SARA LOVERA
SemMéxico, 27 febrero 2017.- Este 8 de marzo de 2017 será una fecha sustantiva. El llamado internacional a una huelga de mujeres, la reacción encadenada, mundial, frente a la violencia contra las mujeres, como un fenómeno de nuestros días, que atenta contra la civilización y muestra los límites de la justicia, se vuelve contra la democracia, revela que las mujeres no nos hemos sentado a mirar el paisaje y continuamos en pie de lucha.
El llamado que vino de Polonia, se suma a las movilizaciones recientes como la de Argentina en 2015; la del 24A Contra la Violencia Machista y la salida masiva de mujeres en 60 ciudades del mundo para dejar claro que el señor Trump, hoy presidente de los Estados Unidos, es una amenaza para los derechos de las mujeres.
Es una respuesta a los más de mil 800 asesinatos anuales de mujeres, sólo en México; a la horrible cifras de que siete de cada 10 mujeres sufren, viven, soportan en su vida algún tipo de violencia cotidiana y a la tremenda estadística que señala que sólo tres de cada cien delitos de este tipo se castigan. Hoy es posible tener una respuesta, una reacción social. ¡Ya es tiempo!
El llamado a una huelga de mujeres, que si tiene éxito, hará que tiemble el sistema. ¿Imaginen un mundo, sólo un día sin el trabajo de las mujeres? No se trata de no lavar trastes ni dejar de tender camas o atender niños y niñas. No, se trata de no trabajar en las escuelas y hospitales, no ir a atender los call center; de no estar sirviendo platos en los restaurantes; no atender las recepciones de todos los despachos. ¡Por favor, imaginen un día sin trabajo femenino!
También el llamado es a pensar, un minuto, si los hombres en general están mal pagados, las mujeres ganamos 30 por ciento menos que ellos de la bolsa general del salario mínimo y somos poco más del 30 por ciento de quienes somos responsables de nuestras casas y familias, no solo por estar solteras o como se dice “abandonadas” o separadas, sino porque los hombres no son más los únicos proveedores o no tienen empleo o no cumplen con dar el apoyo económico en sus hogares.
Es así, con esta huelga y cientos de movilizaciones en todo el mundo, como se recordará el 8 de marzo. No es una festividad. Es un llamado de atención desde el comienzo, hace 107 años.
La celebración del 8 de marzo no es como el día de las madres ni motivo de rosas, felicitaciones o cartitas de amor. Es un día de lucha y de balance. Es un día para hacer visible que todavía la mitad de la población sufre actos de discriminación, violencia solo por ser mujeres y violencia política por querer participar en la vida pública.
Y no es para que se responda ¿Por qué no hay un día del hombre? Como la frase más vulgar que revela toda clase de ignorancia. Tampoco fue declarado día internacional de la mujer por Naciones Unidas, sino instituido por mujeres de los continentes Europeo y Americano en 1910, durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, a la que convocaron Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo, ambas, entonces, mujeres revolucionarias y visionarias. Una claramente comprometida con la condición de la mujer y otra creadora de una corriente de pensamiento socialista. En 1975 la ONU reconoció al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, como recogió de las feministas el 25 de noviembre y como otras muchas cosas que los gobiernos toman del pueblo.
Más allá de las versiones históricas sobre por qué el 8 de Marzo, qué motivó fijarlo en esa fecha y no otra, teñido de victimismos o desviado para que fuera sólo pensando en la mujer trabajadora, una versión del patriarcalismo socialista o la historia de las obreras quemadas sin base histórica; decía más allá de todo ello, hay una verdad indiscutible, en esa II Conferencia las asistentes iniciaron una intensa y decisiva campaña por el voto femenino, en unión con las mujeres de Estados Unidos, que ya habían avanzado en la declaración de los derechos civiles.
Por eso es decisiva la respuesta de 2017. La de las mujeres, pero también de hombres de diferentes edades, calidades y orígenes, que sí saben que se discrimina a las mujeres y que sí están en contra de la violencia; hombres para quienes las mujeres no son solamente madres y amas de casa sino que son parte de la sociedad, de la ciencia y de la vida democrática.
No es posible que podamos hablar de la gran problemática mundial, si esa problemática se ve desde la visión limitada y pequeña del patriarcado, que está preocupado, aunque no lo identifique con claridad, de la crisis del sistema capitalista que ha puesto en la mesa el demente de Donald Trump, que les ha volteado el timón globalizador y es un violador de los derechos humanos. Un señor que quiere poner a México como rehén de su programa de gobierno.
Ese hombre, además, es misógino, atrasado, retrógrado respecto del papel social de las mujeres y ya determinó que los Estados Unidos cortarán todos los fondos, que durante los últimos 40 años, se han destinado a distintos programas de salud sexual y reproductiva y anticoncepción. Incluso para la interrupción legal del embarazo.
Estos anuncios de retroceso, en México bien expresados por las fuerzas de derecha y los pensamientos de algunos que buscan el liderazgo nacional. Decía, son estos anuncios de retrocesos los que hoy han movilizado a las feministas de todo el mundo y a muchas mujeres capaces de preguntarse ¿por qué no puedo tener tanto éxito como el otro? ¿por qué me agreden sexualmente los hombres? ¿por qué me da miedo pensar en mi libertad? Etcétera.