La biblioteca de Arcadia
Dos hombres cargan a sus muertas, pero no como lo hizo aquella Juana de Castilla con su marido Felipe ‘El hermoso’ dentro de su ataúd; las llevan tatuadas en la memoria y guardan cada uno sendas prendas de esas mujeres que ya no lo son.
La novela Mañana en la batalla piensa en mí (Debolsillo, Random House Grupo Editorial, tercera edición en México 2014, 360 paginas) del escritor español Javier Marías, es una oda a la mente humana, a la agilidad del pensamiento, que a veces lleva al individuo más allá de lo posible, a armar sus historias sobre un suceso desde varias perspectivas.
Los dos temen ser descubiertos porque han cometido adulterio. Sus mentes vuelan para hacer conjeturas sobre sus circunstancias comprometidas, pero sólo el personaje principal, Víctor Francés Sanz, llega a una situación límite obsesiva que lo enfrenta al dilema de dejar oculta una aventura fugaz o contarla, así su conciencia lo sacude poniendo en la balanza la moralidad o la responsabilidad.
Un comienzo atrapante: “Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda… Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado”, y la forma de narrar tan particular de Marías hace de esta obra un texto para leerlo con tiempo y saborearlo, una novela sólo para quienes gustan de la literatura que se sale del canon del best seller.
Un tema bastante escabroso ─la muerte de una mujer infiel en brazos de su amante ocasional─ se convierte en una escena de desconcierto y casi detectivesca, que servirá de pretexto al autor para reflexionar sobre temas de la psicología humana, la ética y la filosofía de la existencia; la trama se desarrolla a partir de lo que una experiencia como esta significará para el protagonista, Víctor, quien no consuma el adulterio con Marta Téllez, pero no puede olvidar a “su” muerta ni desentenderse del entorno que ella dejó.
Mañana en la batalla piensa en mí (una frase que procede de una de las escenas finales de Ricardo III, de William Shakespeare: “Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo, desespera y muere”) narra hechos tan cotidianos que incluso podrían pasarle a cualquiera, y el trasfondo de todo son las ironías de la vida, cómo algo tan común puede hacer cambiar tanto las perspectivas de las cosas, la acción o la inacción, y a partir de estos sucesos ordinarios comienza el discurrir del protagonista enfrentado al próximo paso y su siguiente decisión; de esta manera, este amante frustrado tratará de investigar sobre la vida de la mujer que apenas conoció y relacionarla con su repentina muerte.
Entonces, una escena de desconcierto y casi detectivesca servirá de pretexto al autor para darle a la escritura libertad, una frescura que la acerque a la oralidad o al desarrollo natural del pensamiento, para demostrar al lector que la literatura es mucho más que el dominio de las formas.
Estas cavilaciones son las que tienen esa atracción propia que desarrollan los textos de Marías, porque el narrador-protagonista no hace nada que un hombre en una situación tan comprometida no haría, con problemas reales e inmediatos: qué hacer con el cadáver, avisar o no avisar, qué hacer respecto al marido, qué hacer con el niño dormido, qué diferencia hay entre la vida y la muerte, de suerte que lo imprevisto y lo desconocido se convierte, en la pluma de Marías, en una maldición.
Javier Marías hace gala de un manejo del idioma muy preciso, emplea un vocabulario extenso y bien trabajado, crea tensión y desasosiego como si de un thriller se tratara, porque todo movimiento ralentizado del narrador va acompañado de una larga introspección; así logra moldear a Víctor Francés como un personaje complicado psicológicamente que confunde e intriga al lector de manera incesante.
No es una prosa ligera, pero sí una intensa narración sobre asuntos comunes que atañen a cualquier persona como el ocultamiento, los hechos y las intenciones, el actuar sin saber y la voluntad que casi nunca se cumple, la negación de las personas alguna vez queridas, el olvido y la indecisión, la despedida, y también sobre el engaño.
En Mañana en la batalla piensa en mí, Javier Marías parecerá pensar a través del protagonista, en ese estilo suyo tan observador y tan profundo; el eje de sus meditaciones será el de la muerte, para recordar que todo es efímero y puede acabarse en cualquier instante (el planteamiento de las muertes estúpidas es acertadísimo), y el hecho de que la realidad se transforma apenas pasa, y más aún cuando se la cuenta con palabras.
Ya casi al final del relato el escritor le da protagonismo al viudo, quien hasta entonces había sido una especie de culpable silente, por no haber estado allí cuando Marta Téllez lo necesitó, por haberla descuidado, es el momento en que Eduardo Deán cuenta a Víctor por qué estaba de viaje ese día, historia que implica a una amante, un aborto imaginario y la muerte ¿accidental? de esa mujer; en este punto Marías juega su última carta para que ambos hombres lleven sus muertas a cuestas.
Mañana en la batalla piensa en mí es otro gran ejemplo de la literatura de Javier Marías, uno de los mejores escritores de habla hispana, quien maneja los hilos de su trama de manera magistral y como en toda su obra deja el final abierto para que cada lector haga sus conjeturas.
Habla la crítica
El escritor y crítico literario alemán, colaborador del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Paul Ingendaay, opina que “el mayor logro de este libro tan emocionante parece estar en la ambivalencia moral del protagonista, al que sólo conocemos a través del velo de sus maquinaciones. Javier Marías nos atrae con todo lo que puede ofrecer una novela moderna de conciencia, pero sobre todo lleva al lector a la trampa de su propia comodidad”.
Ingendaay señala que “los personajes de Marías son capaces de cambiar voluntariamente cualquier normalidad en su vida con una radicalidad impresionante; ya no vale ningún horario cuando su cerebro enfermo empieza a trabajar. Son ciudadanos obsesos, con una obstinación que lógicamente siempre es formal”.
“En Mañana en la batalla piensa en mí se puede admirar nuevamente todo aquello que también se destaca en los demás libros del escritor español: su estilo refinado, las descripciones precisas, la ironía fría, el apasionamiento, siempre controlado, con el que Marías suele esconderse detrás de Shakespeare”.
Mientras que el filólogo y filósofo español, Epicteto Díaz Navarro (Universidad Complutense de Madrid) considera que “en esta novela de Javier Marías la narración en lugar de ayudar a ordenar el caos conduce a una situación que se caracteriza por la incertidumbre”.
“Mañana en la batalla piensa en mí, es un texto que estimula, desarrolla y desecha diversas interpretaciones, que impulsa la actividad interpretativa del lector y que le muestra que, en el intento de definición, de comprensión, siempre existe una permanente apertura hacia lo no conocido, y necesariamente surgen nuevas construcciones sobre la falta de cimientos de lo provisional, lo incompleto y lo insuficiente”, apunta.
A su juicio, es un relato que no trasmite convicciones o saberes, sino que siembra dudas, da respuestas transitorias o señala ambigüedades; la fugacidad del tiempo y las incalculables consecuencias e implicaciones de los hechos hacen que la realidad resulte provisional e inestable, y que al mismo tiempo el sujeto resulte responsable e irresponsable. En el texto se maneja de manera sutil la imprecisión espacial y temporal, de manera que las meditaciones y fantasías del narrador podrían ser simultáneas o bien tener lugar en un tiempo que no encaja de manera precisa con los hechos.
Post Scriptum
Mañana en la batalla piensa en mí fue merecedora de los premios Internacional de Novela Rómulo Gallegos 1995, Fastenrath en 1995, Fémina Étranger en 1996 y Letterario Internazionale Mondello-Città di Palermo en 1998.