Por Ivette Estrada
Nuestra historia no es lo que vivimos, sino lo que percibimos de lo que ocurrió y más aún: lo que contamos.
Las palabras forjan nuestra personalidad y memoria, transforman la manera en la que vemos el mundo, construyen sueños y derrumban quimeras. Y el poder de las palabras va más allá todavía: aporta la capacidad del cerebro de ser más rápido, de estar más atento y concentrado. Las palabras sanan incertidumbre, desaparecen los miedos, generan resiliencia, nos permiten creer.
Así, ¿Cuáles son las narrativas que construimos, qué relatos nos identifican, que asumimos como verdadero y valioso en nuestra vida?
Ahora que el confinamiento y la sombra de una pandemia mundial nos asecha, debemos escribir, relatar lo que vivimos de una manera más benigna y feliz, debemos escribir para hacer planes y trazar un futuro más promisorio para todos.
Escribir es librarnos de los horrores de un Covid-19 y su estela de infortunios, es acceder a nuevas realidades donde no nos toque la incertidumbre, volatilidad y muerte. Escribir es apostarle a la belleza de los seres y el mundo, asumir que todos somos uno y saldremos de este problema.
Escribir es abrazar la psicología positiva y construir con el lenguaje lo que nos permite tener esperanza y trazar planes, abrazar y refugiarnos en la solidaridad y empatía.
El aislamiento social y los largos silencios generan estados de depresión o angustia. Son recurrentes el desánimo y episodios de ansiedad. Incluso, se asume que es un factor primordial en el aumento de violencia doméstica e incluso en suicidios.
Las narrativas que generemos ahora son las que determinarán qué factores nos representarán, quiénes estarán o no en nuestra vida, que dones podemos potencializar. Las palabras pueden crear para nosotros finales felices y abrirnos a escenarios de esperanza.
¿Cómo podemos cuidarnos a nosotros mismos a través de las historias, poemas o autobiografía?
El paso inicial es escribir un diario de gratitud. Recopilar a lo largo de 21 días las cosas por las que nos sentimos agradecidos: una llamada inesperada, el aroma de un limonero, una comida nutritiva, un recuerdo feliz, la oportunidad de vivir…
Después conviene seleccionar un género que represente lo que te gusta y eres: relatos, poemas breves, ensayo, biografía, novela.
Y el tercer paso es empezar a escribir de inmediato. No corregir y reescribir lo mismo infinidad de veces. Dar la oportunidad de expresarte libremente. Ya habrá tiempo para releer y eliinar yerros después. Lo importante de escribir es vivir.