Donación de plasma. Los anticuerpos de sangre donados por personas que se recuperaron de la enfermedad se están convirtiendo en tratamientos de elección para COVID-19. El las familias de los enfermos de coronavirus hay desesperación por conseguir un donante de plasma.
“Se necesita con urgencia donante de plasma”, “Buscamos con urgencia plasma hiperinmune” y un sinfín de mensajes similares inundan las redes sociales en Bolivia, por familias desesperadas en encontrar una donación que salve a sus enfermos de COVID-19.
El anuncio en el país de la autorización del uso de plasma de quienes superen el coronavirus para salvar a contagiados desató primero ofertas de venta de sangre por miles de dólares, algo ilegal, y ahora un goteo de llamados de los familiares para encontrar un donante como último recurso para sus enfermos.
Muchos esperan el milagro a las puertas de bancos de sangre como el de Santa Cruz, la ciudad de Bolivia más golpeada por la pandemia, mientras otros buscan la solidaridad a cambio de alimentos, invitaciones en restaurantes, descuentos en supermercados y hasta cursos virtuales gratis.
SOLIDARIDAD
“Es una forma de retribuir aquel trato que tuvieron esas personas cuando fui paciente”, declaró a Efe Wilder Mamani, que tras superar la enfermedad es ahora donante.
El joven consideró que “esa gente que está vendiendo plasma hace mal, porque muchas familias en nuestro país son de escasos recursos, es aprovecharse de esa situación ante la desesperación”.
Esa angustia es la que refleja el rostro de Magnun Rojas, que pide con un cartel plasma a la puerta del banco de sangre, para un familiar enfermo, cuya salud es delicada en una unidad de cuidados intensivos.
“Toda la familia, por todas las formas, en redes sociales” y a la puerta por donde pueden llegar potenciales donantes, buscan angustiados el plasma, relató a Efe este hombre de mediana edad.
Pero es difícil encontrarlo, porque muchos donantes llegan acompañados del receptor, mientras el tiempo corre en contra, pues “el médico no da mucha esperanza” y los familiares están “dispuestos a hacer todo” con tal de conseguir una donación salvadora, confesó.
DE LA VENTA ILEGAL A LA RECOMPENSA
El anuncio a mediados de mayo de que el Ministerio de Salud autorizaba el plasma hiperinmune en los tratamientos para pacientes, aunque de forma experimental y no para todos los contagiados, dio pie a las ventas de sangre, con ofertas de donaciones hasta por 3.000 dólares.
Algo ilegal en el país, por una ley que data de 1996, además de inalcanzable para muchas familias.
Y no sin polémica, pues el embajador de Ciencia y Tecnología de Bolivia, Mohammed Mostajo, advirtió del riesgo de contagio de enfermedades como el VIH, el sífilis o la hepatitis, y el Ministerio de Salud salió rápidamente a desmentirles.
Un donante puede ayudar a entre dos y cuatro enfermos, dependiendo de la dosis, pero cobrar por ello está prohibido en Bolivia y a los primeros casos de ofertas de venta las autoridades advirtieron con denuncias por atentado a la salud pública, penado con hasta diez años de cárcel.
Incluso se planteó en el Parlamento que la donación sea obligatoria por ley para quienes superen la COVID-19, pero de momento quedó en solo una posibilidad.
Por el temor a la prisión o por lo que fuera, los anuncios de ventas dieron paso a recompensas como cenas gratis en restaurantes, cuotas cero en algún club de fútbol y descuentos en aseguradoras e inmobiliarias, entre todo un imaginario de premios no monetarios para los donantes.
“Me impactó la triste noticia de que la gente estaba vendiendo plasma”, contó a Efe Manfred Roca, cuyo restaurante en Santa Cruz ofrece su plato estrella gratis a los donantes.
Este empresario lamentó también la desinformación, pues al principio había creencias erróneas de que donar plasma conlleva “que te sientas débil o te pasaba algo”.
La suya solo un ejemplo de las innumerables iniciativas para donar sangre no a cambio de dinero, sino con un fin solidario, en un país en el que los contagiados de coronavirus han pasado del rechazo a ser vistos como potenciales salvadores.
El plasma ya salvó vidas en Bolivia en 1960 con la fiebre hemorrágica de San Joaquín y el país dio el paso ahora con el coronavirus tras hacerlo otros como China, Italia o Estados Unidos durante esta pandemia, que entre los once millones de bolivianos deja por ahora más de 700 fallecidos y de 23.500 contagios.