Sobrevivir con 50 pesos diarios en la Ciudad de México

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De su monedero desgastado por el uso, doña Gloria saca unas monedas para pagar un kilo de papas, luego hace cuentas y se truena los dedos. Estirar la quincena y olvidarse de “cualquier lujo” es para ella el pan de cada día.

Desde temprano, la mujer de 84 años salió a hacer las compras del día. En su carrito se asoma una bolsa con papas y huevo, una parte de los ingredientes para las quesadillas y tacos que vende todos los días en su puesto de la colonia La Esperanza, en la alcaldía Cuauhtémoc.

Viuda desde hace tres años y con 10 hijos ya todos casados, doña Glorial lucha día a día para no depender de nadie se torna en la mayoría de las veces muy dura, sobre todo por la edad.

“Los años pesan mucho y en muchas ocasiones mis pies parecen negarse a seguir el camino. Salir al mercado a comprar lo que necesito para cocinar todos los guisados y vender mis quesadillas y tacos es muy cansado.

“Yo vengo a la Merced a surtirme de todo lo que necesito para mi puesto, aquí las cosas están más baratas y sólo de esta forma puedo ganar algo en mi puesto”, explica la mujer de cabello cano y corto y piel quemada por el sol.

De pronto, con su mano limpia rápidamente el sudor de su frente, y refiere: “Desde hace años no me compro un vestido o una blusa, el dinero no alcanza para nada y eso que ya no tengo hijos a quien mantener. Ya estoy sola, mi esposo murió hace tres años y desde entonces trabajo para mantenerme y no depender de nadie.

“A mi jamás me ha pasado por la cabeza pedir limosna, sentarme o parame en una esquina, o en la entrada de alguna de las estaciones del Metro y extender la mano para que me regalen unas monedas, que yo puedo ganarme sola, con mi trabajo”, explica doña Gloria.

Y entonces suelta una carcajada “¿salario mínimo?, ¿qué es eso?, yo con la venta de mis quesadillas gano para comer, más o menos 50 pesos diarios”.

Y agrega: “En mi casa vivo con mis dos hijas, ellas trabajan para mantenerse y me ayudan a pagar el gas, la luz y el predio; la casa es propia, nos la vendieron en 30 mil pesos, en pagos, porque nosotros fuimos damnificados del terremoto de septiembre de 1985, gracias a Dios por eso no tengo que preocuparme en pagar renta”.

En la calle, cercana al mercado de La Merced, en la alcaldía de Cuauhtémoc, entre el ir y venir de decenas de personas, recuerda con tristeza cuando aún estaba su esposo.

“Cuando él estaba por lo menos me sentía acompañada, tuve 10 hijos, todos ya casados, ocho de ellos sólo me hablan de vez en cuando y dos viven conmigo, pero siempre ocupadas en sus cosas”, añadió.

En punto de las 7:00 de la noche, todos los días, Gloria pone su puesto de quesadillas afuera de su casa y se persigna para sacar lo de su comida del día siguiente. Es su diaria lucha por la supervivencia.

Trabajar para comer y pagar servicios

Mientras tanto, en el sur de la Ciudad de México, en la Colonia Ejidos de Huipulco, en la alcaldía de Tlalpan, Lucy llega a su hogar después de una pesada jornada de trabajo.

“Desde los 20 años trabajo en casas. Hoy me tocó ir a dos, sólo así nos alcanza para vivir a mi esposo y a mí”. Con coraje, señala que cada vez están peor las cosas.

Lucy, ahora con 53 años, asegura que trabajar en dos casas el mismo día es para ella cada vez más pesado. “Mi esposo todos los días sale antes de que salga el sol a prepararse para la venta de agua por las calles de las colonias cercanas”.

En segundos, aparecen nubes negras que anuncian una tormenta en la zona. Entonces, la señora dice categóricamente, “entre mi esposo y yo ganamos cerca de cuatro mil pesos a la semana, la verdad no sé cuánto sea el salario mínimo”.

Comprar ropa nueva, comer carne y fruta todos los días y salir de vacaciones son algo lejos de sus posibilidades. La quincena apenas alcanza para mal comer y en ocasiones ayudar a sus hijos.

Lo que ganamos simplemente se divide en dos, para comer y pagar servicios; las vacaciones, ropa nueva y comer fuera de casa es algo imposible para nuestra familia.

Y como si el cielo se solidarizara por la situación que vive la trabajadora doméstica, empiezan a caer gruesas gotas de lluvia.

Entonces se suma otra preocupación para la entrevistada, la probable inundación que impedirá que sus hijos lleguen temprano a su casa.