Testimonio de la cirujana Colleen Fitzpatrick, quien dejó todo para acudir como apoyo a la UCI de adultos del hospital comunitario Syosset de Long Island, en Nueva York, epicentro mundial del coronavirus
Cuando esto se publique ya habré terminado mi labor de apoyo en la UCI para COVID-19 del hospital Syosset de Long Island, en Nueva York.
Ahora debo mantenerme en cuarentena durante dos semanas antes de regresar a mi casa en San Luis (Misuri), donde mis padres se están quedando por la emergencia. Después de trabajar en la UCI con pacientes con coronavirus, necesito estar aislada catorce días.
En los últimos días, el número de casos ha disminuido notablemente en esta área de Nueva York. El volumen bajó lo suficiente como para permitir que la unidad del hospital vuelva a su función normal como sala de recuperación para el quirófano.
LA BONDAD DE LA HUMANIDAD
Mientras trabajé en la UCI vi morir demasiados pacientes por COVID-19, pero también me encontré con algunas de las mejores cosas que la humanidad tiene para ofrecer.
Desde mi punto de vista, esa bondad era obvia en los trabajadores de la salud que aceptaron este desafío, atendiendo durante largos días y noches, fuera de sus zonas de confort, trabajando bajo circunstancias emocionales extraordinariamente exigentes y luchando contra una enfermedad que juega con sus propias reglas.
Pero también lo he visto en la comunidad. Día tras día, restaurantes y familias traen desayuno, almuerzo y cena para el personal del hospital. Se han publicado señales de agradecimiento en todos los hospitales. Muchos hogares en el vecindario están adornados con fotos y letreros hechos por niños de edad escolar, mientras que otros tienen letreros en el patio agradeciendo a la atención médica y a los trabajadores esenciales.
Y, cada noche a las 7 pm se puede escuchar el bullicio de las bocinas los automóviles y la gente aplaudiendo y animando.
La comunidad ha hecho también un gran sacrificio: quedarse en casa para ralentizar la tasa de propagación de la enfermedad y permitir que los sistemas hospitalarios abrumados tengan tiempo de recuperarse y evitar un colapso.
Las personas esperan pacientemente en la fila para ir a las tiendas y seguir las pautas de distanciamiento social. Parece haber un sentido de propósito común, un sentimiento de responsabilidad compartida.
Esto no quiere decir que haya sido fácil para todos o que la carga se haya compartido por igual, y muchos se están impacientando cada vez más.
ESTA PANDEMIA ES UNA OPORTUNIDAD ÚNICA
A veces quise mucho que las cosas volvieran a la “normalidad”, pero me he dado cuenta de que la versión de lo normal ya no existe. Tendrá que ser una “nueva normalidad”, tal vez una mejor normalidad si lo hacemos bien. Esta es una oportunidad para que decidamos lo que es importante y verdaderamente valioso y para crear un mundo con más cariño y respeto.
Sin falta, cada vez que le informaba a una familia de malas noticias o llamaba para reportar de una muerte, la conversación terminaba con ellos agradeciéndome a mí y al equipo y deseándonos salud y seguridad.
Honestamente, siempre me tomó desprevenida y tuve que ahogarme en mis lágrimas cada vez que sucedía. Es quizás la generosidad más profunda que he visto.
Por eso creo firmemente que si desperdiciamos esta oportunidad única para crear un mundo mucho mejor, será una deshonra para aquellos que perdieron la vida en la lucha contra el COVID-19 y una verdadera injusticia para los que quedaron atrás.
Al cierre de este especial, la pandemia de coronavirus deja ya más de 4 millones de contagiados y 290.000 muertos en el mundo, donde América es ahora el foco infeccioso más grave.
Estados Unidos es la nación más afectada, con casi 1,4 millones de casos confirmados y más de 83.000 fallecidos. Y el estado de Nueva York se mantiene como el gran epicentro de la pandemia con unos 338.000 infectados y 27.000 decesos. Tan solo en la ciudad de Nueva York la cifra de muertos supera los 20.000.