Prejuicios sociales marginan y aíslan a personas lésbico-gay

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“Prefiero tener una hija prostituta a una hija lesbiana”, fue lo que le dijo su papá a Flor Rodríguez a los 14 años de edad, cuando le descubrieron una “carta de amor” que una compañera de la secundaria le mandó y donde le confesaba que la quería.

Y es que, desde que tenía 9 años, se dio cuenta que las niñas de su salón de clases la trataban como si fuera un niño, le pedían ayuda cuando no podían realizar alguna actividad que necesitara fuerza física, o le coqueteaban (aunque en ese momento no lo identificaba), se arreglaban frente a ella y después le preguntaban cómo se veían.

Ese tipo de cosas comenzaron a llamar su atención, lo veía como algo natural y la hacían sentirse cómoda; no fue hasta entrada en la pubertad cuando se dio cuenta por comentarios y preguntas de sus propias compañeras, que le gustaban las mujeres, esto le comenzó a provocar conflicto porque se enteró que “no era correcto” y la veían como una “marimacha”.

Mientras que, en su casa, las preguntas sobre su orientación sexual provocaban peleas con su papá, pues a los 14 años de edad, cuando le preguntó si le gustaban las chicas, ella, solo respondió “y si así fuera, qué”, su papá le dijo que en su casa no había lugar para lesbianas, que le jurara que no volvería a decir que le gustaban las mujeres o se iba de la casa.

La sexóloga clínica, Claudia Rampazzo, expuso que la orientación sexual de una persona -más no preferencia, pues las personas no “prefieren, no es algo que se decida- es la atracción afectiva y erótica que siente por el mismo sexo, si es una persona homosexual; por ambos sexos, si es bisexual; por el sexo opuesto, si es heterosexual; o hacia ningún sexo, si es asexual.

En entrevista con Notimex, la también terapeuta familiar y de pareja detalló que alrededor de 10 por ciento de la población es homosexual, condición que no es aprendida, que se pegue, se cure, o se transmita, no es algo que ocurra por una influencia.

Es una condición del ser humano, es como ser diestro o zurdo, como tener ojos azules o cafés, tener el cabello lacio o chino, no es una conducta aprendida o algo que se desee, es algo que se va descubriendo, pero que en ocasiones la sociedad señala que eso que se descubrió “está mal”.

Señaló que todos en algún momento de la vida “nos dimos cuenta que nos gustaba ya sea en la primaria o en la pubertad los niños o las niñas o ninguno de los dos o ambos, y fantaseábamos con esa persona, una relación amorosa o alguna situación erótica”.

La persona homosexual, así como la heterosexual descubre su orientación más o menos en la pubertad o adolescencia, y se termina de consolidar en la adultez joven, a los 20 o 21 años o algunas personas lo hacen antes o después de esta edad.

En cuanto al tema de la aceptación, si ellos se aceptan o no, tiene que ver con la influencia social y los estereotipos de lo que es correcto, o por creencias religiosas y en la mayoría de las religiones lo natural o lo normal es una relación donde dos personas puedan procrear, es decir macho y hembra. Estos son estereotipos sociales de cómo se tiene que armar el amor.

No es que a la persona homosexual no le guste o no quiera ser homosexual porque lo perciba como algo “anormal” con base a una sensación física, sino que tiene que ver con el entorno en que ha crecido y que está lleno de prejuicios y estereotipos de comportamiento.

Así como de un ambiente homofóbico donde le han dicho que ser “joto” o “machorra” es de gente anormal o le dicen “mira ese maricón o no seas maricón y hazte hombre”.

Un asesor financiero de 29 años de edad, a quien le llaman “el Divo”, compartió que desde los 4 o 5 años se dio cuenta que le llamaban la atención los niños, pero también las niñas -tiempo después descubrió que en realidad las niñas no le gustaban, sino que quería ser como una de ellas- lo cual no le causó conflicto alguno.

Sin embargo, en la primaria comentarios de sus padres y tías, de que a los niños les deben gustar las niñas, le hicieron eco de que entonces “no era normal” que le gustaran ambos sexos y menos los niños.

Pero a los 12 años cuando se descubrió que efectivamente le gustaban los varones, a él no le causaba conflicto, sino más bien era la carga social, la reacción de sus papás lo que le provocaba problema, además su familia era muy religiosa, pensaba “me van a pegar en mi casa”.

En el momento, en el que el decidió compartir con su mamá esta condición, ella pensó que lo habían violado y se culpó por ello, lo llevó al médico a terapia, a la iglesia, quería que alguien lo hiciera entrar en razón de alguna manera, ya que también veía que las personas gays sufren y es algo que no le gusta a “Dios”.

Pero cuando el padre le dijo que no había nada de malo con su hijo, lo aceptó. Aunque su mamá tenía prejuicios de que los gays terminaban en la prostitución o enfermos de VIH/SIDA, se dio cuenta que esto era un cliché y no precisamente tenía que pasar por esto. Por su parte, su papá nunca lo aceptó y terminó abandonándolos.

A su vez, la sexóloga Rampazzo, precisó que, si no se viviera en un ambiente de represión, habría menos problema con la autoaceptación de las personas con base en su orientación. Lo que se necesita, es que la persona cuando descubre su orientación esté rodeada de una familia amorosa que lo comprenda y que además le brindara información y soporte emocional, cosa que no ocurre.

Compartió que hay casos en el que ese mismo día en que el hombre y la mujer confiesan su orientación sexual homosexual, los padres los corren de la casa y no los vuelven a ver, a recibir, incluso hay situaciones de golpes, o los manden a golpear.

Destacó que la aceptación es un camino que va de la mano con la información, de estar en contacto con las emociones de las personas en cuestión del apoyo familiar, del cariño y la empatía, que no haya reacciones violentas a su alrededor.

En cuanto a las terapias de conversión, resaltó que son una “tranza absoluta, es una barbaridad, una estupidez, es como decir que con una plática te voy a cambiar el color de ojos, así de estúpido es eso”. Sin embargo, hay agrupaciones religiosas que hacen esas cosas y muchas personas que se inscriben, lo cual es producto de la homofobia.

De igual forma, indicó que otra situación ocurre, cuando los papás se culpan por ello, “fui una mala madre o un mal papá, me faltó hacer esto o aquello”, y piensan que, al no estar mucho tiempo con ellos, o si hubieran hablado de este tema, no hubiera pasado esto.

“Nadie debería porque ocultar su orientación sexual, todos nacemos libres y sin prejuicios, la sociedad nos va llenado de cosas que a su vez a ellos les enseñaron. Falta educación, elemento clave para erradicar la homofobia y todo tipo de maltrato físico y psicológico, yo trabajo en ello todos los días con la gente que me rodea, los informo, concluyó Flor Rodríguez.