En el país se producen al año más de 57 mil toneladas de miel, néctar natural recolectado de las flores y producido por abejas, la cual se puede adquirir en diversos comercios, aunque existen ciertos aspectos que permiten saber si la que se compra contiene agentes que puedan invalidar su pureza.
La miel es un alimento ancestral, que lo mismo ha deleitado los paladares de los antiguos egipcios, griegos y mayas, que de las nuevas generaciones en todo el mundo.
Además de las múltiples propiedades terapéuticas que se le atribuyen, es también un endulzante y elemento fundamental presente en las más sofisticadas recetas de cocina, por lo que es importante conocer si las marcas que se ven en los anaqueles de las tiendas ofrecen miel auténtica de abeja.
De acuerdo con la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), la miel es fácil de adulterar al adicionarla con otros azúcares como la glucosa comercial, el azúcar común o el jarabe de maíz de alta fructosa, por ello se debe leer la etiqueta, y si contiene cualquier otro componente añadido, no puede ofrecerse como miel.
Este alimento no caduca ni se echa a perder, y de acuerdo con el Departamento de Medicina y Zootecnia de Abejas, Conejos y Organismos Acuáticos de la UNAM, la mejor forma de reconocer la miel de abeja es la que se cristaliza, aunque ello depende del origen de la miel y la temperatura del medio ambiente.
La Profeco subraya que la miel adulterada puede encontrarse en los mercados públicos y en puestos de la calle, donde es común que los vendedores le agreguen jarabe de fructosa, pedazos de cera y abejas muertas para hacer creer que es un producto puro.
Los estados de Yucatán y Campeche destacan por su producción, en los que se realizan buenas prácticas para asegurar la calidad del producto. De ahí que la miel producida en el país es una de las más cotizadas en el mundo