“La mezcla de los asuntos de migración, narcotráfico y comercio es una bomba atómica. En el pasado se trataron de forma segmentada. En este entorno, la habilidad de la diplomacia mexicana debe volver a tratarlos de esta manera”, afirmó el investigador Raúl Benítez Manaut, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM.
Durante el Encuentro Nacional “La investigación social, migración y las fronteras de México”, el académico alertó sobre la transformación radical de la relación bilateral entre México y Estados Unidos, impulsada durante la administración de Donald Trump, quien articuló una política exterior agresiva y sin precedentes, vinculando tres temas tradicionalmente separados: migración, narcotráfico y comercio.
Benítez Manaut destacó que el gobierno del expresidente estadounidense emitió 147 órdenes ejecutivas, de las cuales 14 impactan directamente a México y 25 de manera indirecta. Entre ellas, figuran medidas como la designación de cárteles como organizaciones terroristas, el endurecimiento del control fronterizo y la revisión del programa de refugiados.
“Esta estrategia, que responde a una visión soberanista extrema, ha socavado acuerdos históricos y transformado los flujos migratorios en moneda de cambio política”, explicó el académico, especialista en seguridad y estudios latinoamericanos.
En este contexto, la diplomacia mexicana debe reconfigurarse, advirtió Benítez Manaut, al señalar que actualmente la narrativa mexicana frente a estas agresiones ha sido débil o incluso inexistente, permitiendo que crezca un sentimiento antimexicano en la política y sociedad estadounidense.
Por su parte, Leonardo Curzio Gutiérrez, también integrante del CISAN, señaló que el giro aislacionista de Estados Unidos está desmantelando los marcos multilaterales y conduciendo al país hacia una visión agresiva, proteccionista y unilátera. “Lo que antes eran tratados consolidados, hoy se vuelven acuerdos frágiles, sujetos a cambios unilaterales”, puntualizó.
Mientras Natalia Saltalamacchia Ziccardi, del ITAM, recordó que a partir del primer mandato de Trump (2017–2021), México redefinió el tema migratorio como un problema de seguridad nacional, utilizándolo como instrumento clave de política exterior para evitar sanciones comerciales y mantener el equilibrio en una relación profundamente asimétrica.
“Lamentablemente, estamos hablando de personas, no de mercancías. Los migrantes se han convertido en alfiles dentro de un tablero geopolítico. Y México ha respondido de forma defensiva”, declaró.
Mientras tanto, en el Encuentro Nacional “La investigación social, migración y las fronteras de México”, Mario Luis Fuentes Alcalá, coordinador del proyecto La UNAM en las fronteras de México, subrayó que la universidad debe actuar como “reserva ética del país” frente al contexto migratorio más tenso de la historia, y asumir un papel más visible ante fenómenos como la exclusión, la desigualdad y la violencia estructural.
El evento, que reunió a más de 100 investigadores, diplomáticos y expertos en migración, concluyó que México debe abandonar su postura reactiva y construir una narrativa firme y proactiva, centrada en los derechos humanos y la dignidad de las personas en movilidad, para hacer frente al nuevo orden migratorio impuesto por Estados Unidos.
“Es momento de que México deje de jugar bajo las reglas de otros y comience a marcar su propia estrategia”, sentenció Raúl Benítez Manaut.
Con una frontera cada vez más militarizada y una retórica antimigrante en ascenso, el desafío es claro: México necesita una diplomacia más audaz, una narrativa coherente y una política exterior que no solo reaccione, sino que proponga.