SEMILLAS/ En pos de la autenticidad

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Por Ivette Estrada

La piedra filosofal de nuestra era no es el oro medieval. Es, sin duda, la autenticidad. Y esto no es fácil de lograr.

Tampoco existen caminos únicos para llegar a ella o recetas de credibilidad.

Sin embargo, la columna vertebral de la autenticidad la conforman nuestras creencias y valores. Se trata de los elementos que definen quiénes somos realmente. Y en la medida que los identificamos, operamos y amamos, más relevantes se convierten y mayor credibilidad nos confieren.

Al igual que con los valores corporativos, la verdadera prueba para una marca personal llega durante los momentos de presión y estrés. Hay quienes aun conscientemente los ponen en receso y admiten que los retomarán cuando las cosas se normalicen. Otros, sin embargo, se aferran a ellos con “uñas y dientes”, pues saben que son los únicos que les van a dar rumbo y sentido a todas sus acciones.

En sí, la autenticidad es un proceso en el que el primer factor tiene que ver con la identificación y definición de nuestros valores. No se trata de hacer una lista interminable y confusa. Tampoco de enumerar lo que consideramos crucial para lograr la admiración de otros.

Ahora, no todos los valores que rigen nuestra vida son heredados: algunos, la mayoría de hecho, los conseguimos cada uno de nosotros de acuerdo a nuestra expertise y marco referencial.

Es verdad que nuestros ancestros nos legan mucho de su visión de vida, pero no todo aquellos que ellos veneraban o en lo que creían conforman lo que ahora somos. Hay valores intrascendentes para unos, e incluso desdeñables o reprobables, por paradójico que parezca.

Por ejemplo, hay alientan en sus hijos la valentía, y así los muchachos se jactan de “no dejarse de nadie”, aunque esto genere “gritos y sombrerazos”, lo que puede resultar grosero e insoportable en quienes sostienen que la educación es primordial.

Por nuestra propia historia, condiciones, expectativas e incluso características y dones, no podemos asumir como “nuestros” los valores de otros. Debemos analizar cuáles realmente nos representan. Reitero: son los que conforman nuestra autenticidad.

Así conviene identificar los tres más representativos para cada uno de nosotros. Los que realmente determinan nuestra esencia, los que nunca cambiaríamos por nada.

Después de identificarlos, conviene escribirlos y conceptualizarlos. Esto permitirá que tengamos mayor consistencia con cada uno de ellos a lo largo de nuestra vida personal y profesional, sin importar las circunstancias y hechos trascendentales que aparezcan en el día a día.

También resulta conveniente identificar tales cualidades en las personas que consideramos más admirables. Esto nos permitirá tener paradigmas más fehacientes de lo que nos rige e identifica. Nuestros modelos pueden ser personas, personajes o leyendas.

Ser genuinos, por otra parte es una característica que buscamos no sólo en personas, sino en empresas y marcas. Es lo que nos permite confiar en ellas. Esto es particularmente relevante en los ambientes altamente volátiles, inciertos, complejos y ambiguos (VUCA).

Así que conviene analizar los valores que nos distinguen y también aquellos que pretendemos representar, vivir y abrazar en cada una de nuestras horas y realidad.