Conferencia del académico Manuel Gamio
(Segunda de dos partes)
El obispo de México desde 1528, fray Juan de Zumárraga, acusó de herejía a Alonso de Ávila, quizá el primer judío en llegar a Mesoamérica, pues alegó que a pesar de ser converso, tenía un crucifijo abajo del suelo y lo pisaba cada vez que hacía un juramento, pero lo que pretendía quien también era inquisidor apostólico del obispado de México, era despojarlo de sus bienes, aseguró en una conferencia Manuel Gamio Petricioli.
Al abordar el tema “Alonso de Ávila, judío converso, conquistador y capitán de Cortés en la conquista del nuevo mundo”, en una video charla para miembros de la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG), el historiador añadió que ese ardid falló porque De Ávila avisó a un amigo, también judío converso, quien lo salvó. Y como dato curioso, dijo que en la cripta de los arzobispos que está en los sótanos de la Catedral de la Ciudad de México, se puede ver la tumba de Zumárraga, donde hay un cráneo perteneciente al antiguo templo de Huitzilopochtli, dios al que tanto miedo le tenía el religioso.
El ponente consideró que, al cumplirse en 2021 los 500 años de la caída de Tenochtitlan y de la fundación de la ciudad de México, es pertinente revisar estos acontecimientos con una nueva visión histórica, pues los personajes de ascendencia judía y las causas que los trajeron a estas tierras han quedado olvidados.
Los judíos conversos
Gamio Petricioli explicó quiénes eran, como en el caso de Alonso de Ávila, los judíos conversos. Recordó que fue en 1492 cuando concluyó la reconquista de España sobre los moros, y que el Edicto Real de Granada obligaba a la conversión de los judíos al cristianismo. Y quienes rechazaban hacerlo, eran expulsados de los reinos.
La reconquista de España se logró gracias a los recursos económicos de los cristianos que financiaban ejércitos privados y cada feudo o reino recibió a cambio las tierras reconquistadas; ese mismo sistema se aplicó en la conquista de lo que sería el virreinato de la Nueva España, abundó el ponente.
De suerte que los judíos conversos eran aquellos que tras el Edicto Real de Granada decidieron quedarse en España, pero fueron sometidos a un juicio por parte de la Santa Inquisición para poder declararlos convertidos al cristianismo. La mayoría de ellos eran cultos y tenían profesiones, algunos eran médicos, otros contadores o tesoreros, por lo cual tenían mucho porvenir tanto en España como en América.
Pero también hubo cripto-conversos, es decir, que llevaban los mandamientos cristianos al pie de la letra, pero los sábados respetaban los ritos de su religión. Así, continuó Gamio Petricioli, practicaban de manera paralela los dos credos, y para poder evadir las delaciones contaban con el apoyo de judíos conversos quienes, mediante un pago, los asistían los sábados para hacer los alimentos y las labores del hogar, así como mantener encendidas las luces, porque la ausencia de iluminación y movimiento en alguna casa en ese día de la semana, era motivo de denuncias.
Reveló el ponente que, en 1508, por pago de conversos se recaudaron 20 mil ducados de oro y gracias a esa retribución monetaria les regresaron las propiedades que les habían sido confiscadas; posteriormente se les vendió el derecho a ocupar cargos públicos y a participar en las expediciones de conquista. Los nuevos cristianos eran hijos de los judíos conversos perdonados y heredaban todos los bienes de sus progenitores hasta que el rey les prohibió, a través de las Leyes Nuevas, que legaran sus propiedades a los vástagos.
Difícil, ser judío en España
Hernán Cortés era una persona preparada y culta, pues había estudiado en la Universidad de Salamanca, lo cual se nota en sus Cartas de Relación que están muy bien redactadas, por lo que a juicio de Gamio Petricioli no es de extrañar que haya nombrado a muchos judíos conversos como tesoreros y encargados de las encomiendas, es decir, que no vinieron como soldados.
Precisó el conferenciante que, quienes vinieron a la conquista, fueron los judíos sefarditas que vivían en los reinos de Castilla y de Aragón.
Al respecto, la académica e historiadora ecuatoriana avecindada en México, Alicia Albornoz, comentó que los judíos expulsados de España se fueron primero a Portugal, de donde luego también los echaron y se trasladaron a Holanda, país cuya reina gestionó que viajaran a la Nueva España.
Mientras que el doctor Stephen Murray relató que el irlandés Guillén de Lampart llegó a México en 1643 en la comitiva del virrey Diego López de Pacheco, con el encargo de hacer una investigación sobre la Inquisición para poner al descubierto la corrupción que había en esa institución durante el siglo XVI.
En este sentido, Gamio Petricioli opinó que en la Nueva España la Inquisición era distinta a la de España, donde había un statu quo con ellos, pero ser judío ahí era muy difícil por la religiosidad del pueblo; el rabino Moisés Cohen de Tordesillas decía que ellos dependían del rey porque, si el pueblo hubiera podido, los hubiera masacrado.
Los judíos se dedicaron a la usura porque no podían ejercer sus profesiones, no tenían propiedades y vivían en casas rentadas a la Iglesia para estar bien con ella. Lo que tenía en España un judío, eran cosas que se podía llevar con él cuando fuera necesario huir, finalizó el conferenciante.
Por último, la presidenta de la ANHG, Elizabeth Rembis Rubio, apuntó que la Santa Inquisición era un tribunal que alegaba situaciones religiosas para hacerse de bienes y fortuna; así se hizo rica la Iglesia.