SE ESTIMA QUE EN 2050 CASI NUEVE DE
CADA 10 PERSONAS TENGAN OBESIDAD
EN ALGÚN GRADO

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En una nueva sesión del Seminario Prevenir es Vivir, que organiza la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI), el doctor Rodrigo Arizmendi Rodríguez planteó que el futuro no es promisorio en cuanto al problema de salud que representa la obesidad.

Previo a la charla “¿Tu mente y el entorno pueden afectar tus hábitos nutricionales?”, que se dio en el PILARES Emiliano Zapata, en la alcaldía Coyoacán, el doctor Adolfo Romero Garibay, director general de la Universidad de la Salud y coordinador de la actividad, recordó que el foro tiene la finalidad de ayudar a construir una vida sana en la población de la Ciudad de México, sobre todo luego de la pandemia.

En su exposición, el doctor Arizmendi Rodríguez, psicólogo clínico del INCMSZ, integrante del Programa CAIPaDI y egresado de la Universidad Tepeyac, consideró necesario que las personas realicen una autoevaluación de los esfuerzos que han hecho o no para reducir peso, incluidos estudios clínicos y visitas con un profesional de la salud.

Se estima, anticipó, que el porcentaje de personas con obesidad seguirá en aumento y para el año 2050, el 88 por ciento de la población mexicana tendrá esta condición en algún grado. Y con la finalidad de fomentar una conciencia sobre el sobrepeso (sp) y la obesidad (ob), refirió que 75 por ciento de la población adulta presenta ambas condiciones.

Recordó que nuestro país ocupa el primer lugar a nivel internacional en obesidad infantil y el quinto en adultos. La diabetes, las enfermedades cardiovasculares y la obesidad, añadió, representan la segunda causa de consulta médica, sobre todo en personas de 50 años y más.

En el contexto de la pandemia por SARS CoV-2, explicó que de las muertes por COVID-19 reportadas a febrero de 2021, el cinco por ciento padecía hipertensión; el 22.38 por ciento presentaba algún grado de obesidad; el 37.66 por ciento vivía con diabetes; y siete de cada diez defunciones presentaron al menos una comorbilidad.

Por otro lado, destacó que la obesidad en México tuvo un impacto económico en 2019 de 2.1 por ciento del PIB y se proyecta que podría ser del 4.67 por ciento para 2060.

Dentro de las causas que han provocado la prevalencia, el especialista indicó que se encuentra un aumento de 40 por ciento en el consumo de bebidas azucaradas en los últimos 10 años, aumento de la ingesta de comidas procesadas, poca actividad física intensa, déficit de sueño e incremento de la carga laboral, entre otros.

Advirtió que incorporar cambios no es una cuestión sencilla, pues incluye la personalidad del individuo, hábitos y aspectos socioculturales, como los usos y costumbres cotidianos y el entorno laboral.

Entre las sugerencias que hizo para que las personas no abandonen el objetivo de eliminar peso, están plantearse metas cortas y graduales, así como identificar las barreras o dificultades que pudieran impedir continuar con la meta.

También recomendó tomar conciencia sobre su peso actual y las futuras consecuencias; pensar en los beneficios del cambio de hábitos en fases tempranas para prevenir enfermedades, y llevar a cabo modificaciones a nivel personal, familiar y social.

En especial, pidió evitar la automedicación, solicitar ayuda si el estado emocional no es adecuado y acudir con especialistas en pérdida de peso y cambio de hábitos.

Por su parte, la doctora en psicóloga de la salud Angélica Juárez Loya, de la UNAM, habló sobre la manera cómo las personas eligen alimentarse y la influencia que tienen las emociones al respecto.

Destacó que aunque comer es una necesidad fisiológica no es el único factor, ya que hay otros y tienen que ver con definir la cantidad de lo que se ingiere, principalmente, así como el gusto de los sabores en los alimentos y las normas sociales.

Las actividades sociales, precisó, influyen primordialmente en la calidad y cantidad de lo que se consume. Es así que, de acuerdo con investigaciones, el aspecto que más influye son las normas en este sentido (llamadas también de adecuación), le siguen la percepción del gusto y sabor de los alimentos y, por último, saciar el hambre.

Sobre las emociones, dijo que “nosotros aprendemos a consumir alimentos bajo circunstancias que se refuerzan con la comida, por ejemplo, sentir angustia, estrés, tristeza; en esas condiciones, el alimento puede funcionar como un recurso para calmarse”.

La doctora Juárez Loya expuso también que la depresión es un factor importante para la ingesta de alimentos, y que la dieta se basa en aspectos ambientales y personales.