México necesita que sus ciudades sean más amables

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El crecimiento de la “mancha urbana” trae consigo una serie de problemas. El auge de las ciudades se presenta, entre otros aspectos, por las migraciones de habitantes de las entidades o zonas rurales en busca de bienestar, ya que, por lo general, enfrentan escasez de empleo, bajos salarios o poca rentabilidad del campo.
Esa movilidad también provoca que se lleven a cabo asentamientos irregulares, invasión de espacios de conservación, de cerros, laderas, barrancas, incluso cauces de río; lugares donde al paso del tiempo continúa su expansión y, de esta manera, sus pobladores demandan servicios como calles, pavimentación, luz, agua, entre otros. Las ciudades entonces dejan de ser sitios que sus habitantes puedan disfrutar.
“Aunado a que la pandemia por la COVID-19 debe llevarnos a replantear las ciudades, a promover más la vida de barrio, la ciudad compacta; hacer más eficiente el transporte público e impulsar ciclovías y el uso de la bicicleta, señalan los expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Javier Delgado Campos y Manuel Suárez Lastra.
Es necesario también que urbes como la Ciudad de México dejen de crecer sin control y de manera horizontal, agregaron.
En México, 80 por ciento de la población vive en localidades urbanas. La Ciudad de México es la que registra la mayor densidad poblacional al concentrar cinco mil 697 personas por kilómetro cuadrado mientras que a nivel nacional hay 61 habitantes en ese mismo espacio, de acuerdo con el INEGI.
“No es que las ciudades vayan a dejar de ser viables, en la historia han sido la mejor solución para concentrar recursos económicos y que la población aproveche mejor los servicios, pero habrá que pensarla de otra manera.
“Desde el urbanismo se ha propuesto volver a una vida de barrio, de comunidad, a una escala más saludable. Con la expansión urbana fuera de control se alargaron los tiempos de recorrido, el uso del transporte, afectando la vida en comunidad y el tejido social”, refiere Javier Delgado, director del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad.
Poco antes de la pandemia, prosigue, en París se propuso una política denominada la ciudad de 15 minutos, es decir, que las personas no tuvieran que desplazarse más de este tiempo para ir a su trabajo, a la escuela, conseguir alimentos u otros satisfactores.
Para Manuel Suárez Lastra, director del Instituto de Geografía (IGg), la ciudad compacta es aquella donde el uso de suelo es mixto, hay alta densidad poblacional y de empleos, lo que permite que los habitantes puedan desplazarse a diversas actividades en bicicleta o caminando.
“En este momento está claro que el uso del transporte público y las aglomeraciones en él serían mucho menores, si la gente no tuviera que trasladarse desde las distancias que lo hace”, considera.
El también especialista en ciudades y desarrollo urbano enfatiza que se debe trabajar para que las urbes crezcan hacia arriba y no de manera horizontal, a fin de proteger las áreas naturales, pues normalmente les quitan espacio a la agricultura, y luego esta actividad absorbe parte del bosque o áreas naturales.
“En la medida en que te alejas de las ciudades, los lotes de vivienda son más grandes porque el costo del suelo es menor, pero cuando se expande la ciudad, las personas ocupan más espacio que en los centros y eso tiene un impacto sobre el hábitat natural”, detalló.
Delgado recuerda que en la capital mexicana se concentran 2.6 millones de viviendas, equivalente al ocho por ciento del total del país.