Al hablar sobre uno de los iconos más venerados por la feligresía católica de México, en su video conferencia La imagen de la Virgen de Guadalupe vista desde la perspectiva nahua, la maestra, escritora, historiadora y poeta ecuatoriana radicada en México, Alicia Albornoz, explicó que, vinculado con la Virgen de Guadalupe, está el canto del Atabal o Teponazcuicatl, de la autoría del cuicapiqui -o compositor de cantos- don Francisco Plácido, señor de Azcapotzalco, el cual se tocó el 26 de diciembre de 1533, cuando la imagen fue llevada de Tlatelolco a la ermita -un cuarto de 13 varas- en el Tepeyac.
Todo lo que sabemos de la Virgen de Guadalupe procede del poema Nican Mopohua escrito en nahua hacia 1555 por Antonio Valeriano, quien estudiaba en Tlatelolco. Nican Mopohua significa “El que narra” y ahí se relata la aparición a Juan Diego, precisó Albornoz, y agregó que la narración está vinculada con plantas, flores y pájaros, y recrea el ambiente donde tuvo lugar el suceso.
Luis Lasso de la Vega, vicario de la ermita de la Virgen, escribió otro relato de la aparición en 1649, ya en el siglo XVII, en el cual utilizó “arcaísmos” nahuas para “indigenizar” su texto y hacerlo “propio para ellos”, de acuerdo con datos de Carlos Gómez Carro, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco.
Otro de los aspectos interesantes de la imagen, es que el manto azul significa la noche, mientras que la túnica rosa es el día. Debemos recordar que las deidades prehispánicas adoradas en el Tepeyac representaban la vida, la continuidad; el del Tepeyac, era el último cerro que había en el valle antes del agua, comentó Albornoz.
La conferenciante narró que, como parte de sus rituales, al cerro del Tepeyac los indígenas llevaban a una mujer virgen a la que iban azotando para que llorara; si ella derramaba muchas lágrimas, significaba que habría lluvias y, por ende, cosechas; luego lanzaban a esa mujer desde lo alto del cerro como sacrificio.
Mencionó la historiadora y poeta que el nombre María viene del sánscrito y significa “montaña”; los montes y cerros eran símbolo de la divinidad tanto en Asia como en América y por eso los nahuas iban al Tepeyac.
Reiteró que la Virgen de Guadalupe tiene manto de color azul turquesa, el cual está vinculado con los dioses, y explicó que sólo Moctezuma podía vestir ropa de ese color, porque estaba ligado a la divinidad por ser tlatoani. Esto llevó a los frailes que venían con los conquistadores a cambiar el color de su hábito por el turquesa, lo cual les daba más autoridad.
Y si vemos la imagen con la mentalidad nahua, hay un significado mucho más amplio, ya que en la túnica está escrita con simbología la frase “Llegó la flor al Tepeyac”.
Guadalupe vino a rescatarlos
Relató Albornoz que ella hizo la traducción del nahua -lengua que domina- al español del poema Nican Mopohua, lo cual le llevó seis años y que posteriormente realizó una investigación conjunta con el presbítero Mario Rojas Sánchez (1924-2005) de la Diócesis de Huejutla, quien era un experto nahuatlato (versado en la cultura y lengua náhuatl) y ella le confió su traducción del Nican Mopohua, que él publicó pero adjudicándose todo el crédito del trabajo.
Acerca de que hubo una cuarta aparición de la Virgen, opinó que se trata de una versión moderna, porque oficialmente sólo se reconocen tres.
Ahora bien, en el pensamiento analógico de los nahuas los rayos solares son las espinas de las tunas, de manera que como la Virgen está rodeada de rayos la relacionaban con la tuna que era un fruto sagrado. Debajo del cinturón negro está una flor de cuatro pétalos: la nahui ollin, que es el máximo símbolo náhuatl y representa la presencia de Dios, la plenitud, el centro del espacio y del tiempo.
Sostuvo que la imagen tiene aspectos inexplicables como el mapa celeste en el manto, que ella fue la primera en estudiar y que ahora los científicos también han analizado. El ángel que está a sus pies tiene los colores rojo y verde en sus alas (también el blanco) y en la cultura nahua todos los colores tenían un significado; el rojo y el verde eran colores sagrados.
Pero el ángel no es tal, se trata de un mensajero que se pintó en el ayate, una tela proveniente del maguey, que era símbolo de México. Las pencas del maguey representan las montañas y rodean el corazón de la planta, que es el lago. También hay asociación de la Virgen con la tuna por la forma de la imagen, y el resplandor que la rodea son las espinas.
Este mensajero aparece con ademán de quien acaba de volar y sus alas son como de águila, asimétricas y con los colores rojo y verde, en tonos parecidos a los del pájaro mexicano tzinitzcan, que dijo Juan Diego le había anunciado la aparición de la Virgen de Guadalupe.
Los indígenas hicieron una asociación fonética entre Guadalupe y Cuautlacupe, que es la palabra más próxima en pronunciación nahua y significa “La que viene de Oriente a salvarlos”; es una cosmogonía de las deidades, aseguró la ponente.
No hay un mito, lo que hay son similitudes, hay asociación entre las vírgenes de España y las de América. Es necesario tomar en cuenta que los indígenas estaban en ese momento sin sus antiguas deidades y la Virgen de Guadalupe vino a rescatarlos como un bálsamo para sanar su identidad rota, porque lo habían perdido todo; fue un factor de unión.
A manera de colofón, Albornoz manifestó que en todas las culturas hay semejanzas entre varios simbolismos; en todas las religiones el principio que priva es la continuidad de la vida, todos somos una enorme unidad, somos más similitudes que diferencias.