mantener la salud del cerebro, porque estimula su actividad y fortalece las conexiones neuronales.

Esta actividad mejora la capacidad intelectual, amplía el vocabulario, promueve el pensamiento analítico, estimula la imaginación y ejercita la memoria. Leer permite el movimiento a este importante órgano, que echa a andar una maquinaria compleja tanto para que una persona aprenda a leer, generalmente en la etapa escolar, como para llevar esta acción en el tiempo.

Antes de elegir un texto que nos llame la atención debe conocerse que pasa en el cerebro mientras se aprende a leer y cómo es el proceso de aprendizaje.

El mecanismo es complejo, involucra varias estructuras y una extensa red neuronal para desarrollar esta capacidad que va de la mano con la de la escritura, que pudiera pensarse ocupan el mismo camino, pero no es así, recurren a andamiajes y rutas distintas.

A través de varios estudios en neurociencias sobre la lectura, se conoce que aprender a leer implica un procedimiento que a nivel cerebral inicia en el lóbulo occipital, en la parte posterior del cerebro.

De ahí pasa a la región lateral de los hemisferios, en el lóbulo temporal izquierdo donde se lleva a cabo el reconocimiento de rostros, lugares y objetos; al aprender esta actividad, las letras se procesan en el área del reconocimiento de rostros, y después, la información llega a los circuitos del lenguaje para convertirlos en sonido y, el contacto con las letras, les da un significado.

La maestra en ciencias Alicia Castillo Martínez, coordinadora de Evaluación de la Licenciatura en Neurociencias de la Facultad de Medicina, UNAM, precisó en entrevista con la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México (SECTEI), que aprender a leer involucra a tres grandes áreas: los lóbulos occipital, temporal y frontal, a través de una ruta que va de atrás para adelante del cerebro. En el proceso se encienden otras áreas, y con el aprendizaje, el cerebro modifica su estructura y se fortalece.

Y esta modificación ocurre a tres grandes escalas: a nivel de conexiones, pues neuronas que no se comunicaban ahora lo hacen, como en la conexión visión-sonido. A nivel de circuitería cerebral, la mielina, la sustancia que envuelve y protege a los axones, se vuelve más gruesa, permitiendo la transmisión eficiente de impulsos nerviosos a distancia; y a nivel molecular, a través de la expresión de otros genes que favorecen la nueva función que se está aprendiendo.

“Es a nivel de cualquiera de estas tres grandes formas que puede cambiar el cerebro, y no solo se modifica con la lectura, siempre que aprende algo cambia, y para cada proceso usa una carretera diferente, aunque todas empiezan en cualquier lóbulo de la parte media trasera del cerebro y convergen siempre en la parte frontal, que es donde se integra, por tanto, la experiencia, porque no es un proceso dividido, sino integral”.

Cuando un niño o niña aprende a leer, además de las tres grandes áreas referidas, se activan otras; es decir, el aprendizaje comienza de manera difusa pero conforme avanza se va perfeccionando hasta llegar a la adultez.

En principio, el cerebro se apoya en una enorme cantidad de neuronas y luego se va haciendo específico en el circuito en el que va a prevalecer la función durante el resto de la vida, si se mantiene el hábito, porque de lo contrario, se ha observado que su circuitería cerebral no permanece intacta, por lo que es necesario volver a construir los andamios de la función.

Reserva cognitiva, el mejor equipaje para llegar a la edad adulta
Además de los beneficios descritos, la lectura ofrece otras ventajas más como el entrenamiento de la agudeza visual horizontal, que permite, por ejemplo, distinguir la “o” por lo redondo, y entre las letras “b” y “d”, que es una súper especialización de las áreas que detectan las formas, ejercicio que ayuda a dar mantenimiento natural al cerebro.

Este órgano, entre más se use no solo con la lectura sino con otras funciones como el cálculo (escrito y mental), incluso con las artes en todo su espectro, se conecta más, fenómeno que los expertos llaman protección de la reserva cognitiva, de gran ayuda en la etapa adulta.

Es importante, sin embargo, aprovechar los periodos sensitivos que tienen los seres humanos en la niñez y que facilitan el aprendizaje de manera natural, y una de estas ventanas es el lenguaje.

Castillo destacó, al respecto, que se ha visto que aun cuando las personas aprenden a leer en la etapa adulta, es muy raro que logren la fluidez que alcanza un individuo entre los 12-14 años o antes.

Los beneficios para unos y otros son los mismos, pero es muy importante que en los niños/niñas no se pase ese lapso, pues si por alguna razón no tienen acceso al lenguaje escrito y a la lectura puede que no alcancen su máximo nivel de fluidez.

“Es de suma importancia cuidar a los niños en ese aspecto, motivarlos, estimularlos para que se desarrollen de manera óptima a nivel cerebral y el beneficio sea permanente”, dijo la neurocientífica a la SECTEI.

A los adultos, recomendó tres elementos que les ayudarán a mantener sus funciones cognitivas: consumo de alimentos altos en esfingolípidos (los más importantes son las ceramidas, incluidas en semillas como nueces, almendras, pistaches, piñones), ejercicio físico y lectura, dos actividades que han probado una y otra vez sus beneficios.

Llegar a la tercera edad con este hábito es muy importante para contar con una reserva cognitiva adecuada, porque aunque se tengan menos neuronas, hay que procurarlas fuertes, conectadas y saludables.

El ejercicio físico aeróbico, un gran amigo del cerebro
Un poco de ejercicio, una mini-secuencia de actividad, como una serie de estiramientos y algo de coordinación antes de leer, favorece la lectura, porque el movimiento produce neurotransmisores que ayudan a tener una visión atenta y una atención sostenida. El ejercicio aeróbico es el que ofrece el mayor mantenimiento al cerebro.

Si con la lectura y el cálculo mental aumenta la reserva cognitiva de las personas, el ejercicio físico lo potencializa, sobre todo si se practica con asiduidad, por la gran cantidad de estructuras y áreas cerebrales que participan en el movimiento.

“La actividad que más áreas del cerebro enciende en simultáneo es el movimiento. Al aprender uno nuevo, se guarda como uno de los programas motores que se hacen después en automático. Por eso es muy importante hacer actividad física, pero también agregar ejercicios nuevos, porque obliga a que se enciendan más áreas para realizar el trabajo de coordinación”, explicó la académica.

Entonces no importa si el nuevo movimiento sale a la primera o no, claro, cuando sale de forma correcta se produce un neurotransmisor (dopamina) que hace que la persona se sienta bien, pero en lo que se perfecciona y el cuerpo hace lo que la mente le indica se convierte en el mejor mantenimiento.