TENEMOS QUE REPENSAR LA CONQUISTA: GUY ROZAT

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Tenemos que repensar esa historia, pues las antiguas culturas merecen más que la caricatura que les ha ofrecido la historia general.
Tenemos que repensar esa historia, pues las antiguas culturas merecen más que la caricatura que les ha ofrecido la historia general.

Hoy, a 500 años de la Conquista de México, momento fundamental para la construcción de la nación, nos preguntamos cómo ir más allá de lo que se entiende como un bloqueo narrativo compacto nacional. Tenemos que repensar esa historia, pues las antiguas culturas merecen más que la caricatura que les ha ofrecido la historia general.
El doctor Guy Rozat Dupeyron, investigador emérito del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) expuso lo anterior en su participación hoy en la tercera sesión del Seminario México Tenochtitlan. Siete siglos de historia, organizado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI) con la conferencia Las crónicas de la conquista.
En el encuentro moderado por el maestro Uladimir Valdez Pereznuñez, subsecretario de Educación de la SECTEI, Rozat Dupeyron externó que se ha mostrado la ambigüedad en los intentos de identificación realizados por los grupos vencidos, más allá de la famosa “Visión de los vencidos”.
La primera cuestión es cómo superar ese trutru literario que aparece como la concepción historiográfica básica de una identidad nacional hoy caduca, la del mexicano mestizo, asentó.
Valdez Pereznuñez parafraseó al historiador e indicó que “sin historia no hay identidad colectiva sólida y coherente, sino una máscara ambigua que esconde posibles violencias interétnicas, o la existencia de un racismo que, aunque desdibujado, no es menos feroz”.
En su conferencia, el investigador emérito destacó que, si ahora se tienen muchas dudas sobre el interés de textos “pseudo indígenas” para pensar de nuevo la conquista, se duda mucho del relato épico elaborado por Cortés ¿Qué nos queda entonces para esa gran tarea del repensar?, preguntó.
“Lo más importante hoy es desmontar su composición para convencernos de que jamás fueron escritos como materiales para una historia nacional”, añadió.
Lo que da peso a los textos de estas crónicas es que son escritos por testigos que sí pretenden escribir lo que vieron o hicieron, complementándose con los testimonios que utilizaron de otros testigos también considerados como fiables, contemporáneos. Se quiera o no se está frente a un principio de fe y no de ciencia.
Rozat Dupeyron expuso la lógica de la historia a fines del siglo XV y durante el XVI no es la de pueblos libres en marcha hacia su propio destino, más bien de comunidades sometidas a sus reyes y a la Iglesia. Estas dos instituciones se consideraban impuestas totalmente por un dios omnipotente que controla estrictamente el devenir de los pueblos.
En su exposición, señaló que la destrucción de Tenochtitlan simboliza, para el mito cristiano y los ojos de los testigos americanos, el fin del reino de los demonios y el advenimiento de la fe cristiana. En los textos de las crónicas americanas aparecen signos, prodigios y profecías, no porque estos eventos hayan ocurrido realmente, sino porque son parte de la nueva retórica vencedora, la de la inscripción del triunfo de la nueva fe en las nuevas tierras.
La figura del profeta en las crónicas de la conquista mexicana es atribuida al propio Moctezuma, indicó el doctor en sociología. La semblanza de Moctezuma en el libro XII de Sahagún es muy clara. Él es el elegido del señor, porque le toca participar de la translatio imperii.
Para Rozat Dupeyron la entrega del imperio es otra de estas “mentiras” que los castellanos van a desarrollar tempranamente como argumento de legitimación de su conquista.
Es evidente que los indios no tomaron para nada a los castellanos por dioses, y tampoco al tlatoani mexica se le ocurrió entregar su imperio con pretextos de patrañas ridículas; es necesario explicar por qué Cortés escribe dichas patrañas, que retoma de manera teatral Sahagún y, sobre todo, por qué han sido recibidas y reproducidas durante siglos hasta el día de hoy”, apuntó.
Rozat Dupeyron señaló que ningún occidental pudo, durante siglos, olvidar las imágenes seductoras de piedras preciosas y metales rodando en los ríos, ni las especias que se cargaban con palas en los barcos.
“En cuanto a sus habitantes, generalmente no tenían fama de ser muy belicosos, se le imaginaba más bien gente pacífica que aborrecía la guerra y la violencia. Y como se esperaban que siempre fueran amables con los extranjeros, el panorama imaginario era bastante favorable para los sueños de futuros conquistadores”.
Hernán Cortés, como lo expresan sus cartas de relación, puso de manifiesto la idea de que los indios les tomaron por dioses y que, como consecuencia, después de haber vacilado un tiempo, el rey mexica decidió entregar su reino con respeto a la tradición de su pueblo y en obediencia a supuestas antiguas profecías.
El historiador recalcó que, en el siglo XVI, la manera en que un cronista estructura sus textos no es al modo de un antropólogo o corresponsal de guerra, sino mediante a una construcción que obedece a imperativos morales.
“Para entender las crónicas de la conquista, es importante reconstruir el horizonte comunicativo en el cual se insertan. Lo que buscamos es llegar al conocimiento genuino de las culturas antiguas, impedido por miles de capas de escritura que se han interpuesto entre ellos y nosotros”.
El investigador emérito del INAH, añadió que una terrible catástrofe demográfica, la violencia cotidiana de cinco siglos, un etnocidio totalitario de más de tres siglos, y doscientos años de explotación salarial por un capitalismo deshumanizado son elementos suficientes para repensar la Conquista.
“La tarea es ardua, el camino difícil, pero las antiguas culturas americanas se merecen más que la caricatura que se les ha ofrecido en la historia general”. Necesitamos de una versión oficial. Un poco el error fue construir una verdad única, totalmente cerrada, en cierto sentido totalitaria. Vimos como el mestizaje fue una trampa un poco histórica. Durante siglos se construyó que el indio era un ser incapaz de pensar, apuntó.