Las gotas del orden de 50 nanómetros (o centésimas de micra) son suficientemente grandes para alojar un virus.
Cuando hablamos, tosemos o estornudamos, exhalamos de nuestra boca y de nuestra nariz una gran cantidad de gotitas que varían mucho de tamaño, pero todas son entre pequeñas y minúsculas (en realidad, menores de una micra). En una exhalación por tos, las gotas más pesadas caen al suelo, mientras que las pequeñas se quedan suspendidas en el aire, así como las nubes o la neblina; a esta condición se le llama aerosol. El problema es que los virus son igual de pequeñitos y algunos como el coronavirus o el virus de la influenza pueden quedar activos ya sea en las gotas que caen al suelo, en otras superficies o flotando en el aire, explicó el doctor Fernando del Río Haza, científico de la UAM-Iztapalapa.
Los aerosoles, estas nubes de gotitas de saliva, son muy dañinos cuando portamos un virus, pues una tos o un estornudo promedio expele alrededor de cien mil gérmenes contagiosos al aire. Y aunque las gotitas que escupimos tienen distintas velocidades, pueden llegar hasta 100 metros por segundo. “El aerosol producido al toser es el modo más importante de transmisión de persona a persona con enfermedades respiratorias infecciosas”, señaló Silvia Hidalgo Tobón, doctora en Física.
Pero… ¿Qué tan lejos pueden llegar estos aerosoles y de qué depende? De acuerdo con el doctor en física Rodrigo Sánchez García, entender cómo se mueven estas partículas es necesario para poder entender la transmisión de la enfermedad vía aérea. La gravedad de la Tierra y la interacción con el aire son 2 determinantes para determinar el movimiento de las gotas “el aire produce una resistencia para las gotas más grandes al movimiento y la gravedad hace que caigan a una velocidad constante. Tal como sucedería con un paracaidista”.
La fricción con el aire es muy pequeña porque el aire es poco viscoso pero el peso de algunas gotitas es tan pequeño que la fricción se vuelve muy importante. “La interacción con el aire de las gotitas más pequeñas menores a media micra actúa como los carritos chocones en la feria. Las partículas de aire chocan con las gotitas de saliva que escupimos y tras cada choque, estas se van impulsando, aunque no en un movimiento recto”, explicó el científico de la UAM.
Las gotas del orden de 50 nanómetros (o centésimas de micra) son suficientemente grandes para alojar un virus. Sin embargo, las más pequeñas no viajan, muy probablemente se quedan suspendidas, comentó el doctor en física Orlando Guzmán, especialista en cinética del auto ensamblaje de partículas.
Modelo de chorro turbulento: XLCHS
Cuando uno exhala genera un chorro de aire turbulento que se va ampliando a medida que se aleja de la boca. Y cómo está caliente puede flotar como si fuera un globo de aire caliente; lo que ocurre después es distinto para las gotas chicas, medianas y grandes.
Las gotas grandes que tienen entre 20 y 200 micras terminan cayendo al suelo, ellas son las culpables de que tengamos que lavarnos las manos muy seguido. Por otra parte, las gotas medianas caen del chorro, pero la evaporación hace que se reduzca su tamaño y no llegan al suelo. Finalmente, las gotas chicas siguen en el chorro emitido, pero se secan antes de alcanzar 1.5 metros. Esto quiere decir, en el caso de una exhalación por tos, las gotas se pueden depositar hasta metro y medio de distancia aproximadamente.
En un estornudo la velocidad a la que son expulsadas las partículas es de 50 metros por segundo haciendo que las gotas se pueden depositarse en una distancia de hasta 6 metros. Dependiendo de las condiciones ambientales del virus puede permanecer suspendido por horas, aunque no hay consenso científico aún.
Cubrebocas, ¿efectivas barreras?
El coronavirus nunca lo vamos a poder ver pues es mucho más pequeño que un cabello. Estos pueden entrar por los ojos, la boca y la nariz. Así que un cubrebocas contribuye a frenar el contagio por coronavirus en pacientes con síntomas. Además, “personas infectadas asintomáticas en cuyo caso no tosen, ni estornudan pero sí exhalan gotitas y aerosol también deben hacer uso de la mascarilla pues es una manera clara de reducir el contagio”.
Pero hace falta mucha más investigación para determinar cuánto tiempo este virus queda flotando en el aire en forma activa y cubrir la gran variedad de condiciones ambientales y humanas que intervienen.
El equipo de físicos mexicanos de la UAM-Iztapalapa inauguraron la sección de “Referencias y lecturas” en Conversaciones con los científicos, la cual está abocada a mostrar la labor de los científicos mexicanos que enriquecen el conocimiento sobre COVID-19 con publicaciones que están produciendo. Su charla “Los virus y los aerosoles” pueden consultarla aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=-tvAi-Ul4Hg&t=3218s
Pie de foto: El coronavirus nunca lo vamos a poder ver pues es mucho más pequeño que un cabello. Estos pueden entrar por los ojos, la boca y la nariz. Así que un cubrebocas contribuye a frenar el contagio por coronavirus en pacientes con síntomas. Además, “personas infectadas asintomáticas en cuyo caso no tosen, ni estornudan pero sí exhalan gotitas y aerosol también deben hacer uso de la mascarilla pues es una manera clara de reducir el contagio”.